Crítica a las éticas de Spinoza de Hume y de Kant

 Para llegar al  mejor modo de ser que más les conviene a los hombres, Espinoza parte de las causas y principios primeros y de las naturalezas primeras, a lo que llama Dios, que después de considerar ciertas definiciones y axiomas -todo efecto obedece a una causa y no hay causa sin efecto y la causa implica además el conocimiento del efecto, cosas de la misma naturaleza pueden implicarse en una relación causa-efecto, pero de distinta naturaleza son independientes, una cosa es o bien causa de sí o de otra cosa, lo que es causa de sí incluye su existencia en su esencia, lo que no es causa de sí es contingente en cuanto a su existencia, libre es la cosa que existe y obra por sí misma y necesaria es la que existe y obra compelida por otra a hacerlo y otros- lo encuentra ser una substancia única (es muy notorio el procedimiento lógico que utiliza pues se permite suponer que son dos, aunque sepa que esto es falso, para poder arribar deductivamente a la conclusión de que debe ser necesariamente una sola), absolutamente infinita y eterna, única causa de sí y cuya esencia es su necesaria existencia, es decir que existe necesariamente y cuya única voluntad consiste en su necesidad y potencia de existir y de obrar y en virtud de ningún tipo de libre voluntad, ni con vistas a fin alguno, única causa primera de todas las cosas, que no podrían haber sido de otra manera y sin la cual nada puede ni ser ni concebirse, con infinitos atributos afectados por infinitos modos, para así llegar a la naturaleza de los pensamientos y cuerpo humano  derivando dos de esos atributos, los que conocemos, el Pensamiento y la  Extensión, de donde en dos cadenas equivalentes de causas suficientes y efectos, de modos de afectación de ambos atributos, alma (mente) y cuerpo , ambos finitos, cuya esencia no implica existencia, con duración, siendo el alma un modo de pensar e idea del cuerpo y cuyo principal esfuerzo es afirmar la existencia de ese cuerpo(acá Espinoza plantearía una noción de mente como instrumento para existir así como tiene el león sus colmillos), y estando el cuerpo sometido a las leyes de las extensiones, estas son, las leyes del movimiento y el reposo, principalmente la ley de inercia, la cual podría ser una derivación de una ley compartida por todas las cosas que Espinoza llama conatus o tendencia de una cosa a perseverar en su ser , sugiere que hay tres formas de conocimiento: imaginación u opinión, razonamiento y la intuición y que solo los dos últimos sirven para manejar certeza de verdad y que el necesario para conocer todas las cosas es la intuición y menciona un concepto de verdad muy sugerente como concepto de poder (la verdad contiene su medida y también es la medida de lo falso aunque también está haciendo referencia a verdad como completitud de la idea), que mayormente los errores son de interpretación, al definir lo que es una idea  dice que no consiste ni en palabras -con las que significamos las cosas- ni en imágenes -de las cosas que imaginamos-, ya que la idea es un modo de pensar y las otras dos son extensiones en esencia movimientos corpóreos, es decir, son de naturalezas diferentes. Pero además la idea no está "muda", es un concepto que dice cosas, lleva implícita afirmaciones. Y no es potestad del hombre afirmarlas o rechazarlas, como se ve cuando experimentamos que no podemos querer contrariamente a como sentimos ni aun con palabras que expresen lo contrario ni intentando anular el juicio, pues percibir es afirmar, y la afirmación implícita en la esencia de la idea difiere en cada idea, de hecho la potencia de pensamiento necesaria para afirmar algo verdadero no es la misma que la que necesitamos para afirmar algo que es falso. Es por eso que la voluntad es simplemente una construcción humana, un modo de pensar, que universaliza las voliciones que están implícitas en cada una de sus ideas, pues las ideas llevan implícita su afirmación, de la cual el hombre es consciente, pero no es causa adecuada, e ignora además cuál es esa causa adecuada, y ese es el motivo por el que cree ser poseedor de una libre voluntad. Respecto a su utilidad para la vida, conocer que obramos por mandato de Dios y participamos de su naturaleza, nos otorga sosiego y más cuanto más lo conocemos y nos enseña que en esto ha de residir nuestra felicidad o beatitud y nos induce a guiarnos por el amor y el sentido del deber y conocer que compartiendo la misma ley, se siguen todas las cosas con la misma necesidad con que se sigue de la esencia del triángulo que sus tres ángulos valen dos rectos, nos enseña que, a los sucesos de la fortuna, los contemplemos y soportemos con ánimo equilibrado frente a las dos caras de la suerte. Socialmente nos enseña a no odiar, ni envidiar, ni encolerizarnos, ni burlarnos ni despreciar a nadie. A contentarse cada cual con lo suyo y "a auxiliar al prójimo, no por mujeril misericordia, ni por parcialidad o superstición, sino sólo por la guía de la razón, según lo demanden el tiempo y las circunstancias" y " en cuanto a la sociedad civil...no para que sean siervos, sino para que hagan libremente lo mejor". (Por más que el procedimiento de la Ética pareciera en apariencia responder a un racionalismo ingenuo, el hecho de que cuando al autor se le presenta optar por el racionalismo a ultranza y la realidad opta por la realidad así como otras señales que van desde su propio título hasta el tipo de hombre que describe como el más conveniente para sí mismo y para todos los hombres, muestra que la filosofía de Spinoza no se dirige a una vida meditativa y fuera de lo mundano, sino hacia un ideal de hombre en una sociedad ideal que él la encuentra similar a una especie de democracia de hombres libre pensadores. Es decir, en el extremo de su filosofía, está la política, y esta obra pudo bien haber sido un instrumento ideológico, para enfrentar autoritarismos religiosos y monárquicos en la Holanda de su época. Habiendo llegado a determinar las características de la naturaleza humana, tomará ésta como causa inmediata, dejando a Dios, que es la primera, pero no la inmediata, al referirse a los aspectos fenomenológicos que rodean al ser humano, en particular a las pasiones y a los modos de pensar. Es decir que hará un cambio desde una ontología general a una particular. Estudiará los afectos, en tanto afecciones del cuerpo, contando con que cumplen también las mismas leyes mecanicistas que el resto de los cuerpos, que son cosas individuales, por tanto finitas y abarcadas por el atributo de la Extensión y en tanto afecciones del alma, una concepción de ésta como modos de pensar, cuyo actuar es pensar, y cuyas cosas individuales son modos de pensar, tales como las ideas y la idea que es el alma, que es la idea que afirma la potencia de existir del cuerpo y las ideas que afectan al cuerpo. Luego de encontrar que la voluntad del hombre no es libre, se concentra en los afectos, pues ve en ellos la esencia del ser humano en cuanto impulsado a perseverar en ser: el deseo y más adelante intentará dar con alguna forma de "sacárselos de encima", es decir, liberar al hombre de su servidumbre ante a sus deseos  y encontrará una respuesta parcial que no consistirá en deshacerse de ellos, sino de usarlos, a partir de entender cómo funcionan . Decimos que obramos cuando somos causa adecuada de algo que ocurre, dentro o fuera de nosotros, y que padecemos cuando algo ocurre en nosotros o somos causa parcial. Los afectos  son afecciones del cuerpo, que aumentan o disminuyen la potencia de obrar del cuerpo (y la capacidad de obrar del alma, o sea, su capacidad de pensar y de entender) y también son los afectos las ideas de esas afecciones. Un afecto, o pasión del ánimo, consiste en una idea confusa, que afirma de su cuerpo una fuerza de existir mayor o menor que antes y que le determina al alma en qué idea seguir pensando. Cuando el hombre es causa adecuada de un afecto, hablamos de acción y cuando no lo es, se dice que está padeciendo una  pasión. El alma obra en cuanto tiene ideas adecuadas, que se perciben clara y distintamente y padece y está sujeta a pasiones, únicamente, en cuanto tiene ideas confusas e inadecuadas, es decir que tienen algo que implican una negación. Ni el cuerpo puede determinar el alma a pensar, ni el alma puede determinar al cuerpo a nada. Hay tres afectos primitivos y primarios: alegría, tristeza y deseo. El deseo es el apetito, que en el hombre lo llamamos deseo porque es consciente de su apetito, y para abarcar las distintas denominaciones lo definimos a saber: cualesquiera esfuerzos, impulsos, apetitos y voliciones del hombre, que varían según la variable constitución de él, y no es raro que se opongan entre sí de tal modo que el hombre sea arrastrado en distintas direcciones y no sepa hacia donde orientarse, es decir que es el fin, a causa del cual, hacemos algo. La alegría es el paso del hombre de una menor a una mayor perfección y la tristeza a la inversa. La perfección de una cosa es su  realidad, cuanto más real, más perfecta, porque mayor es su potencia para perseverar en su ser, de modo que cada cosa es perfecta en sí misma y no lleva consigo ninguna noción de imperfección, de manera que la noción de imperfección es una construcción humana, simplemente un modo de pensar, que usamos cuando comparamos una cosa con un "modelo de perfección" surgido de deseos o de universalizar ideas de cosas similares. Un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de otro afecto contrario, y más fuerte que el que ha de ser reprimido. El deseo que surge de la alegría, en igualdad de circunstancias, es mayor que el deseo que brota de la tristeza. El hombre no desea lo que es bueno porque lo sea, sino que porque lo desea, en cuanto que su alma toma conciencia de su deseo, lo considera bueno. Bueno es lo que sabemos con certeza que nos es útil y malo lo que sabemos con certeza, que impide que poseamos algún bien. Las cosas no son ni buenas ni malas en sí mismas y ya mencionamos lo que es bueno o malo para el hombre. Y pasamos a ver en qué consiste la libertad y felicidad posibles del hombre de acuerdo a las leyes de su propia naturaleza. La felicidad consistiría en la libertad (o poder, o potencia o capacidad de conocer) del alma (o entendimiento o razón) contra los afectos para controlarlos o reprimirlos. Los Estoicos y Descartes sostenían que el alma (hoy diríamos, los pensamientos conscientes) podía tomar el control absoluto sobre los afectos, con disciplina, pero no es así, dirá Spinoza, ya que el cuerpo (hoy diríamos, el inconsciente) no es esclavo del alma, y eso se presenta claro cuando estamos ante una situación de peligro. Sin embargo, parece haber un cierto camino: formándonos una idea clara, un afecto puede dejar de ser pasión y por consiguiente un padecimiento, o sea, cuanto más los conocemos, a los afectos, más los controlamos y no hay afecto del que no podamos formarnos una idea clara y distinta; también al entender las cosas como necesarias se las padece menos. Todo esto es lo que Bueno llama la "salvación del sabio" que Spinoza, con todo su realismo psicológico, moral y político, nos plantea y que consiste en la implantación gnóstica de la conciencia filosófica: la salvación se obtiene, en definitiva, por el conocimiento. No se trata de suprimir los afectos, sino de la utilización racional de los mismos: se trata de que el afecto mismo, impulse una conducta racional. (Spinoza aclara que no le incumbe tratar acerca de cómo mejorar el entendimiento, ya que es tema de la lógica y atender al cuerpo para cumplir sus funciones, de la medicina). El procedimiento es un ambicioso y riguroso método lógico (si consideramos que lo que pretende abarcar en su demostración es nada menos que todo) que intenta no dejar definición sin justificar, con novedosas nociones de falsedad como una cierta privación de conocimiento "falso es aquello que no es abarcado por la definición de una cosa", de hecho es la empleada en la construcción de sistemas expertos: partir de un universo falso o de cosas falsas, es decir, absolutamente desconocido, de manera tal que permita aprender hasta que la definición del universo sea lo suficientemente completa como para que lo falso pueda tornarse verdadero (si partiera de todo verdadero no podría aprender nada nuevo), invariancia de un sistema y autorregulación. Para esta empresa, descarta partir de la naturaleza del alma humana, porque no la considera causa primera de las cosas y los que parten de ahí atribuyen naturaleza humana a Dios y además como el hombre siente que tiene un fin cree que todo lo que lo rodea comparte el mismo fin y tiende a creer que todo fue hecho como medios para satisfacerlo, pero como no lo pudo haber hecho él, lo atribuye a Dios, pero le proyecta a Dios naturaleza humana: libre voluntad (creyendo que él mismo la tiene), pensamiento humano, el cual querría que el hombre lo admire y las cosas malas sucederían como castigos por errores o  faltas hacia Dios y el hombre a su vez quiere ser el preferido de Dios entre los demás. Por otro lado el hombre no es un imperio dentro de otro imperio , es decir, responde a las mismas leyes de la naturaleza y suponer lo otro es motivo de no llegar nunca a conocer realmente la naturaleza humana y sobre esta ignorancia construir creencias como que el hombre tiene total imperio sobre sus pasiones y que su impotencia o inconstancia obedece a ciertos vicios y parecen descubrir como si existieran en la naturaleza cosas como el bien y el mal, la belleza y la fealdad, el mérito y el pecado, la alabanza y el vituperio, el orden y la confusión, el mérito y el pecado y así denigran y ridiculizan la impotencia del alma humana por no seguir ciertos consejos morales que alcanzarían para corregirlo. Lo cierto es que la naturaleza no tiene vicios, es siempre la misma su eficacia y potencia de obrar y son siempre las mismas sus leyes, y lo mismo para los afectos, que siguen la misma eficacia y necesidad de la naturaleza que las demás cosas singulares y por tanto tienen sus causas que pueden ser conocidas, la naturaleza y fuerza de los afectos, la potencia del alma sobre ellos, los actos y apetitos humanos. 
Algunas peculiaridades de los afectos : nadie envidia por su virtud a alguien que no sea su igual. El afecto difiere de acuerdo a la naturaleza del individuo, difiere entre animales e incluso no es el mismo el de un ebrio que el de un filósofo. Nos movemos como un barco en un mar de fluctuaciones que afectan al cuerpo y al alma. Los que no afectan al alma han sido dejados de lados. El asombro consiste en la imaginación de alguna cosa, en la que el alma queda absorta porque esa imaginación singular no tiene conexión alguna con las demás y el desprecio consiste en la imaginación de alguna cosa que impresiona tan poco al alma, que ésta, ante la presencia de esa cosa, tiende más bien a imaginar lo que en ella no está que lo que está. El amor es una alegría acompañada por la idea de una causa exterior y el odio es tristeza acompañada por la idea de una causa exterior. Inclinación es la alegría acompañada por la idea de alguna cosa que es, por accidente, causa de alegría y repulsión es tristeza acompañada por la idea de alguna cosa que es, por accidente, causa de tristeza. La devoción es el amor hacia quien nos asombra. La emulación es el deseo de una cosa engendrado en nosotros porque imaginamos que otros tienen ese mismo deseo. Agradecimiento, benevolencia, ira, venganza, crueldad. Crueldad es hacer mal a quien nos ama. El temor es el deseo de evitar, mediante un mal menor, otro mayor, al que tenemos miedo. Audacia. Pusilanimidad. Consternación se predica de aquel cuyo deseo de evitar un mal es reprimido por el asombro que siente ante el mal que teme. Humanidad o modestia es el deseo de hacer lo que les agrada a los hombres y omitir lo que les desagrada. La ambición es un deseo inmoderado de gloria. Siguen gula, embriaguez, avaricia y libídine. 
El afecto que dispone al hombre de tal modo que no quiera lo que quiere, o que quiere lo que no quiere, se llama temor. Si el mal que teme es la vergüenza, entonces se llama pudor. El amor y el odio hacia una cosa que imaginamos ser libre deben ser mayores, siendo igual la causa, que los que sentimos hacia una cosa necesaria, de lo que se sigue que los hombres, como piensan que son libres, sienten entre sí mayor amor y odio que hacia otras cosas. Cualquier cosa puede ser por accidente, causa de esperanza o de miedo. El alma se esfuerza en imaginar solo aquello que afirma su potencia de obrar y cuando imagina su impotencia se entristece. Somos movidos de muchas maneras por las causas exteriores, semejantes a las olas de mar agitadas por vientos contrarios, nos balanceamos, ignorantes de nuestro destino y del futuro acontecer. Sucede con el amor que mientras disfrutamos de la cosa que apetecíamos, el cuerpo adquiere una nueva constitución, es determinado de otro modo, y se excitan en él otras imágenes de las cosas y el alma comienza al mismo tiempo a imaginar y a desear otras cosas. Las relaciones exteriores del cuerpo como temblor, palidez, sollozos, risas, no se relacionan con el alma. Acciones que derivan de los afectos que se remiten al alma en cuanto que entiende, fortaleza y divido aquella en firmeza y generosidad. Así la primera es el deseo por el que cada uno se esfuerza en conservar su ser, en virtud del solo dictamen de la razón y la segunda en ayudar a los demás y unirse a ellos mediante la amistad. 
Acerca de la virtud : La potencia es la virtud, que en el hombre es la potestad de llevar a cabo ciertas cosas que pueden entenderse a través de las solas leyes de su naturaleza. El fundamento de la virtud es el esfuerzo mismo por conservar el ser propio, la felicidad consiste en el hecho de que el hombre puede conservar su ser; la virtud debe ser apetecida por sí misma; el suicidio es un sinsentido, ninguna cosa puede buscar su propia destrucción, por eso es necesario que sea el efecto de causas externas. No podemos prescindir de todo lo que es externo para conservar nuestro ser, necesitamos cierto intercambio con las cosas que están fuera de nosotros, al mismo tiempo nuestro entendimiento es mejor si el alma no está aislada, las cosas más apetecibles son las que concuerdan con nuestra naturaleza, nada más útil al hombre que el hombre, porque suman potencias, pero los hombres sometidos a sus pasiones se diferencian en sus naturalezas y por tanto no concuerdan, y solo se asemejan en sus naturalezas cuando están guiados por su razón, es decir, cuando viven bajo las leyes de la naturaleza, de suerte que nada sería comparable a que todos los hombres concuerden entre sí y sean un único cuerpo y alma, esforzándose todos en conservar su ser y la común utilidad y a esto pueden llegar bajo la guía de la razón ya que estos hombres viven bajo las leyes de la naturaleza y no apetecen para sí nada que no deseen para los demás.  Nadie puede desear, ser feliz, obrar bien y vivir bien, si no desea al mismo tiempo ser, obrar y vivir en acto. El hombre obra de acuerdo a la virtud, cuando está "determinado" por el hecho de entender. Actuar según la virtud es obrar bajo la guía de la razón buscando la propia utilidad. El supremo bien del alma es el supremo conocimiento, y su suprema virtud, la de conocer a Dios. La virtud del alma es el conocimiento. El bien que apetece para sí el que sigue la virtud, lo deseará también para los demás, y tanto más cuanto mayor conocimiento tenga de Dios. Comprendiendo esta doctrina, aunque no supiésemos que nuestra alma es eterna, consideraríamos como primordiales, sin embargo, la moralidad y la religión, la firmeza y la generosidad.
Es una propuesta de ver al ser humano en cuanto partícipe de un Todo de necesidad pura de existencia y obrar y ninguna otra cosa, donde absolutamente todas las cosas responden a ciertas leyes universales: la de conatus, buscar perseverar en su ser; la del deseo: todos son seres deseantes y la mecánica de cuerpos. En consecuencia, el Hombre deseante y pensante, obra en virtud de su potencia. Sin embargo, consciente, sí mismo, de sus propios deseos, porque los piensa, en ideas, cree, también, que son su potestad, y este prejuicio lo lleva a construirse un imperio propio, con leyes contrarias a las naturales, y puesto que cree que él obra movido por propia voluntad en vistas a un fin, atribuye esta disposición al resto de las cosas y puesto que la naturaleza toda y él mismo se le revelan, cree que él mismo tiene vicios y lo resuelve castigándose a sí mismo con lo cual no logra otra cosa que su propia impotencia. Si derriba sus prejuicios, su mente pensante, cuyo obrar es pensar, que no es más que una herramienta para incrementar su realidad, esto es perfeccionarse, potenciarse para perseverar en su ser,  puede conocer y comprender las leyes naturales, comprender para aceptar que los deseos que lo mueven a actuar no son de su potestad y este conocimiento a su vez ocasionará que desee conocer más acerca del todo del cual es parte, ocasionando a su vez otros deseos, pero que afectarán al cuerpo de alegría, aumentando su potencia de obrar, es decir que este conocimiento de la mente desencadenará deseos que predispondrán al cuerpo de la forma más adecuada y al mismo tiempo se predispondrán todos los cuerpos de todos los hombres y potenciándose a su vez entre sí, siendo todos un solo elemento individual orientados a un único efecto, el de perseverar en su ser como único elemento, para que adquiera su perfección que no es más que lograr su máxima realidad, y adquiriendo más y más, conocimiento sobre la totalidad.
Siendo el hombre el único animal que es consciente de sus deseos, es por tanto también el único que cree tener dominio completo sobre los mismos, o lo que es igual, libre voluntad. A partir de esta falsa premisa, se ha construido un universo dentro de otro, castigando el pecado y la imperfección, lejos del sosiego del conocimiento de aquello que sus propios ojos le presentan permanentemente. El resultado es una sociedad neurótica.
Spinoza resuelve su molestia con su finitud –quiero decir, la propia de todo hombre- entendiendo al ser humano tal cual se le presenta en la experiencia, como seres deseantes y pensantes, partes de un todo, sin voluntad sobre nuestros deseos, -el formar parte de un todo y aceptar que no tiene control sobre sus deseos, estas dos cosas, le da sosiego- y dispone a la mente para pensar para conocer y la motivación para pensar le viene del deseo de pensar más para conocer más y así alineando los deseos con la mente, sin conflicto, potenciando, incentivando el deseo por el conocer, sobre todo el Todo, dispone cada parte del ser humano para que se dedique a lo que pareciera que mejor sabe hacer, así la vista para ver, el cuerpo para responder a los deseos y la mente para pensar y conocer.
A mi entender en la Fundamentación de la metafísica de las costumbres, se parta de ciertas premisas, aun sabiendo que no se manifiestan en la experiencia –Kant descarta la posibilidad de la voluntad santa-, a saber: primeramente, creo yo, que nuestro pensamiento, inclusive aunque esté libre de toda contaminación fenomenológica, no podría producir -o tener a priori- preceptos morales distintos a las ideas que se nos presentan desde la práctica experimental, porque todo aquello que es previo en nuestros pensamientos, ha de ser el resultado de las experiencias de nuestra Especie, que nos llegan a través del ácido desoxirribonucleico, yo lo llamo el  know how con el que nace el individuo, de modo que son experiencias en un entorno similar, luego, no deberíamos contar con nociones innatas distintas a las que nos sugiere la realidad, de otro modo sería algo así como que nuestro pensamiento se comunicara con otro universo de naturaleza distinta al que es causa de nuestras impresiones. Y aun así, en ese caso, habría que demostrar que los principios sugeridos por nuestras nociones a priori son de una mayor calidad moral. 
En segundo lugar, atribuir al hombre un fin y una voluntad con actividad auto-legisladora para controlar su cumplimiento. Incluso en este sentido al propio Kant le llama la atención la facilidad que tenemos, sobre todo, dice, en el conocimiento vulgar, para juzgar lo bueno y lo malo, tanto más que para teorizar. Sin embargo, a mi entender, ese juicio, no sería otra cosa que parte de nuestra actividad deseante. Ya que lo único que tiene que hacer una persona para un juicio moral es describir la idea que le viene en mente, es un acto de descripción, no de juicio, el que realizaría la mente. Justamente esa facilidad para "juzgar lo bueno y lo malo" ha de deberse a que no es una operación de juicio, sino de deseo.
Luego, a partir de estas premisas, quedará tergiversada el resto de la naturaleza humana y de todas las cosas. Y así la primera derivación es que a falta de encontrarle un uso apropiado a un órgano humano que molesta, se le invente uno, el que parece que mejor se acomoda  al convencimiento de que contamos con una voluntad destinada a procurar ser buena,  pero entonces encontrando que lo que yo llamo "deseos de dignidad" son contrarios a otros deseos, de placer y necesidad, más fuertes, les declara la guerra a esos deseos, ya que nos desvían de la dignidad que nos hacen sentir los actos con valores morales que surgen de una buena voluntad y entonces queda la razón en lucha consigo misma, puesto que es el mismo individuo el que estará en guerra consigo mismo. Pero no sería propio de una naturaleza "sabia" darle al hombre un órgano pensante para que deje de pensar y se ponga a controlar otras cosas y luchar con otras partes suyas para mantenerlas a raya, sería como buscarle al olfato otro uso que no sea el olfato, antes bien, le hubiera quitado las otras partes para que no se tenga que andar peleando consigo mismo. Tal vez la contrariedad entre querer ser digno (más abajo me refiero a deseo moral) y los deseos de necesidad encontrara sus causas en factores externos a la naturaleza del ser humano tales como una sociedad que se caía a pedazos y no daba lugar a tal dignidad.
Kant parte de que la voluntad buena es el valor más apreciado en alguien, que tiene valor en sí mismo aunque no logre nada, y la define como una acción por deber y opuesto al deseo, es decir, absolutamente desinteresada y que el fin de la razón es guiar al hombre hacia una voluntad buena. Pero si prestamos atención encontraremos una paradoja: dignidad o voluntad buena o valor moral de la acción, el deber por el deber mismo sin pizca de interés, son conceptos paradójicos que se anulan a sí mismo ya que por el simple hecho de ser un concepto encierra un significado y por lo tanto un interés y hacen referencia a un modo de ser desinteresado, luego tenemos un interés por el desinterés lo cual es paradójico. En este sentido, y trazo un paralelismo entre el acto con valor moral y la buena acción, el acto moral no es humano pues sería imposible hasta pensarlo, porque habría un testigo, uno mismo, como dice Hannah Arendt respecto de la "buena acción" y en última instancia como dice Kant, es indetectable. Y al decir "el valor más apreciado hacia alguien" está poniendo el foco en el testigo, hacia ese alguien. Aunque Kant dice que hay un interés: el respeto por la ley, una ley a priori, universal, que tiene valor en sí misma. Entonces el acto moral libre de inclinaciones estaría inclinado hacia algo. También encierra una ironía, y es que el concepto de dignidad se aniquila a sí mismo en tanto es mencionado, y menos podríamos definirle un destino al hombre, ni aun si fuera un hombre ideal, a partir del mismo, en tanto que sin asignarle al hombre ningún destino, al menos queda contingente.
Tanto Kant como Spinoza buscan un marco teórico para encausar nuestras acciones hacia lo más conveniente para la humanidad. Uno imagina al universo como un todo desde afuera al tiempo que acepta lo que le presentan sus ojos en lo inmediato y reacomoda el pensar y el obrar hacia un tipo de vida que conlleve una sensación de eternidad en la finitud, con todos los hombres descansando en el sosiego de ser parte de un Todo y aceptando que no hay tal cosa como la voluntad y puesto que varios individuos que comparten un mismo efecto son una única cosa individual, sería la humanidad potenciada  por un mismo deseo compartido: de saber más y más sobre las cosas y el Todo. El otro la mira desde el sujeto, desde el cogito, supone una voluntad medianamente autónoma y una razón que nos ha sido dada para hacerla buena, y nuestra razón ya nos viene con una definición a priori incluida que debemos indagar sin contaminación fenomenológica: el ideal universal racional del obrar. El sentimiento del deber está en nosotros y obrar por respeto a la ley nos da la mayor de las satisfacciones por encima de cualquier felicidad del bienestar, luego la razón debe doblegar a la voluntad para hacerla buena y lograr esta satisfacción.
Para Kant la esencia del hombre es su voluntad auto-legislada para ser moral en tanto que para Spinoza es un ser pensante, autoconsciente y deseante.
En última instancia, de lo que se trata es de la ubicación de la moral en el orden causal . Para Kant es una ley para seres racionales -la naturaleza humana es solo una posibilidad- y el hombre es voluntad con un fin que se puede auto-imponer porque la consciencia de sí mismo y la consciencia de tener voluntad se lo permite, el de auto-legislarse por dignidad acorde a una ley universal, venciendo a sus inclinaciones. Para mí, en todo caso continuando a Spinoza, es un deseo natural universal, el deseo moral universal, que se prolonga en la mente, en la idea de ese deseo, y en el juicio o afirmación implícita en su idea, y la mente pensante, deseando conocer más, puede influir y crear más deseos morales, cual cuerpos mecánicos. El conocimiento del sabio (comprender al universo) crea la posibilidad (contingencia) de una vida moral, la ignorancia (peor aún: las falsas creencias) la aniquila. Pero no me refiero a moral en el sentido de un acto que sea digno de reconocimiento, sino a una simple y buena disposición con el universo.
Kant dice que si la "sabía naturaleza" hubiera esperado del hombre que solo se dedicara a perdurar, habría preferido al instinto para que se encargara de esta tarea, ya que lo hace bien y la prueba está en el resto de los animales y en la mejor vida que saben darse, si pensamos en una felicidad con cierto bienestar, los que mantienen a su razón a la distancia y más tortuosa se les hace a los que hacen mayor uso de la misma, como ser, los teóricos. De hecho, la razón, en este sentido, no hace más que molestar. Y puesto que percibimos que tenemos voluntad, y la naturaleza todo lo da para un fin, y además entre todas las capacidades de la razón, la que mejor se destaca en todos, incluso más en los entendimientos vulgares, es la de discernir entre lo bueno y lo malo. Y dado que sumado a todo esto, si prestamos atención notaremos que la cualidad o modo de ser que más elogiamos en alguien y que nos mueve a querer imitar y que no la elogiamos por ningún motivo más que por sí misma es el esfuerzo y la buena voluntad. Por todo esto, voy a suponer que la razón nos ha sido dada para ayudar a la voluntad a que sea una voluntad buena, incluso por encima de la felicidad.
Existe una moral más allá de toda experiencia, anterior a ésta y que el hombre puede alcanzarla a través de la razón pura con pensamientos a priori que refieren a un deber más allá de cualquier consideración pragmática. Investigar sobre estas costumbres puras anteriores a cualquier consideración práctica, ha de realizarse con anterioridad inclusive que cualquier intento de establecer normas morales atendiendo a la aplicación.
Repasemos el concepto del deber,  para diferenciar la acción conforme a deber y la que es hecha por deber, no por inclinación o miedo, y que puede ser considerada una máxima moral. La acción por deber con valor moral deber ser contraria a las tendencias e inclinaciones y su valor moral lo tiene en la máxima por la cual ha sido decidida. El deber es la necesidad de una acción por respeto a la ley. El principio que define una acción con valor moral sería que no debo obrar nunca más que de modo tal que pueda querer que mi máxima deba convertirse en ley universal. El conocimiento de lo que todo hombre está obligado a hacer y por tanto también a saber lo tiene mejor la feliz simplicidad del conocimiento vulgar pues es un conocimiento más sabio. El hombre tiene inclinaciones y necesidades -satisfacción de las cuales el hombre llama felicidad- que lo llevan a oponerse fuertemente a todo lo que en su razón se le presenta como digno de respeto. El deber  reside –como deber en general-, antes que en cualquier experiencia, en la idea de una razón que determina la voluntad por fundamentos a priori. Al punto tal que incluso podría tratarse de un deber de cuya experiencia no se conoce ningún caso o que fuera irrealizable. Las leyes morales deben servir para todo ser racional en general y no solo  para el ser humano, con ciertas contingencias y excepciones, por eso es que deben buscarse principios morales universales más allá de la naturaleza humana, en el conocimiento a priori, en la razón pura. Un mandato (de la razón) es la representación de un principio objetivo, en tanto que es constrictivo para la voluntad  y la fórmula del mandato se llama Imperativo expresado por medio de un "debe ser". Todos los imperativos mandan, o hipotética, o categóricamente. Los hipotéticos representan la necesidad práctica de una acción posible como medio para conseguir otra cosa que se quiere (o que es posible que se quiera). El imperativo categórico sería el que representa una acción por sí misma, como objetivamente necesaria, sin referirse a ningún otro fin.  En otras palabras la acción es representada como buena en sí, esto es, como necesaria en una voluntad conforme en sí con la razón, como un principio de tal voluntad. Si el deber es un concepto que debe contener significación y legislación real sobre nuestras acciones, no puede expresarse más que en imperativos categóricos y el principio práctico de la razón debe coincidir con la máxima a mitad de camino. No es posible determinar si existió alguna vez la acción con valor moral porque no es posible estar seguro de si no hay alguna causa oculta tendiente a satisfacer un provecho propio o temor. El imperativo categórico o ley de la moralidad es necesaria e incondicional para la voluntad. El imperativo universal del deber podría formularse también así: obra como si la máxima de tu acción debiera volverse, por tu voluntad, ley universal de la naturaleza. El ser racional existe como fin en sí mismo, no solo como medio para el uso arbitrario de esta o aquella voluntad. El deseo general de todo ser racional debe ser librarse de sus inclinaciones. El agente es un fin en sí mismo y no es intercambiable. La naturaleza racional existe como fin en sí mismo y esto es principio universal. Imperativo práctico: "obra de tal modo que uses la humanidad, tanto en tu -persona como en la persona de cualquier otro, siempre como un fin al mismo tiempo y nunca solamente como un medio". La actividad de la voluntad es universalmente legisladora. La voluntad se auto-legisla. Un concepto fructífero para una voluntad que se auto-legisla es el de reino de los fines. La legislación del reino de los fines, donde cada ser racional es un miembro y legislador, debe ser posible a partir de la voluntad. La voluntad ha de auto-legislarse con máximas como si fuera legisladora universal. La autonomía es el fundamento de la dignidad. En el reino de los fines todo tiene un precio o una dignidad. Aquello que tiene precio, puede ser sustituido, lo que se halla por encima de todo precio, y por tanto, no admite nada equivalente, eso tiene una dignidad. Lo que re refiere a las inclinaciones y necesidades del hombre tiene un precio de mercado o de afecto, (objetos vinculados a satisfacción de necesidades y felicidad ), pero aquello que constituye la condición para que algo sea fin en sí mismo, eso no tiene meramente valor relativo o precio, sino un valor interno, esto es dignidad( objetos de moralidad necesarios para alcanzar una voluntad buena). La moralidad es la condición bajo la cual un ser racional puede ser un fin en sí mismo, porque solo por ella es posible ser miembro legislador. De este modo, la moralidad y la humanidad –en tanto que es capaz de moralidad- es lo único que posee dignidad. La habilidad y el esfuerzo en el trabajo tiene un precio de mercado; el ingenio, la imaginación vivaz, el humor, tienen un precio de afecto. La fidelidad en las promesas, la benevolencia por principio (no por instinto), en cambio, tienen un valor intrínseco. La naturaleza, como el arte, no contiene nada que, -en el caso de faltar estas- pueda sustituirlas, ya que su valor no consiste en los efectos que ellas producen, ni en el provecho y utilidad que brindan, sino en las convicciones, esto es, en las máximas de la voluntad, que están preparadas para manifestarse de esa forma en acciones, aun cuando el éxito no las favorezca. Esta exigencia en las convicciones éticamente buenas o en la virtud se justifica porque dan acceso como miembro de la legislación universal del reino de los fines. La naturaleza racional se separa de las demás porque se pone a sí misma un fin. Si fuera contra natura, más sublimidad aun al obrar así con la naturaleza en contra, no respondiendo a su reino artificial. La moralidad es la relación de las acciones con la autonomía de la voluntad, esto es con la legislación universal posible por medio de  máximas de la misma. Las acciones compatibles son permitidas  y las que no, prohibidas. La voluntad cuyas máximas concuerden necesariamente con las leyes de la autonomía, es una voluntad santa, absolutamente buena. La dependencia en que una voluntad no absolutamente buena se halla respecto del principio de la autonomía -la constricción moral- es obligación, deber. La necesidad objetiva de una acción por obligación se llama deber. La dignidad descansa en la autonomía de la voluntad. El principio de la autonomía es elegir que las máximas de la elección en el querer, sean concebidas al mismo tiempo como ley universal. Y esta regla práctica es un imperativo. En la heteronomia de la moral está el origen de los principios morales ilegítimos. Se dan ahí los imperativos hipotéticos. Es muy distinto hacer un hombre feliz que un hombre bueno y lo mismo los principios en que se basan.

Textos extraídos del Tratado de la naturaleza humana que dan cuenta de distintos órdenes causales de la moral y de las distintas naturalezas humanas consideradas con respecto a la razón práctica de Kant. Si tomamos la ontología especial de Spinoza que refiere solo a la parte de la naturaleza humana, podemos encontrar muchos puntos en sintonía con Hume.
" Y esto es confir­mado por la experiencia común, que nos informa que los hom­bres son a menudo
gobernados por deberes y que la considera­ción de su injusticia los aparta de algunas acciones y la de su obligación los impele a realizar otras. Por tanto, puesto que la moral tiene influencia sobre las ac­ciones y sentimientos, se sigue que no puede derivarse de la razón y ello se debe a que la razón por sí sola, como ya hemos demos dicho jamás puede tener esa influencia. La moral provo­ca la pasión y produce o impide las acciones. La razón por sí misma es totalmente impotente en este punto. Por consiguiente, las reglas de moral no son conclusiones de nuestra razón. Creo que nadie negará la justeza de esta inferencia y que no hay otro modo de eludirla que negar el principio en que se fun­da. En tanto se admita que la razón no tiene ninguna influencia sobre nuestras pasiones y acciones, es en vano pretender que la moralidad se descubre sólo por una deducción de ía razón"
(Hume, Tratado de la naturaleza humana, Libro III, 17-18)
 "que la razón por sí sola no puede nunca ser el motivo de ninguna acción de la voluntad"
 "que no puede nunca oponerse a la pasión en la dirección de la voluntad"…"la razón es y debe ser esclava de las pasiones"
(Hume, Tratado de la naturaleza humana, Libro II, Acerca de las pasiones, Sección III)

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