El dualismo cartesiano en el neoliberalismo

Cristina decia, "lo bueno que sucede es obra nuestra no de un mago" y macri dice "no puedo hacer nada bueno porque no soy mago" es decir, para una las cosas buenas dependen de uno y para el otro solo son alcanzables a través de la magia, de un poder sobrenatural, en última instancia, de Dios. Esto encierra el secreto mejor guardado de los orígenes del liberalismo cuando la disputa era entre monarquía que quería controlar el dinero dentro de su territorio y burguesía que no quería intervención. El Estado es cuerpo y Dios es metafísico. Lo que nos dice el liberalismo a través del presidente de todos los argentinos es lo que postula Adam Smidh su fundador: en cuestiones económicas nada terrenal ni siquiera un Estado puede ver la jugada completa, de manera que no nos queda otra alternativa que encomendarnos a "la mano invisible", encomendemonos a Dios. El liberalismo no es obra de ciencia ni filosófica, sino misticismo puro, pura religión.
Sin embargo por otra parte como es sabido, la acumulación originaria capitalista nunca de ninguna manera será "encomendada a Dios" o librada a las buenas intenciones de alguna mano invisible, sino por el contrario, es una operación de precisión quirúrgica y de la misma manera también como en una operación, siempre corre sangre. Ya sea en un principio para adueñarse de tierras, como en el caso de la Campaña del Desierto, en la cual se le paga a Rauch para que haga el trabajo sucio de aniquilar a los indios "anarquistas", o de empresas como en el caso de Papel Prensa, de Siderar o Socma, se recurre a la tortura, el lobby o la estafa. Y siempre desde el nacimiento del monetarismo cuando se instala en Alemania pos guerra, se culpa a las gobernabilidades proteccionistas de haber dejado las cuentas en rojo. Es una constante culpar al Estado proteccionista, para aplicar cirugía mayor y restaurar la situación de desigualdad y acumulación posterior a la acumulación originaria, indispensable al inicio de un ciclo liberal. Es decir que el capitalismo liberal necesita partir de un estado de concentración, al cual llega sangrientamente, con extrema intervención de los cuerpos, nada librado a alguna cosa que se parezca a una magia y a partir del cual reclama encomendarse, entonces sí, al Señor

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