Lo sagrado, lo auténtico y lo accesorio

Entre las extrañas actividades que el hombre se ha procurado para que lo distraigan de su finitud, ninguna me parece destacable sobre el resto, solo una puedo rescatar como auténtica en sí misma: la búsqueda del conocimiento de las cosas -en cuanto al resto, la búsqueda de riqueza, gloria y placeres, y el poder que movilizan, pueden acercarnos al conocimiento, si se los usa como medios y no como fines- y una sola la considero como algo parecido a una actividad sagrada: el cuidado en la producción de los recuerdos que se grabarán en la frágil memoria de los más chiquitos. Y los chiquitos, lejos del siniestro mandato de la familia cristiana, son responsabilidad de toda la sociedad, ir contra este cuidado debería ser considerado delito y si fuera desde un lugar institucional, de lesa humanidad, por el contrario el poder en esta sociedad maltratada, utopista, ególatra, cínica e infantil de princesas y bufones, es decir, fascista, lo apaña, lo mercantiliza, lo trafica, lo convierte en objeto de venganza y de poder y eso está más allá de mis límites de tolerancia hacia una sociedad

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