Acabemos con la corrupción

Me desvela el asunto de la corrupción y para resolverlo no tengo duda alguna que la mejor manera es que el Congreso promulgue y le de forma de Ley, es decir, que la legalice, que entre el 6% y el 15% del PBI se distribuya en concepto de comisiones con carácter de obligatoriedad. Las ventajas son infinitas, se me ocurren solo algunas, como ser, nos ahorraríamos todo el chamullo político evitando y esquivando preguntas. Sería una íntima satisfacción para todo un amplio abanico que lleva en su idiosincracia la necesidad de quedarse con algún vuelto, o en otros casos símplemente de participar en la torta del PBI, entre los cuales orgullosamente me incluyo, por otra parte encuentro un millón de acciones más reprochables. Aseguraría una redistribución de las riquezas, empujaría el consumo y la producción: no existe peor enemigo para la economía de un Estado que el fruto de la corrupción concentrado y congelado en unas pocas manos. Ya no sería tema de conversación, evitaríamos suicidios colectivos e inmolaciones. Evitaría gastos de electricidad, de tiempo, de cumunicaciones, de trabajo dedicado a hablar sobre este tema, tiempo y recursos que podrían dedicarse a otros temas. Los medios de comunicación masiva podrían disponer del 99% de la programación que entonces les quedaría ociosa, así como el cerebro de muchos periodistas. Es cierto que alguno que otro podría entrar en corto circuito con el 99% de su cerebro libre. El país se insertaría en el mundo ya que es ley implícita el 6% en las transacciones internacionales. Se reducían las diferencias. Se podrían eliminar muchos planes sociales ya que enaltece más cobrar una comisión obligada que un plan y los planes fomentan rencores, justifican críticas y dan pie al clientelismo político, con una comisión legal y obligatoria no habría lugar ni para su existencia real ni para la sospecha y la criatura patriarcal en general evitaría ese desdoblamiento costoso motivo de años de tratamiento de diván por percibir coimas y a la vez criticarlas. Es más, se me ocurre que si el mismo criterio lo aplicamos a otros aspectos de esta sociedad disciplinaria,  disminuiríamos las duplicaciones. Eso sí, habría que subsidiar a las organizaciones de psicólogos ya que correrían el riesgo de quedarse sin pacientes

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