Resumen de la fundamentación de la metafísica de las costumbres
Hacemos una clasificación de los modos de pensar en especulativo y práctico. El primero es el que emplea pensamientos puros sin contacto fenomenológico y el segundo hace referencia al conocimiento experimental. Una subclasificación diría que la lógica es el pensamiento especulativo acerca de las formas de los modos de pensar y la metafísica versaría sobre los principios no hipotéticos y las causas primeras de las cosas y todas las cuestiones trascendentales mientras que dentro del pensamiento práctico encontramos el estudio de la física o naturaleza o realidad o de las cosas tal como las percibimos y por otro lado el estudio de los comportamientos más adecuados, la moral, o costumbres y lo llamamos antropología práctica. Sin embargo existe una moral más allá de toda experiencia, anterior a ésta y que el hombre puede alcanzarla a través de la razón pura con pensamientos a priori que refieren a un deber más allá de cualquier consideración pragmática. Investigar sobre estas costumbres puras anteriores a cualquier consideración práctica, ha de realizarse con anterioridad inclusive que cualquier intento de establecer normas morales atendiendo a la aplicación.
El más reconocido de los modos de ser del hombre es la buena voluntad, reconocido por sí mismo sin mirar a sus resultados, tan solo al esfuerzo, y puesto que la naturaleza no dotaría al hombre de una herramienta que no sea la más adecuada para un fin, porqué habría de haber dotado al hombre de voluntad, nada más que para preservarse a sí mismo, si hubiera sido mucho más adecuado que se lo deje al instinto. La razón, tratando infructuosamente de controlar los deseos, es más lo que perturba que lo que facilita para lograr una felicidad entendida como cierto bienestar. La prueba está en que los hombres que más uso hacen de la razón, suelen tener una existencia lastimosa, en cambio aquellos que no le permiten mucha influencia a su razón, la pasan mejor. El instinto solo se las arreglaría de maravillas, igual que lo hacen el resto de los seres vivos. Pero la naturaleza es sabia y todo lo da para un fin. Y el de la razón ha de ser alcanzar aquella voluntad buena. Incluso por encima de la felicidad, la cual debiera subordinarse. No podemos avanzar sobre la voluntad buena sin repasar el concepto del deber, sin diferenciar la acción conforme a deber y la que es hecha por deber, no por inclinación o miedo, y que puede ser considerada una máxima moral. La acción por deber con valor moral deber ser contraria a las tendencias e inclinaciones y su valor moral lo tiene en la máxima por la cual ha sido decidida. El deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley. El principio que define una acción con valor moral sería que no debo obrar nunca más que de modo tal que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal. Este principio subyace en la comprensión de todas las personas, incluso sin ningún tipo de conocimiento, y la emplean cotidianamente, aunque sea en abstracto y sin tomar consciencia, para juzgar sus propias acciones y las de los otros, e identificar el bien y el mal y es notorio el superior desarrollo de la facultad de juzgar que la de teorizar, en el hombre. El conocimiento de lo que todo hombre está obligado a hacer y por tanto también a saber lo tiene mejor la feliz simplicidad del conocimiento vulgar pues es un conocimiento más sabio. El filósofo y la ciencia deberían encargarse solamente de sistematizar y preservar ese conocimiento. El hombre tiene inclinaciones y necesidades -satisfacción de las cuales el hombre llama felicidad- que lo llevan a oponerse fuertemente a todo lo que en su razón se le presenta como digno de respeto. Esta ambiguedad lleva al hombre a pedir ayuda al teórico. Pero cómo identificar sin temor a equivocarnos una acción u omisión con estricto valor moral. El deber en general reside en la idea de una razón que determina la voluntad por fundamentos a priori. Al punto tal que incluso podría tratarse de un deber de cuya experiencia no se conoce ningún caso o que fuera irrealizable. Las leyes morales deben servir para todo ser racional en general y no solo para el ser humano, con ciertas contingencias y excepciones, por eso es que deben buscarse principios morales universales más allá de la naturaleza humana, en el conocimiento a priori, en la razón pura. Un mandato es la representación de un principio constrictivo para la voluntad (de la razón) y la fórmula del mandato se llama Imperativo expresado por medio de un "debe ser". ¿Cómo puede pensarse la contricción de la voluntad que el imperativo expresa en el deber? el problema de determinar con seguridad y universalidad qué acción fomenta la felicidad para un ser racional es insoluble, porque necesita un pensamiento omnisciente. La felicidad es un ideal que pertenece a la imaginación, no a la razón, de base empírica. No es posible determinar si existió alguna vez la acción con valor moral porque no es posible estar seguro de si no hay alguna causa oculta tendiente a satisfacer un provecho propio o temor. El imperativo puede ser hipotético o categórico. El imperativo categórico o ley de la moralidad es necesaria incondicional para la voluntad. Es una proposición sintético-práctica a priori. Habría que presuponer una razón que tenga pleno poder sobre todas las causas determinantes subjetivas. eso que llamamos deber podría quedar sin definir, como un concepto vacío, pero algo pensamos cuando hablamos de él. El imperativo universal del deber podría formularse también así: obra como si la máxima de tu acción debiera volverse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza. Deducir la realidad de ese principio fuera de las propiedades particulares de la naturaleza humana. ¿Es una ley necesaria para todos los seres racionales juzgar siempre sus acciones según máximas tales que ellos puedan querer que deban servir de leyes universales? (¿es necesario juzgar las acciones según leyes universales?). El ser racional existe como fin en sí mismo, no solo como medio para el uso arbitrario de esta o aquella voluntad (¿adminte la posibilidad moral del hombre como medio para otro hombre?) El deseo general de todo ser racional debe ser librarse de sus inclinaciones. El agente es un fin en sí mismo y no es intercambiable. La naturaleza racional existe como fin en sí mismo y esto es principio universal. El imperativo práctico: "obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio". La actividad de la voluntad es universalmente legisladora. La voluntad se autolegisla. Un concepto fructífero para una voluntad que se autolegisla es el de reino de los fines. La legislación del reino de los fines, donde cada ser racional es un miembro y legislador, debe ser posible a partir de la voluntad. La voluntad ha de auto-legislarse con máximas como si fuera legisladora universal. La autonomía es el fundamento de la dignidad. El valor de la legislación del reino de los fines, es el respeto. El valor de la fidelidad, la benevolencia por principio (no por instinto) no está sino en las convicciones. La naturaleza racional se separa de las demás porque se pone a sí misma un fin. Sublimidad al obrar así más aun con la naturaleza en contra no respondiendo a su reino artificial. La moralidad es la relación de las acciones con la autonomía de la voluntad, esto es con la legislación universal posible por medio de máximas de la misma. Las acciones compatibles son permitidas y las que no, prohibidas. La voluntad cuyas máximas concuerden necesariamente con las leyes de la autonomía, es una voluntad santa, absolutamente buena. La dependencia en que una voluntad no absolutamente buena se halla respecto del principio de la autonomía -la constricción moral- es obligación. La necesidad objetiva de una acción por obligación se llama deber. LA AUTONOMIA DE LA VOLUNTAD COMO PRINCIPIO SUPREMO DE LA VOLUNTAD. El principio de la autonomía es elegir que las máximas de la elección en el querer, sean concebidas al mismo tiempo como ley universal. Y esta regla práctica es un imperativo. En la heteronomía de la moral está el origen de los principios morales ilegítimos. Se dan ahí los imperativos hipotéticos. Es muy distinto hacer un hombre feliz que un hombre bueno y lo mismo los principios en que se basan.
Crítica a la Fundamentación de la metafísica de las costumbres
A mi entender en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, se incluyen ciertas premisas, que no se manifiestan en la experiencia –desde ya que el propio Kant era consciente de ésto y por eso había dicho que nunca se cruzó con ese hombre de autonomía ideal-, a saber: primeramente, creo yo, que nuestro pensamiento, inclusive aunque esté libre de toda contaminación fenomenológica, no podría producir -o tener a priori- preceptos morales distintos a las ideas que se nos presentan desde la práctica experimental, porque todo aquello que es previo en nuestros pensamientos, ha de ser el resultado de las experiencias de nuestra Especie, que nos llegan a través del ácido desoxirribonucleico, yo lo llamo el know how con el que nace el individuo, de modo que son experiencias en un entorno similar, y no deberíamos contar con nociones innatas distintas a las que nos sugiere la realidad, de otro modo sería algo así como que nuestro pensamiento se comunicara con otro universo de naturaleza distinta al que es causa de nuestras impresiones. Y aun así, habría que demostrar que los principios sugeridos por nuestras nociones innatas son de una mayor calidad moral.
En segundo lugar, atribuir absoluta autonomía y voluntad sobre nuestros actos, incluso en este sentido al propio Kant le llama la atención la facilidad que tenemos, sobre todo, dice, en el conocimiento vulgar, para juzgar lo bueno y lo malo, tanto más que para teorizar. Sin embargo, a mi entender, ese supuesto juicio, no sería otra cosa que parte de nuestra actividad deseante. Ya que lo único que tiene que hacer una persona para juzgar es describir la idea que le viene en mente, es un acto de descripción, no de juicio, el que realizaría la mente. Luego, a partir de estas premisas, importantes, quedará tergiversada el resto de la naturaleza humana y de todas las cosas. Y así la primera derivación para mí infundada es que a falta de encontrarle un uso apropiado a un órgano humano que molesta, inventa uno, el que le parece que mejor se acomoda, a ese convencimiento de que contamos con una voluntad buena e infalible y entonces como percibe que el hombre necesita sentirse digno -con lo cual sí que estoy de acuerdo- pero, encontrando que los deseos de dignidad son contrarios a otros deseos, de placer y necesidad, más fuertes, decide declararle la guerra a esos deseos ya que nos desvían de la dignidad que nos hacen sentir los actos con valores morales y entonces pone a la razón a pelearse consigo misma, puesto que es el mismo individuo el que estará en guerra consigo mismo. Pero no sería propio de una naturaleza sabia darle al hombre un órgano pensante para que deje de pensar y se ponga a controlar otras cosas y luchar con otras partes suyas para mantenerlas a raya, sería como buscarle al olfato otro uso que no sea el olfato, antes bien, le hubiera quitado las otras partes para que no se tenga que andar peleando consigo mismo. Tal vez la contrariedad entre los deseos de dignidad y los de necesidad encontrara sus causas en factores externos a la naturaleza del ser humano tales como una sociedad que se caía a pedazos y no daba lugar a demasiada dignidad.
Con respecto a la necesidad de dignidad, me parece imprescindible su plena satisfacción, aunque no lo interpreto en el sentido de mandatos de la razón, sino como me parece que también nos llegan: como deseos.
Kant parte de que la voluntad buena es el valor más apreciado hacia alguien, que tiene valor en sí mismo aunque no logre nada, y la define como una acción por deber y opuesto al deseo, es decir, absolutamente desinteresada y que el fin de la razón es guiar al hombre hacia una voluntad buena. Pero si prestamos atención encontraremos una paradoja: dignidad o voluntad buena o valor moral de la acción son conceptos paradójicos que se anulan a sí mismo ya que por el simple hecho de ser un concepto encierra un significado y por lo tanto un interés y hacen referencia a un modo de ser desinteresado, luego tenemos un interés por el desinterés lo cual es paradójico. En este sentido, el acto moral no es humano pues sería imposible hasta pensarlo, porque habría un testigo, uno mismo, como dice Hannah Arendt respecto de la “buena acción”. Y al decir “el valor más apreciado hacia alguien” está poniendo el foco en el testigo, hacia ese alguien. Aunque Kant dice que hay un interés: el respeto por la ley, una ley a priori, universal, que tiene valor en sí misma. Entonces el acto moral libre de inclinaciones estaría inclinado hacia algo.
Tanto Kant como Spinoza buscan un marco teórico para encausar nuestras acciones hacia lo más conveniente para la humanidad. Uno imagina al universo como un todo desde afuera al tiempo que acepta lo que le presentan sus ojos en lo inmediato y reacomoda el pensar y el obrar hacia un tipo de vida que conlleve una sensación de eternidad en la finitud, con todos los hombres descansando en el sosiego de ser parte de un Todo y aceptando que no hay tal cosa como la voluntad y puesto que varios individuos que comparten un mismo efecto son una única cosa individual, sería la humanidad potenciada por un mismo deseo compartido: de saber más y más sobre las cosas y el Todo. El otro la mira desde el sujeto, desde el cogito, supone una voluntad medianamente autónoma y una razón que nos ha sido dada para hacerla buena, y nuestra razón ya nos viene con una definición a priori incluida que debemos indagar sin contaminación fenomenológica: el ideal universal racional del obrar. El sentimiento del deber está en nosotros y obrar por respeto a la ley nos da la mayor de las satisfacciones por encima de cualquier felicidad del bienestar, luego la razón debe doblegar a la voluntad para hacerla buena y lograr esta satisfacción al tiempo que este universo de seres racionales, sería el más conveniente en su conjunto.
En última instancia, de lo que se trata es de la ubicación en el orden causal del imperativo categórico o ley moral. Para Kant es una ley para seres racionales -la naturaleza humana es solo una posibilidad- y que el hombre juzga buena y alcanzaría su mejor estado de satisfacción si pudiera hacer que su voluntad venciera a sus inclinaciones para seguirla. Para Spinoza es una ley natural universal que llega como deseo, se prolonga en la mente con la idea de ese deseo y en el juicio o afirmación implícita en esa idea del deseo, y la mente pensante, solo pensando, puede influir en sus deseos y crear otros como si fueran cuerpos mecánicos, para que estén en armonía con aquellos deseos morales (es decir, el deseo de ser moral). Desear ser moral es ley universal.
Al analizar qué es lo que debe ser protegido moralmente, Kant dice que a los seres racionales, quedando fuera el medio ambiente y todos los seres irracionales. En la filosofía de Spinoza llegaríamos por sabiduría a desear cuidar el medio.
Esa "voluntad buena" es un deseo con su afirmación (determinación) implícita que competirá con otros deseos.
Se me ocurre que un hombre que se abrace a un fin último de cierta dignidad por cierta autonomía que le permite decidir guiarse por ciertos principios universales, aunque todo lo que lo rodea le dice lo contrario, no tardará mucho en odiarse a sí mismo cuando encuentre que su voluntad vino fallada y eso no es un buen comienzo para ninguna ética.
Es una idea de principito. Respeto, dignidad, convicciones y sublimidad. Cuanto más esfuerzo y padecimientos, mejor.
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La mejor forma de lograr un ambiente moralmente aceptable es que las cosas hagan actividades que las perturben poco
entre sí o que las lleve a querer hacerlo en conjunto. Comparar una biblioteca con un salón de baile.
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