La necesidad y liviandad con que se toma la falsa acusación

La liviandad con que se maneja el asunto de las falsas denuncias en esta sociedad me resulta sinceramente infumable. Entre otras, hay una notable distinción entre el efecto social del crimen y el de la falsa acusación, y es el hecho de que el crimen no es propagador del crimen en sí mismo, porque no debilita a la estructura social que lo combate, por el contrario, cada crimen la fortalece, al menos relativamente, dentro de lo que podemos considerar en un sistema procesal contradictorio y cuyos objetivos posiblemente no sean precisamente los de reducir el delito, sino quizá el control poblacional, pero esto es otra cuestión que no voy a tocar acá, volviendo a lo que decía, el crimen vendría a fortalecer el sistema al activar de inmediato la atención pública y la asignación de más presupuesto. En cambio la querulancia, es como un veneno que se injecta en el corazón mismo  del apéndice penal, debilitando los cimientos de su estructura y derribándolas, todo el esfuerzo de largo plazo depositado en la teoría y en la práctica criminalística orientado a dejar al descubierto los canales por los que podría producirse el delito para prevenir, disuadir, detectarlo e identificarlo, se derrumba. Por un lado, siembra dudas sobre el sistema, el cual queda vulnerable como dispositivo detector del delito, y su consecuencia más evidente es la licencia  que le otorga al criminal para delinquir, con un sistema que ya no se atreve a dar la voz de alarma cuando sospecha de un delito. Por otro lado, es lo mismo decir que no hay forma de identificar al criminal que decir que todos son criminales. Así, toda la sociedad queda bajo vigilancia y sospecha. De modo que volviendo al principio, el crimen en sí mismo tiene un efecto localizado, más allá de algún efecto copia. Por el contrario, y muy alejado de la creencia popular, la falsa acusación tiene un efecto expansivo y destructivo fulminante, que atraviesa toda la malla social, dando licencia para delinquir al criminal, a la vez que convierte al sujeto social en sujeto bajo sospecha, ideal para un sistema de control y vigilancia como el que necesita un sistema de desigualdades, para sostenerle en el tiempo.  Así la querulancia o la liviandad para la falsa acusación es una forma de perversión social, necesaria para un sistema de desigualdades que necesita una justificación para tener al sujeto bajo control, a la vez que hacerlo sentir vigilado y sospechado, y que libera y da licencia a genocidas, criminales, violadores, todo tipo de perversiones y delitos contra la sociedad, también necesarias para darle realidad al delito y así cerrar el círculo virtuoso del control social total y todo el presupuesto que demanda. Si imaginamos un sistema penal perfecto, tendría que tener una detección del delito infalible. Si este fuera el caso, no habría justificativo para que el resto de la población, presumiblemente la enorme mayoría, estamos hablando de delitos reprochables en general en todas las culturas, se sintiera vigilada, ya que todo el sistema de control y vigilancia caería sobre un sector reducido claramente identificado. Como vemos, la acusación falsa, es imprescindible para que el círculo virtuoso del control poblacional cierre.

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