Una anécdota de Guillermo el Mariscal, incluída en "Abelardo y Eloisa (Pernoud, pp 60 aprox), denota que en la Edad Media, antes de la existencia de la burguesía, el adulterio u otros delitos como el de la anécdota, un monje escapando con una mujer que previamente raptó, para vivir juntos unidos por amor, podemos llamarlo debilidades por el mal de amor, son vistos con pena e indulgencia. Los hijos ilegìtimos tenían derecho y de hecho vivían y eran educados en su casa paterna sin prejuicios. Aunque sí existía el signo de bastardía y el hijo bastardo no tenía derecho a ciertos cargos sobre todo religiosos, pero abundaban las excepciones Y por otro lado muestra que la usura, vivir de la renta, del trabajo de otros, es reprochado, criticado y castigado como un crimen vil.
Esta moral se invertirá en el Renacimiento.
Contrariamente a lo que se suele creer, es en el SXVIII cuando Napoléon asegura por ley que la madre deba hacerse cargo ella sola y sin ayuda, de la maternidad ilegítima incluso se prohíbe delatar la identidad del padre.
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