El hombre, para tener una vida humana se hace de condiciones, y ha conocido ciertas actividades: labor, trabajo, acción, meditación y conducta. Las tres primeras representan la vita activa. La labor es individual y no requiere condición humana así como tampoco el trabajo que solo agrega a la transformación individual de la naturaleza, su aspecto social. La acción es la actividad del hombre libre que busca destacarse e inmortalizarse, es una actividad donde la presencia de los otros es indispensable -la acción del hombre aislado carece de sentido- es la propia del político de la Grecia de Sócrates, Platón y Aristóteles, donde los hombres libres escapaban del despotismo familiar de esclavos, extranjeros y cabezas de familia despóticos, para relacionarse entre pares como libres y enfrentarse como príncipes, como rescata Maquiavelo al describir la vida de los príncipes feudales del Medioevo, antes de que el último chispazo de acción se apagara. El filósofo reconoce que la inmortalidad que les enseñan sus dioses, son de su misma naturaleza, solo que no mueren. Herodoto recuerda que en su visita a Oriente, conoció un dios distinto, atemporal e inmaterial y es Sócrates el que da muestras de preferir esto: la eternidad a la inmortalidad de la vida política -o de una gran obra-. Por eso no escribe. Para el hombre, la sensación de eternidad solo es posible experimentarla, en cierto modo, pensando en ella, observándola, es decir, meditando. Y dejaría de ir tras la eternidad tan pronto como se pusiera a escribir su obra. Pero no deja de reconocer la libertad como principal concepto de la política, actividad de acción, actividad pos-necesidad -ya resuelta en el grupo familiar-. El despotismo familiar, es modelo del feudo y luego del Estado-Nación actual, aunque el rey benévolo y déspota es reemplazado por un gobierno aparentemente de nadie, de la burocracia, y que se le hace imprescindible excluir, a través de innumerables normas, toda posibilidad de acción y promueve una nueva actividad, la conducta, en pro de una igualdad que huele a conformismo y que llega a todos los niveles de la sociedad estamental primero y clasista en el SXIX. La política perdió su significado griego original, hombre político, aquel hombre que deja de ser bárbaro al reemplazar la violencia despótica por la acción y el discurso persuasivo, fue mal traducido por el latín primero, a hombre social y luego en el Medioevo a hombre racional y hoy nos vemos ante una gran familia, con su antiguo despotismo modernizado bajo la figura de la burocracia y su antiguo objeto, satisfacer necesidades. La economía, sus estadísticas, solo atienden a las leyes de los grandes números, y el Ser adecuado es un ser que obedezca a las tendencias, "normal". El acontecimiento histórico es ignorado. Un cuerpo político más poblado, beneficia a lo social -que necesita que se cumplan las leyes de los grandes números- sobre lo político. La estadística, el tratamiento matemático de la realidad, era desconocida antes de la Edad Moderna. Inversamente, el ideal político nada inofensivo es que la uniformidad y conformismo de la rutina del vivir cotidiano se adecuen a la perspectiva científica estadística, apenas sustentable por la hipótesis liberal de una "armonía de intereses" de la economía clásica. El obstáculo a una armonía social suave, a una gran familia, a la "ficción comunista", no eran las diferencias de clase, sino los residuos monárquicos, que no permitían el ascenso político de lo social y llegar al gobierno de una "mano invisible" es decir, nadie, el pasaje del Estado a la pura administración, que no necesitaba de ninguna revolución y no significaría ningún "reino de la libertad". La conducta es reemplazada por la burocracia. El gobierno de uno, por el de nadie. Las "ciencias del comportamiento" acompañan a la economía para formar este hombre condicionado en la sociedad de masas y la "conducta social" es modelo universal de conducta. El trabajo, actividad para la vida, ha trascendido lo privado y se ha adueñado de lo público, domina el espacio social (primero se emancipó la actividad laboral, después el hombre). Lo privado y lo político, no han sabido defenderse. El trabajo, a partir de la división del trabajo y el mecanicismo, buscando especialización, ha buscado excelencia al punto que trabajo paso de su significado negativo de esfuerzo extremo por la supervivencia, a ocupar el lugar de la virtud (arete griega) de la esfera pública.
Lo público, espacio común donde el individuo es escuchado y oído por los otros, solo sostenible con la presencia de objetos compartidos, único lugar que permite experimentar una inmortalidad a través de obras compartidas, es avasallado por el hombre masificado en la gran familia de lo privado privativo de lo público, privación que pasa desapercibida desde la moral cristiana negativa hacia lo mundano y que considera los asuntos públicos una carga a evitar, pero necesaria que algunos preserven, los gobernantes, debido la perversidad del hombre. En estas circunstancias el hombre moderno -incluso luego de su secularización- perdió la posibilidad y el interés por experimentar la inmortalidad. El socialismo de Marx, desde otra concepción de la naturaleza humana, vislumbró ese marchitamiento de la esfera pública que empezaría por convertirse en una "organización doméstica" de alcance nacional hasta su desaparición en una impersonal administración.
La propiedad y la riqueza, casi vistas hoy -en la concepción económica moderna- como una misma cosa, eran casi opuestas en la Antigüedad. La riqueza no reemplazaba a la propiedad, para obtener ningún derecho de ciudadanía que no se tuviera antes de poseer riqueza por ejemplo de extranjeros o esclavos. Y la propiedad era algo sagrado, el que era castigado con la expulsión del cargo público también perdía su propiedad y ésta incluso podía ser destruida, el que perdía su puesto público por otros motivos fortuitos, mantenía su sitio privado sagrado oculto a los ojos de los otros. Es decir que propiedad estaba estrechamente vinculada a lo público y a lo sagrado y la riqueza no. La ley era una muralla espacial sin la cual no podía haber recinto político. Y la propiedad privada era sagrada tanto para el acceso a la vida política pública, como para el acceso al espacio privado íntimo. Si lo primero era lo máximo a que podía aspirar la existencia humana, lo segundo era lo último sin lo cual no podía considerarse una existencia como humana. La riqueza privada no respondía a fines de acumulación, sino que servía puntualmente para disponer del tiempo para la vida pública. Su ausencia podía significar una vida "obligada", esclava, por la pobreza. En la época de la polis-Estado, el propietario que descuidaba la vida pública para ampliar su propiedad -no la propiedad sagrada que es su sitio en el mundo que vinimos mencionando hasta ahora, sino la propiedad donde los esclavos trabajan para él y puede aumentar sus riquezas- era visto como siervo de la necesidad. La enorme acumulación moderna expropió primero, emancipó a los desposeídos luego. La acumulación de riqueza no admite ningún cuidado sobre la propiedad privada, necesaria para participar en la vida pública. La propiedad es robo por sus orígenes. La expropiación general podría curar el mal de la pobreza, pero atraería el mal de la tiranía (Proudhon). (Nota mía: Sin embargo, esto no es así en las sociedades sin propiedad privada. En las sociedades tradicionales que respetan y comparten el suelo como se comparte una madre entre hermanos. Hannah está centrada en lo que ocurre en Inglaterra en los orígenes del capitalismo). Los propietarios reclamaron acceso a la esfera pública, no para participar del gobierno, sino para usar lo público para seguir acumulando riquezas. La riqueza privada es menos perdurable y solo tiene sentido en un proceso de acumulación. Al convertirse la riqueza en interés público, la contradicción de un gobierno común para proteger los intereses privados se resuelve con la desaparición de lo público y lo privado y su reemplazo por lo social, convertido en función de lo privado y único interés común en pie.
El haber llevado a un denominador común cualquier objeto intercambiable mediante el dinero, dio lugar a propiedades de otro tipo, no mundanas, no tangibles, como el cuerpo y la fuerza de trabajo.
La esfera privada tenía dos aspectos no privativos: primero: la fuerza impulsora de la necesidad, sin la cual lo común no sirve y se confunde libertad con obligado por la necesidad; segundo: las cuatro paredes único lugar entre las cuales uno no es visto ni oído y es auténtico y profundo y donde ocultar lo que ha de ocultarse de la publicidad. El cuerpo, fuerza de trabajo, otrora del ámbito privado, esclavos y mujeres, ahora no necesita ocultarse, de ahí la emancipación de mujeres y trabajadores, pues ya no necesitan ocultarse las funciones corporales y los intereses materiales.
Privado es futilidad, necesidad y vergonzoso, público es permanencia, libertad y honor. Pero también lo que ha de ocultarse frente a lo que necesita exhibirse.
Cada actividad encuentra su lugar entre estos dos ámbitos. Sócrates nos mostró que el sabio no existe y con ello el amor a la sabiduría o filosofía. Actividad solitaria, pero no a solas, ya que en última instancia hay un diálogo con uno mismo. El intento de mostrar la existencia del sabio sería su cancelación. La bondad, como concepto universal del bien, no relativo a algo ni excelencia en algo, incluye las "buenas acciones". Posiblemente tomando el ejemplo de Jesús de Nazaret cuya única acción era la bondad, pero de la cual decía que no era posible el hombre bueno, pues exige privacidad absoluta, los hombres amaron la bondad. A diferencia de la filosofía, la bondad está al alcance de todos, por lo tanto tiene valor político, pues no exige vida solitaria, de hombre en diálogo consigo mismo, sino hombre en solitario. Y el cristianismo hizo de esto una actividad. Y alienó al mundo y sobrevivió al incumplimiento de todas sus esperanzas escatológicas. Pero ha de hacerse sin dejar huella, ni siquiera en recuerdo y por tanto no acepta como testigo ni siquiera a uno mismo. Es una actividad negativa pues es incompatible con la vida pública y si no fuera por la presencia de Dios como testigo, dejaría de ser humana. Maquiavelo lo vislumbro y se animó a enseñar cómo "no ser bueno". Innecesario sería aclarar que eso no significa, incluso es contrario a enseñar a ser malo. El acto criminal, también necesita huir de ser visto y oído por los demás. El criterio de Maquiavelo para la acción política era la gloria, el mismo que en la antigüedad clásica. Y la maldad no puede brillar más gloriosa que la bondad. Y todos los métodos que llevan a "ganar más poder que gloria" son malos. La maldad que surge de lo oculto es impúdica y la bondad que surge de lo oculto se cancela en sus propios términos. Por tanto para Maquiavelo las alternativas eran o el cuerpo público corrompía al cuerpo religioso o éste corrompería al público. La Iglesia, creando nuevas órdenes para no desaparecer y enseñando al pueblo a ser bueno en lugar de resistir al mal, permite a los "perversos gobernantes hacer todo el mal que les place". Lo que estamos repasando son algunas actividades de la vita activa, desde su significado político.
La acción es iniciativa. Actuar, tomar una iniciativa, comenzar (como indica la palabra griega archein, "comenzar", "conducir" y finalmente "gobernar"), poner algo en movimiento (que es el significado original del agere latino). Los sucesos infinitamente inesperados como la vida a partir de materia inorgánica, o la Tierra, puesto que lo que responde a lo esperado es certeza en lo cotidiano, lo infinitamente inesperado sería milagro. Así también puede verse la aparición de la Acción en el hombre. El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que cabe esperarse de él lo inesperado.
La acción y el discurso son parte de un todo de agentes, otros, objetivo, pero también son representaciones donde el agente se da a conocer. No hace falta valor o el valor es el darse a conocer.
El agente es actor, pero no autor, de su obra, su historia. La obra es impredecible y el que la interpreta mejor que el propio actor es el historiador. Es decir que es una obra para ser interpretada posterior a la muerte del actor. Por eso para crear una identidad inmortal había que actuar y morir pronto como Aquiles, inmediatamente después se su acción, porque recién entonces comenzará su interpretación. En la Grecia antigua el legislador podía ser cualquiera, incluso traído de afuera, para construir las murallas, las fronteras del recinto donde recién ahí actuarían los políticos, actividad reservada exclusivamente a ciudadanos atenienses. El que hacía las leyes no era parte de la esfera política, solo creaba utensilios como lo podía hacer el arquitecto. Roma en cambio, se dedicó a fundar y a legislar. Algo que para los atenienses hubiera sido actividad pre-política. Cuando Sócrates prefiere la legislación y la votación y el renunciamiento a la acción humana lo hace porque es más confiable que la futilidad, volatilidad e inseguridad de ésta. Asociado a la futilidad de la acción es el hecho de que el principal objetivo de la polis era garantizar su perdurabilidad. Y el remedio a su carácter de irreversible es la capacidad de perdonar y el remedio de su carácter de no conjeturable es su capacidad de hacer y mantener las promesas. El perdón rompe la causalidad esperada que es la venganza o el castigo. Aunque tal vez lo inauguró Jesús, su sentido no se circunscribió a lo religioso. Se perdona para dar un fin a una secuencia infinita. Más allá tal vez de la única característica certera que es la muerte, el hombre se ha dado otra característica que es el nacimiento que acompaña al acto inesperado. Y la acción, es el acto inesperado que caracteriza al hombre que, al precio de la impredecibilidad, le permite libertad sin soberanía, una soberanía que no puede tener en la pluralidad de un mundo de muchos seres como él; el pacto –inaugurado tal vez con Abraham, que pactó con Dios- es un intento de asegurar el futuro, y es la fuerza que mantiene unidas a las personas dentro del espacio público de acción agregando una certidumbre siempre parcial. El pacto y el perdón pueden darse en tanto que haya otros, ya que no podemos pactar o perdonar con nosotros mismos; pertenecen a la escena entre semejantes que el hombre se construye para establecerse como un ser con iniciativa; promesa y perdón son los dos preceptos morales que no se aplican a la acción desde alguna supuesta autoridad.
Para Nietzsche el "animal del instante" que contaba con la capacidad del olvido, desinhibido, sin la cual es imposible un presente, pagó a fuego la "cría" de ese hombre responsable apto para hacer promesas. El origen de ese hombre es cruel porque en sus orígenes los que tenían que hacer promesas eran la figura del deudor y los ciudadanos por disfrutar de las ventajas de la ciudad. Pero de acuerdo a los axiomas de la mnemónica y psicología más antigua, recordamos, al menos con la seguridad que se pretendía, por dolor, de modo que las promesas se imprimían en la memoria con exposiciones públicas de suplicios o torturas o dejando "a cuenta" algo extremadamente valioso (cualquier cosa imaginable encontrará su lugar seguro en el anecdotario). Cuando no se cumplía con una promesa, como resarcimiento, el damnificado o el legítimo poder punitivo (de acuerdo a reglas tabuladas minuciosamente que establecían "hasta dónde por ejemplo se debía amputar") podía disfrutar haciendo sufrir al culpable (notar que la palabra culpa deriva de deuda, origen que poco tiene de moral) y ésto era una buena regla para no olvidar para los espectadores, y no se trataba de venganza, sino de placer por hacer sufrir, otra cualidad del hombre que hoy está vigente con prácticas menos dolorosas porque que el hombre cada vez siente más dolor por las mismas cosas. En síntesis, para Nietzsche, la capacidad de prometer, es parte del precio que el hombre paga para luchar contra sus instintos por creerse, falsamente, que posee una voluntad libre y luego sentir vergüenza de sí mismo, y no lo hace desde una posición de crítica, sino de denuncia directa a una tergiversación malintencionada de valores.
Lo público, espacio común donde el individuo es escuchado y oído por los otros, solo sostenible con la presencia de objetos compartidos, único lugar que permite experimentar una inmortalidad a través de obras compartidas, es avasallado por el hombre masificado en la gran familia de lo privado privativo de lo público, privación que pasa desapercibida desde la moral cristiana negativa hacia lo mundano y que considera los asuntos públicos una carga a evitar, pero necesaria que algunos preserven, los gobernantes, debido la perversidad del hombre. En estas circunstancias el hombre moderno -incluso luego de su secularización- perdió la posibilidad y el interés por experimentar la inmortalidad. El socialismo de Marx, desde otra concepción de la naturaleza humana, vislumbró ese marchitamiento de la esfera pública que empezaría por convertirse en una "organización doméstica" de alcance nacional hasta su desaparición en una impersonal administración.
La propiedad y la riqueza, casi vistas hoy -en la concepción económica moderna- como una misma cosa, eran casi opuestas en la Antigüedad. La riqueza no reemplazaba a la propiedad, para obtener ningún derecho de ciudadanía que no se tuviera antes de poseer riqueza por ejemplo de extranjeros o esclavos. Y la propiedad era algo sagrado, el que era castigado con la expulsión del cargo público también perdía su propiedad y ésta incluso podía ser destruida, el que perdía su puesto público por otros motivos fortuitos, mantenía su sitio privado sagrado oculto a los ojos de los otros. Es decir que propiedad estaba estrechamente vinculada a lo público y a lo sagrado y la riqueza no. La ley era una muralla espacial sin la cual no podía haber recinto político. Y la propiedad privada era sagrada tanto para el acceso a la vida política pública, como para el acceso al espacio privado íntimo. Si lo primero era lo máximo a que podía aspirar la existencia humana, lo segundo era lo último sin lo cual no podía considerarse una existencia como humana. La riqueza privada no respondía a fines de acumulación, sino que servía puntualmente para disponer del tiempo para la vida pública. Su ausencia podía significar una vida "obligada", esclava, por la pobreza. En la época de la polis-Estado, el propietario que descuidaba la vida pública para ampliar su propiedad -no la propiedad sagrada que es su sitio en el mundo que vinimos mencionando hasta ahora, sino la propiedad donde los esclavos trabajan para él y puede aumentar sus riquezas- era visto como siervo de la necesidad. La enorme acumulación moderna expropió primero, emancipó a los desposeídos luego. La acumulación de riqueza no admite ningún cuidado sobre la propiedad privada, necesaria para participar en la vida pública. La propiedad es robo por sus orígenes. La expropiación general podría curar el mal de la pobreza, pero atraería el mal de la tiranía (Proudhon). (Nota mía: Sin embargo, esto no es así en las sociedades sin propiedad privada. En las sociedades tradicionales que respetan y comparten el suelo como se comparte una madre entre hermanos. Hannah está centrada en lo que ocurre en Inglaterra en los orígenes del capitalismo). Los propietarios reclamaron acceso a la esfera pública, no para participar del gobierno, sino para usar lo público para seguir acumulando riquezas. La riqueza privada es menos perdurable y solo tiene sentido en un proceso de acumulación. Al convertirse la riqueza en interés público, la contradicción de un gobierno común para proteger los intereses privados se resuelve con la desaparición de lo público y lo privado y su reemplazo por lo social, convertido en función de lo privado y único interés común en pie.
El haber llevado a un denominador común cualquier objeto intercambiable mediante el dinero, dio lugar a propiedades de otro tipo, no mundanas, no tangibles, como el cuerpo y la fuerza de trabajo.
La esfera privada tenía dos aspectos no privativos: primero: la fuerza impulsora de la necesidad, sin la cual lo común no sirve y se confunde libertad con obligado por la necesidad; segundo: las cuatro paredes único lugar entre las cuales uno no es visto ni oído y es auténtico y profundo y donde ocultar lo que ha de ocultarse de la publicidad. El cuerpo, fuerza de trabajo, otrora del ámbito privado, esclavos y mujeres, ahora no necesita ocultarse, de ahí la emancipación de mujeres y trabajadores, pues ya no necesitan ocultarse las funciones corporales y los intereses materiales.
Privado es futilidad, necesidad y vergonzoso, público es permanencia, libertad y honor. Pero también lo que ha de ocultarse frente a lo que necesita exhibirse.
Cada actividad encuentra su lugar entre estos dos ámbitos. Sócrates nos mostró que el sabio no existe y con ello el amor a la sabiduría o filosofía. Actividad solitaria, pero no a solas, ya que en última instancia hay un diálogo con uno mismo. El intento de mostrar la existencia del sabio sería su cancelación. La bondad, como concepto universal del bien, no relativo a algo ni excelencia en algo, incluye las "buenas acciones". Posiblemente tomando el ejemplo de Jesús de Nazaret cuya única acción era la bondad, pero de la cual decía que no era posible el hombre bueno, pues exige privacidad absoluta, los hombres amaron la bondad. A diferencia de la filosofía, la bondad está al alcance de todos, por lo tanto tiene valor político, pues no exige vida solitaria, de hombre en diálogo consigo mismo, sino hombre en solitario. Y el cristianismo hizo de esto una actividad. Y alienó al mundo y sobrevivió al incumplimiento de todas sus esperanzas escatológicas. Pero ha de hacerse sin dejar huella, ni siquiera en recuerdo y por tanto no acepta como testigo ni siquiera a uno mismo. Es una actividad negativa pues es incompatible con la vida pública y si no fuera por la presencia de Dios como testigo, dejaría de ser humana. Maquiavelo lo vislumbro y se animó a enseñar cómo "no ser bueno". Innecesario sería aclarar que eso no significa, incluso es contrario a enseñar a ser malo. El acto criminal, también necesita huir de ser visto y oído por los demás. El criterio de Maquiavelo para la acción política era la gloria, el mismo que en la antigüedad clásica. Y la maldad no puede brillar más gloriosa que la bondad. Y todos los métodos que llevan a "ganar más poder que gloria" son malos. La maldad que surge de lo oculto es impúdica y la bondad que surge de lo oculto se cancela en sus propios términos. Por tanto para Maquiavelo las alternativas eran o el cuerpo público corrompía al cuerpo religioso o éste corrompería al público. La Iglesia, creando nuevas órdenes para no desaparecer y enseñando al pueblo a ser bueno en lugar de resistir al mal, permite a los "perversos gobernantes hacer todo el mal que les place". Lo que estamos repasando son algunas actividades de la vita activa, desde su significado político.
La acción es iniciativa. Actuar, tomar una iniciativa, comenzar (como indica la palabra griega archein, "comenzar", "conducir" y finalmente "gobernar"), poner algo en movimiento (que es el significado original del agere latino). Los sucesos infinitamente inesperados como la vida a partir de materia inorgánica, o la Tierra, puesto que lo que responde a lo esperado es certeza en lo cotidiano, lo infinitamente inesperado sería milagro. Así también puede verse la aparición de la Acción en el hombre. El hecho de que el hombre sea capaz de acción significa que cabe esperarse de él lo inesperado.
La acción y el discurso son parte de un todo de agentes, otros, objetivo, pero también son representaciones donde el agente se da a conocer. No hace falta valor o el valor es el darse a conocer.
El agente es actor, pero no autor, de su obra, su historia. La obra es impredecible y el que la interpreta mejor que el propio actor es el historiador. Es decir que es una obra para ser interpretada posterior a la muerte del actor. Por eso para crear una identidad inmortal había que actuar y morir pronto como Aquiles, inmediatamente después se su acción, porque recién entonces comenzará su interpretación. En la Grecia antigua el legislador podía ser cualquiera, incluso traído de afuera, para construir las murallas, las fronteras del recinto donde recién ahí actuarían los políticos, actividad reservada exclusivamente a ciudadanos atenienses. El que hacía las leyes no era parte de la esfera política, solo creaba utensilios como lo podía hacer el arquitecto. Roma en cambio, se dedicó a fundar y a legislar. Algo que para los atenienses hubiera sido actividad pre-política. Cuando Sócrates prefiere la legislación y la votación y el renunciamiento a la acción humana lo hace porque es más confiable que la futilidad, volatilidad e inseguridad de ésta. Asociado a la futilidad de la acción es el hecho de que el principal objetivo de la polis era garantizar su perdurabilidad. Y el remedio a su carácter de irreversible es la capacidad de perdonar y el remedio de su carácter de no conjeturable es su capacidad de hacer y mantener las promesas. El perdón rompe la causalidad esperada que es la venganza o el castigo. Aunque tal vez lo inauguró Jesús, su sentido no se circunscribió a lo religioso. Se perdona para dar un fin a una secuencia infinita. Más allá tal vez de la única característica certera que es la muerte, el hombre se ha dado otra característica que es el nacimiento que acompaña al acto inesperado. Y la acción, es el acto inesperado que caracteriza al hombre que, al precio de la impredecibilidad, le permite libertad sin soberanía, una soberanía que no puede tener en la pluralidad de un mundo de muchos seres como él; el pacto –inaugurado tal vez con Abraham, que pactó con Dios- es un intento de asegurar el futuro, y es la fuerza que mantiene unidas a las personas dentro del espacio público de acción agregando una certidumbre siempre parcial. El pacto y el perdón pueden darse en tanto que haya otros, ya que no podemos pactar o perdonar con nosotros mismos; pertenecen a la escena entre semejantes que el hombre se construye para establecerse como un ser con iniciativa; promesa y perdón son los dos preceptos morales que no se aplican a la acción desde alguna supuesta autoridad.
Para Nietzsche el "animal del instante" que contaba con la capacidad del olvido, desinhibido, sin la cual es imposible un presente, pagó a fuego la "cría" de ese hombre responsable apto para hacer promesas. El origen de ese hombre es cruel porque en sus orígenes los que tenían que hacer promesas eran la figura del deudor y los ciudadanos por disfrutar de las ventajas de la ciudad. Pero de acuerdo a los axiomas de la mnemónica y psicología más antigua, recordamos, al menos con la seguridad que se pretendía, por dolor, de modo que las promesas se imprimían en la memoria con exposiciones públicas de suplicios o torturas o dejando "a cuenta" algo extremadamente valioso (cualquier cosa imaginable encontrará su lugar seguro en el anecdotario). Cuando no se cumplía con una promesa, como resarcimiento, el damnificado o el legítimo poder punitivo (de acuerdo a reglas tabuladas minuciosamente que establecían "hasta dónde por ejemplo se debía amputar") podía disfrutar haciendo sufrir al culpable (notar que la palabra culpa deriva de deuda, origen que poco tiene de moral) y ésto era una buena regla para no olvidar para los espectadores, y no se trataba de venganza, sino de placer por hacer sufrir, otra cualidad del hombre que hoy está vigente con prácticas menos dolorosas porque que el hombre cada vez siente más dolor por las mismas cosas. En síntesis, para Nietzsche, la capacidad de prometer, es parte del precio que el hombre paga para luchar contra sus instintos por creerse, falsamente, que posee una voluntad libre y luego sentir vergüenza de sí mismo, y no lo hace desde una posición de crítica, sino de denuncia directa a una tergiversación malintencionada de valores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario