Quizá estemos en una etapa de amesetamiento de la autopista del capital, los Estados nodos se reafirman como tales sin cuestionamientos éticos por parte de la jurisdicción internacional, con el solo requisito de frenar los populismos y mantener estabilidad de precios. Lo que ocurre dentro de los Estados recupera su incumbencia privada que había perdido desde la declaración de los DDHH al final de la SGM y el riesgo para las poblaciones internas es que ha dejado de existir esa policía mundial de la guerra fría, aun con toda la hipocresía que eso implica. Corea del Norte, Rusia, Irán, los cristianismos xenofóbicos de África, el sionismo en Israel, el Islamismo fundamentalista, el maltrato a la mujer, la esclavitud que atraviesa desde el triángulo Norte de Centro América hasta China, las mega migraciones forzadas en medio oriente, norte de África y América Central, los millones de migrantes encarcelados en EEUU, la islamofobia en Europa, los fanatismos religiosos y positivistas cada vez más poderosos en América del Sur donde la antropología positivista lombrosiana como herramienta de clase para decidir sobre la libertad y la salud ha sido reemplazada por dudosos círculos de psicología, abundancia de fieles orando por riquezas y salud, el aumento del tráfico de sexo, la estigmatización de la mujer, son algunos de los aspectos locales de los Estados fanáticos, esclavistas, supremacistas o despóticos. Se estabiliza el control social capitalista, pero cada región deberá luchar por sí misma por la calidad de vida de sus habitantes, y escapar por sí sola, sin ningún reclamo internacional de peso, de los modos de dominación fanático religiosos o supremacistas, despóticos, esclavistas y monetarismos y proteger a su población de sus explotaciones y matanzas o eufemísticamente, de “los roces culturales”. Es lo que yo planteo en mi saga retro futurista La Federación
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