el estado más maravilloso es, quién podria negarlo, el de enamorado, desplazarse en nubes suaves, blancas, tranquilas, sin pasado ni futuro, en un presente continuo mientras cierta electricidad que sube y baja por la columna vertebral nos recorre todo desde los pies hasta la cabeza permanentemente. Y cuando vemos a un enamorado tendemos a no darle demasiado crédito, conocemos los efectos de ese idilio amoroso, cuando nos habla de su objeto de amor. Cuando un ciudadano nota a otro ciudadano presa de un amor platónico en el ámbito político, todo lo que diga políticamente, será automáticamente desacreditado, es esperable que así sea, ya que en cierto sentido, ha perdido la razón.
Y en este efecto ahuyentador del enamoramiento político se monta la receptividad que aun mantiene macri, los enamorados políticos ahuyentan, esta reacción justifica que la izquierda se repliegue sobre sí misma ante un líder popular rodeado de este enamoramiento y que los seres privados, autoexiliados de la vida pública y por lo tanto incapaces de sacar sus propias conclusiones evaluando el desenvolvimiento gubernamental del candidato ya que carecen de la información para hacerlo, se vuelquen a la derecha, más atractiva en la apariencia de una coherencia más racional sin idilios, y sostengan en este momento a pesar de una realidad que debería demoler su imagen pública, la de macri. Si este enamoramiento se proyecta sobre nuevos dirigentes populares seguirá contribuyendo a una fuerte polarización, como uno más aunque de mucho peso, de una complejidad de factores.
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