La ontología de la "justicia"

En su estudio sobre la cultura trobliandesa, Malinowski critica a sus predecesores por igualar ausencia de instituciones judiciales a ausencia de justicia. Y en un análisis etnográfico con trabajo de campo, empírico descriptivo, muestra que es totalmente a la inversa: hay justicia, porque no hay instituciones judiciales como tales, separadas del individuo y del entramado social. Precisamente porque el cumplimiento de las obligaciones y el reclamo por derechos no existen como conceptos, no han sido fabricados por un deseo de poder, luego seudo-identificados y extirpados para así arrogárselo terceros, en las islas Trobliand, cada uno siente una fuerte necesidad de no ser descubierto desoyendo el comportamiento tradicional para no perder su honor, es decir, por temor a la verguenza, y siempre se da que cuando es posible evitar una acusación, se la evita, y solo en casos extremos como la afectación directa de otro miembro de la sociedad o cuando la situación se torna insostenible se recurre a la acusación más allá de la cual casi siempre el castigo es autoimpuesto, ya que es tal el dolor por la verguenza pública, por la pérdida de las aspiraciones individuales que eso implica, que por lo general el acusado acaba recurriendo al suicidio, como medio para terminar con su dolor y como medio muy poderoso de denuncia, cuando siente que ha sido maltratado injustamente en dicha situación deshonrosa que le tocó padecer. Poco lugar queda entonces para una justicia negativa, con leyes criminales.

Dada esta introducción me gustaría repasar las genealogías acerca de la justicia en los pueblos cristianos y otros, donde la justicia ha forjado su propia entidad.