Algo se ha roto en la armonía de las cosas. Algunos seres quieren ser en la esclavitud, y lo son y así están bien. Otros quieren ser entre relaciones de dominación, y también encuentran su lugar y así están bien. Otros seres quieren ser en la libertad, con acuerdos o no. Pero he aquí, que hay seres, que quieren ser en la dominación absoluta, rompiendo así la armonia de las cosas, y dando con ello lugar, al comienzo de una larga búsqueda errante e insatisfecha necesidad, vaga, pero poderosa, de retorno a esa sensación de equilibro, acentuando la mirada a veces en la igualdad, a veces en la proporcionalidad, a veces en el trato, o en los merecimientos y causas finales o en los cumplimientos de las promesas, es la justicia, y su búsqueda y sus ideologias, a la medida del juicio, que únicamente ha contribuido a sostener sistemas inarmónicos de desigualdad disonante, pues, no son más que señales, de esa armonía rota, hace ya mucho tiempo, cuando se estableció compulsivamente, el lazo autoritario, que pretendió enjaular, al hombre libre. Las teorizaciones y las prácticas en esta conceptualización artificial de lo justo, para apropiarse de esa sensación borrosa de necesidad de retorno a la armonía, incesantemente han operado sobre el inconsciente individual y colectivo, sobre la fe y sobre la lógica, sobre los datos y la experiencia, para producir y reproducir su medida, que ante los profundos desequilibrios tiende indefectiblemente a resquebrajarse frente a la mirada de los seres libres, solo contenidos entonces con masacres, masivas o a cuenta gotas, masacres "justas". Algo ha roto la armonía de las cosas: la justicia.
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