Sociología¿Se anula la invitación? resumen del ensayo de Peter Berger

Es verdad de perogrullo decir que el proceso de modernización trajo una vasta transformación y que entender y llegar a controlar la modernidad es un propósito aterrador, por eso no sorprende que los fundadores de la sociología tuvieran cualidades intelectuales impresionantes y también personales, ni deberíamos esperar tanto de las generaciones que los siguieron, pero al menos se esperaba que hubieran sostenido cierta posición intelectual y no que eludiesen los grandes interrogantes de su época o los traten en abstracto. Los sociólogos clásicos tenían el cuidado de observar con objetividad la realidad social, sin dejarse afectar por sus propios prejuicios o deseos. En la actualidad anuncian con orgullo su falta de objetividad, es decir, la defensa de su ideología particular, en desmedro de ensuciarse las manos con la investigación para mejorar el olfato sociológico. Arman modelos abstractos y pulcros como teoría económica. Primer ejemplo. A finales de la década del 60 y comienzos de los 70, ante esa conmoción cultural y política en las principales ciudades industriales de Occidente, los sociólogos, desorientados por los recientes acontecimientos, se preguntaban sin encontrar respuesta cómo era posible que algunas de las personas más privilegiadas de la Tierra y de toda la historia se volvieran de pronto en contra de la misma sociedad que les otorgó tantos privilegios. Las respuestas eran del estilo “el hombre se vuelve más conservador con la riqueza”, los sociólogos marxistas ensayaban “la proletarización de la clase media” y los más “burgueses” balbuceaban en torno a la “política del prestigio social”, tal vez la mejor interpretación es que los sociólogos se vieron involucrados en el mismo fenómeno, llevaban en su corazón grabados todos los signos liberales de la paz. Todo lo reducían a resolver un conflicto entre buenos y malos. La gente se niega a aceptar la explicación sociológica de sus propias convicciones aun cuando sea planteada por sociólogos profesionales. Segundo ejemplo. Una de las transformaciones fundamentales del mundo contemporáneo ha sido el rápido ascenso económico de los países del este de Asia. No solo es un milagro económico de enorme magnitud y velocidad asombrosa, más relevante es que se logra con éxito la modernización en un contexto cultural no Occidental. Paralelamente, en los años 60 la teoría de la modernización se tambaleó cuando se la identificó como la ideología del imperialismo occidental, los sociólogos de izquierda presentaban la teoría de la dependencia por la cual el capitalismo perpetúa necesariamente el subdesarrollo y el socialismo como su única solución. Lo llamativo era la extravagante sincronía entre el desarrollo empírico y el de tipo teórico: el extraordinario florecimiento del capitalismo en Oriente y la defensa de los sociólogos de una idea que se hundía en un estancamiento sin esperanza. Cuarto ejemplo. En 1950-60 la teoría de la secularización aseguraba que la modernización trae aparejada la decadencia de la religión en la vida humana, tanto en lo institucional como en lo concerniente a la conciencia individual. Es una idea antigua, más antigua que la Ilustración, según la cual la ciencia y la tecnología traen consigo lo racional y rechazan las interpretaciones religiosas del mundo, como irracionales. Esta teoría chocó con el resurgimiento evangélico en EEUU en los 70. Llamó la atención general con la candidatura presidencial de Jimmy Carter, devoto bautista sureño y la ruidosa aparición de la organización política “La mayoría moral” y otros grupos similares. Millones de cristianos “renacidos”. A la par la revolución en Irán a finales de los 70. Desde entonces ha habido resurgimientos religiosos de la más variada índole en el mundo entero ante el desconcierto de las ideologías y los regionalismos sociológicos. Tampoco fueron capaces de predecir la caída de la Unión Soviética y con ella el derrumbe, al menos por ahora, del socialismo como realidad y como idea. La pregunta más interesante no es porqué se derrumbaron las sociedades socialistas, sino porqué no pasó lo mismo con las de Occidente. El problema no es la desorganización social, sino la organización de la sociedad, el matrimonio y no el divorcio, el acatamiento de la ley y no el crimen, la armonía racial y no la pugna étnica, y así sucesivamente. La sociología está viciada de regionalismo, trivialidad, racionalismo e ideología, invalidantes individualmente, letales en conjunto. La aldea del sociólogo es el mundo más allá de cosmopolismos sofisticados. La modernización es la gran fuerza transformadora en el mundo de hoy, pero no se trata de un proceso uniforme y mecánico, por eso la sociología, que es la disciplina por excelencia para entender la modernidad, debe ser comparativa. Hace falta estudiar Oriente para entender Occidente, al socialismo para entender el capitalismo, a la India para entender al Brasil, etc. En sociología el regionalismo es mucho más que una deficiencia cultural, es la fuente de desastrosos errores de percepción. El uso de métodos cuantitativos emulando las ciencias naturales no siempre es el más adecuado. Aunque como ciencia es un ejercicio de la razón, pretender que el hecho social es racional lleva a los mismos fracasos de la ciencia económica y su dinámica del mercado que confunde su propia racionalidad con la racionalidad del mundo. La peor consecuencia de la ideologización de la disciplina es que los sociólogos llegaron a la conclusión de que la objetividad y la meta de “sustraerse a los valores” eran imposibles y de que los sociólogos sabedores de esto debían actuar como abogados de su propia causa. El error es creer que esta posición ha de ser exclusiva de la izquierda. En el periodo sociológico clásico, en Alemania, los pensadores de derecha fueron los que adoptaron con más vigor tal actitud. El antídoto para el “falso ideal” de la objetividad era una “ciencia alemana” y la formulación más elegante de la ciencia como abogada fue expuesta nada menos que por el personaje de la propaganda nazi Josef Goebbels: “La verdad es todo lo que pueda ser útil para el pueblo alemán”.
Cuando la vida intelectual de izquierda decline, otras ideologías imitarán su posición de subjetividad y la ciencia se transformará en propaganda, es decir que llega a su fin donde quiera que tal posición se adopta. En las ciencias sociales de hoy los partidarios del feminismo y el multiculturismo son los principales representantes de esta posición, pero podemos esperar con certeza el surgimiento de otros. Es muy posible que algunos de ellos surjan de la derecha. Otras ciencias humanísticas no están en mejores condiciones: antropólogos, científicos políticos, economistas, adoptan ideas cada una más oscurantista e intelectualmente bárbara que la anterior. La sociología no es tanto una especialidad, sino una perspectiva. Si esa perspectiva falla, no queda nada. Se puede estudiar la economía, los sistemas políticos o los hábitos matrimoniales de los Samohanos, desde muy distintas perspectivas, una de las cuales es la sociología. Esa perspectiva necesita retomar el abordaje de los grandes interrogantes de la época clásica de Durkheim y Webber, arraigada en el conocimiento de la historia, imbuida de un espíritu cosmopolita, metodológicamente flexible, dotada de una infinita curiosidad hacia todas las manifestaciones de la vida humana y con una enfática y militante actitud anti-ideológica. No hace falta decir que es muy difícil encontrar sociólogos capaces de ejercer su oficio de esa forma. (resumen de una entrevista de Peter Berger, “Sociología, ¿Se anula la invitación? autor del extraordinario texto La construcción social de la realidad, la sociología del conocimiento )

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