Herencia


Los persas anduvieron bien mientras se contentaron con transmitirle a sus hijos el uso del caballo y del arco y enseñarles a no mentir, comenta Herodoto y no es mayor la pretenciòn del linaje en aquellas sociedades tradicionales que no fabricaron esa ilusiòn de una cierta perseverancia en el ser conducida a travès de la proyecciòn de un heredero biològico absorvido su ser y devenido en el alter ego de la parentalidad que lo hereda, ilusiòn que con el correr del tiempo se  cristaliza en el instituto de la herencia, altar de la inmortalidad individual,  que hoy es la relaciòn parental en las actuales sociedades globalizadas, pero originarias de imperios patriarcales focalizados solo en una herencia en particular, la del regio soberano, el representante del dios cristiano en la tierra, ya sea un Papa o un monarca, como una forma de preservar su imperio, es origen de profundas y duraderas contradicciones emocionales en los herederos, depositarios de la responsabilidad de superar, una especie de matar al padre para perpetuarlo, agravado en la actualidad, de sociedades complejas, multiculturales en cambio permanente, en las cuales el heredero, al disponer de espacios sociales diferenciales, se encuentra ante la disyuntiva de perpetuar la identidad social del padre o dar un vuelco cultural enterrando la posibilidad de inmortalidad de los padres, cortando en vida sus sueños de perpetuidad, ante el hijo que reniega de los artefactos de la herencia cultural correspondiente al espacio paterno, por ejemplo el hijo que aspira a mantener un celibato o que ya no quiere seguir al frente de la pequeña empresa familiar, y este conflicto se agrava en extremo cuando la posiciòn social paterna es socialmente denigrante y el mandato a su hijo es que ocupe una posiciòn reconocida, induciendo un sentimiento ambibalente, por un lado de perpetuidad a la vez que de no abandono, en el hijo, quien si logra ese ascenso social lo vivivá por un lado como el cumplimiento exitoso del deseo paterno de alcanzar un lugar social reconocido a la vez que el  abandono del espacio social del padre, puede observarse esta añoranza por ejemplo en jòvenes haciendo una carrera por mandato parental de padres humildes y a la vez simpatizando con el socialismo, en estos momentos volviendo al concepto original, al asunto de la herencia, està siendo tratado en el Congreso para procurar emparejar los impuestos con los que se cobran en otras latitudes, ya que en Argentina su tributo es irrisorio mientras que en otras regiones asciende al 50%, pero globalmente y màs relevante asistimos anonadados al extremo de esta ilusiòn cuando nos enteramos que 60 familias son dueñas de màs de la mitad de las riquezas del planeta y nos preguntamos hasta dònde podrà llegar el intento de inmortalidad individual cuyo proceder acumulativo, posibilitado jùstamente y necesariamente por este instituto de la herencia, paradòjicamente arrasa con todo intento de pretender esa misma posibilidad para todo el resto de la humanidad, obviamente inmerso tambièn en esta misma poderosa ilusiòn de propagarse infinita y eternamente y que ahora ha quedado hecha añicos, pareciera que el daño de haber abandonado el concepto de parentalidad por crianza, irònicamente hoy ante los avances en medicina reproductiva, encaminada a  permitir una sociedad de padres y madres anònimos o incluso una sociedad clonada, parece recordarle a las pretensiones de un imperio de la fe màs asimilado e invisivilizado que nunca, que los hijos solo son hijos de la vida

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