La mentalidad del votante mm

La idea de mentalidad del votante mm que me voy armando, es que fue, entre otras cosas, una suerte de castigo venganza, al alegre fiestero del colectivo popular que se empoderó del poder de la mano del gobierno kirchnerista, fiesta en la cual no tenía cabida y se sentía excluido, porque no representaba lo que su educación profundamente, inconscientemente, facha le revela: la dignidad es un amargo esfuerzo, un suplicio hacia el éxito, y en donde hay festejos, hay vagancia. Para el votante mm, la fiesta popular es indigna y solo traerá retraso, pobreza y barbarie. Sus prejuicios culturales no le permiten reconocer, que un pueblo alegre, que comparte un motivo común de alegría, y que es el sentirse parte de la propia gobernabilidad, que se siente un poco adentro del propio Congreso, que no solo es vida privada, sino parte de la arena política, por eso el empoderamiento, y que vive día a día la satisfacción de ser él mismo y cada uno los artífices de nuevos derechos para cierto grupo o menos privilegios para otro, una conciencia colectiva con sentimientos basados en el amor al prójimo, es mucho más conducente para acercarse a sus propios proyectos de vida individuales y sociales, y para ayudar a los de otras comunidades que la falsa invención de dignidad en el esfuerzo amargo, puramente competitivo e individualista. En donde hay cooperativismo, el votante mm ve vagos alegres sin proyección que están dilapidando el dinero de todos. La súper estructura neo liberal hizo bien su trabajo, ya que una cultura unida en profunda cooperación es imposible de atravezar para su ideología del juego de la competencia para la cual es necesaria alimentar las diferencias. Hoy nos encontramos con un país, con la mitad permeable a esa seudo civilización del egoísmo puro y la otra mitad redescubriendo la plenitud en esa seudo barbarie que es la convivencia cooperativa, de intercambios con el foco puesto al mismo tiempo en el interés propio y del otro. Por este motivo, por esta absoluta oposición entre sus valores internos y un modelo colectivo que propone que para crecer hace falta suavizar las desigualdades en lugar de buscar profundizarlas como busca su modelo íntimo, le resulta inaceptable y a la vez siente rechazo hacia esos individuos que encuentran una forma de felicidad completamente distinta a la suya, la suya compuesta únicamente por una vida privada en la cual es el rey para sí, el empresario de sí mismo, y le duele padecer la injusticia de tener que vivenciar el triunfo de esos indignos, vagos y alegres para su mirada, su triunfo a la par del suyo, solo que el suyo se da en soliloquio con su alma sedienta de publicidad, el suyo es un triunfo de vivencias incompartibles y por tanto incompleto, un triunfo vacío, y siente el espanto de aquel que tiene poco control de sí mismo y que por eso necesita orden y control afuera. Y por eso preferirá la tortura del verdugo que la felicidad de los bárbaros. El gran desafío será incluir a estas mentalidades en la fiesta popular latinoamericana, que experimenten en su vida formar parte de algo que a la vez que lo fortalece para sus intereses individuales le permite también satisfacer la necesidad de brindarse al prójimo, algo mucho más poderoso que la diferenciación y competitividad, ya que permite crecer en su ser, al proyectarse en el ser de los otros, en una palabra, ser en comunidad.

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