algo de Esquizofrenia

A escala molecular lo microfísico y lo biológico se confunde en sustancia única de flujos deseantes sin estructura (sin lazo), sin sentido, no interpreta ni significa ni quiere decir nada, solo maquina (produce), potencia maquínica, máquinas deseantes, cadenas de flujo, cortes de flujo, encastres, separaciones, uniones, restos, flujos asociativos y objetos parciales, ondas asociadas y partículas, fallos funcionales, deseos maquinados, deseos vertebro-maquinados. Un trozo de brazo, mierda, esperma, oreja, teta, ano, pierna, palancas, poleas ,fragmento de máquina, máquina propiamente hablando, todo es parcialidad en la inmanencia, sin metáfora. No hay yo ni unidades de persona, ni vitalicismo ni mecanicismo, las personas son meras interceptoras de flujo, entre otras cosas huérfanas, anarquistas y ateas, el todo es él mismo producido por las partes como una parte que se vuelca en las otras partes, parcialidades en todos sus sentidos, puras multiplicidades positivas en las que todo es posible, sin exclusión ni negación, síntesis operando sin plan, indiferente a su soporte: materia sin unidad estructural ni personal que aparece como el cuerpo sin órganos que llena el espacio cada vez que una intensidad lo llena, signos azarosos del deseo que componen una cadena significante sin serlo. Los objetos parciales son las potencias directas del cuerpo sin órganos y el cuerpo sin órganos la materia bruta de los objetos parciales, La sustancia única inmanente de Spinoza es el cuerpo sin órganos, motor móvil, y sus elementos o atributos últimos son los objetos parciales sin vínculos directos (lazos) garantía de su irreductibilidad: últimos elementos de la sustancia única, sin dependencias, ni oposición ni contradicción entre sí (garantía de pertenencia a la sustancia única), los objetos parciales y el cuerpo sin órganos son los dos elementos materiales de las máquinas deseantes, el cuerpo sin órganos es él mismo producido por los objetos parciales como una parte aparte que se vuelca sobre las otras partes, piezas trabajadoras y motor móvil, micromolécula y molécula gigante, la materia que siempre llena el espacio a tal o cual grado de intensidad y los objetos parciales son esos grados, esas partes intensivas que producen lo real en el espacio a partir de la materia como intensidad neutra, la cadena es como el aparato de transmisión o reproducción en la máquina deseante, el deseo pasa por el cuerpo sin órganos y por los órganos, no por el organismo, el reverso de la estructura es puro ser de deseo, sin carencias. Los flujos descodificados del deseo forman la energia libre (libido) de las máquinas deseantes, las propias máquinas deseantes son los flujos-esquizias o cortes-flujos, con dos cabezas cortan a la vez un flujo parcial y producen flujo parcial que otros cortes-flujos a la vez cortan (síntesis indirecta de los objetos parciales), cortan y corren a la vez, sobre el cuerpo sin órganos, mil pequeñas conexiones, conjunciones, disyunciones por las que cada máquina produce un flujo con respecto a otra que lo corta y corta un flujo que otra produce. Hay plusvalía de código como la flor lo obtiene de la avispa simulando una avispa hembra. Esquizogénesis generalizada de flujos-esquizias con máquinas que son máquinas propiamente hablando operando por cortes y flujos, ondas asociadas y partículas, flujos asociativos, induciendo a distancia conexiones transversales, disyunciones inclusivas, conjunciones polívocas, desencadenando extracciones, separaciones y restos, con transferencia de individualidad. Los objetos parciales son las funciones moleculares del inconsciente. En el nivel molar las máquinas deseantes se bifurcan en “montones” de individuos u organizaciones individuales, estas máquinas molares pueden ser sociales, técnicas u orgánicas, en este nivel molar de globalidad y especificidad, disyunciones exclusivas y conjunciones bívocas, en el que máquina y viviente aparecen como objeto único y sujeto único, el deseo no necesita proyectarse en estas máquinas opacadas. Máquinas deseantes y molares son las mismas máquinas en condiciones determinadas y distinta escala, regímenes y usos de síntesis. Solo hay funcionalismo a nivel molecular donde uso y montaje, producto y producción, función y formación se confunden,  a nivel molar es falso. En el fondo del hombre, el Ello: la célula esquizofrénica, las moléculas esquizo, sus cadenas y sus jergas, su original síntesis con notable indiferencia en la naturaleza de la señal química, del sustrato y el carácter indirecto de las interacciones (síntesis pasiva). Toda una biología de la esquizofrenia, la biología molecular es  ella misma esquizofrénica, como la microfísica. Y a la inversa la teoría de la esquizofrenia es biológica, biocultural, considera las conexiones maquínicas de orden molecular, el inconsciente genico o genealógico que se reproduce a sí mismo: las proteínas no forman parte de la reproducción del ADN, son producto y unidades de producción, es el inconsciente sujeto, huérfano, reiterando un ciclo, en el último elemento de las máquinas deseantes precisamente donde la sexualidad es independiente de la generación, la aplicabilidad de las cadenas de Markoff en el orden cultural como biológico muestran que hay una participación tanto de las máquinas sociales como las orgánicas en las máquinas deseantes.

La máquina social es una organicidad molar con sus flujos codificados que le teme a los torrentes de flujos descodificados que arrasan como lava con todo a su paso, su socius es el cuerpo de la tierra, ante un flujo sin codificar se agrega un axioma para ese flujo, suena una sirena, significa los bomberos, una patrulla, una ambulancia que viene a buscarme, pero si sus guardapolvos no son blancos, son naranjas no están codificados y serán rechazados por el socius. El código se inscribe graficando a sangre en el cuerpo guiado por la voz que recita el mito trabajando la espalda con una piedra afilada y el ojo espectador gozando frente al dolor sella la inscripción, memoriza la deuda de código finita inscripta en los cuerpos. Es código y es deuda de código y finita. En esta representación del mito de inscripción el significante permanece inmanente. Aún no había llegado de Oriente Heliogábalo el esquizo-anarquista deseante descodificado coronado al trono de Roma, recibido con un mito y despedido con una tragedia, que trae de Siria la Trascendencia bárbara: su código filiativo es el de Dios. El cuerpo lleno vestido del déspota es el nuevo socius que inscribe un código de terror en los cuerpos codificados de sus súbditos sobrecodificando sus deseos, desearán los deseos del déspota y le entregarán el producto de la máquina social: es el despotismo del Significante que ha trascendido a los súbditos, el Urstaat de la sociedad bárbara imperial, el Estado Despótico que con el advenimiento del cristianismo inscribirá el código de una deuda según la cual todos nacen debiendo como ya habiendo pecado y con el capitalismo ni la plusvalía ni la deuda serán código de bloques finitos, sino infinito flujo, todos le deben al capitaldinero que se presta a sí mismo, el nuevo socius donde todos desean a través de él, todos producen para producir, no para consumo ni para acumular, sino para el capital, una sociedad explotada sin amo, el animal se carga a sí mismo. Obviamente esto no quiere decir que todos estén en las mismas condiciones. Como tampoco podrá el capitalismo funcionar descodificado más que axiomatizando los flujos a través de una axiomática capitalista

En el tabú de las sociedades tradicionales no participa el padre, será la Iglesia la que lo acomodará a la figura del padre, y su significado es el siguiente: madre, tío materno e hijo son una misma placenta, germinando en una misma placenta no habría reproducción filiativa, no tiene nada que ver con la culpa, sino con la praxis reproductiva hacia los vínculos de alianza y las relaciones filiativas extensivas, nunca se dará el caso en que coincida el deseo personificado, con el símbolo incestual personificado, porque no hay nada parecido a un deseo prohibido ni miedo a una castración, sencillamente hay una regla económica a nivel deseos de máquinas deseantes, por eso en la sociedad primitiva el incesto es un límite que nunca es atravesado ni imaginariamente (sueño) ni simbólicamente, Edipo no existe en el socius primitivo. Con la llegada del déspota, el incesto se produce en la filiación directa que tiene el déspota con Dios para preservar su filiación divina, pero es simbólico. Recién introducirá la represión deseante culpabilizante el cristianismo con su familia reducida que es la base de la colonización: la represión culpabilizante del deseo, represión general y represión individual en la unidad de la familia reducida al introducir a la familia reducida edípica en las colonias descodificando y desterritorializando los flujos deseantes del cuerpo lleno de la tierra de las colonias que fluían sin represión deseante generalizada dentro de sus codificaciones como la que sobrevendrá con el capitalismo ya que las sociedades precapitalistas codificadas o sobrecodificadas no le temen a un flujo descodificado, a un comportamiento fuera de código en particular, sino al torrente de flujos descodificados que arrasa con el socius, máquinas, códigos, desterritorializa y descodifica convirtiéndolo en un cuerpo sin órganos. Edipo es una prohibición moral en el plano consciente con un desplazamiento para que cualquier deseo a nivel inconsciente permanezca reprimido, es la represión intrafamiliar que se proyecta a la producción social para mantenerla controlada, esta represión abstracta y generalizada, absoluta, solo deja dos alternativas, la neurosis que provoca la sumisión funcional con su costado oculto perverso o la rebelión de la descodificación total, la esquizofrenia y en este sentido recobra su tratamiento otro aspecto ya lejos de conminarla al aislamiento y la locura, como aspecto negativo cuando el cuadro es clínico, genera torrentes de flujos descodificados incontrolables que van más allá de los muros, esta rebelión a la codificación capitalista es importante ya que bien podríamos considerar la colonización como una edipización

En el SXVII del estado despótico europeo coinciden dos torrentes, desterritorialización de mano de obra desnuda y libre de campesinos expropiados y expulsados de sus tierras y excedentes de moneda proveniente de América. Los códigos de riquezas están acotados a consumo, privilegios y mujeres y niños, la plusvalía productiva, por códigos jurídicos y políticos, nunca son económicos, no existe el código excedente, no saben cómo hacerlo circular. Estos torrentes descodificados de flujos trabajo y moneda arrasan con el socius despótico, pero los más jóvenes lo reutilizarán como capital y mano de obra disponible, así surge el capitalismo en una axiomática de la descodificación. La lucha de esta clase descodificada consistió en descodificar las castas, las órdenes, los vasallajes feudales. Esto no quiere decir que con el capitalismo desaparezcan o no puedan aparecer estos códigos de privilegios, sino más bien aparecerán recodificados con otras formas. Porqué no con el excedente en China? El capitalismo necesita un permanente desplazar los límites a los cuales apunta, por la tendencia a la baja de la plusvalía y la tendencia a la descodificación de los flujos y precisamente Europa estaba encerrada en el extremo asiático, necesitaba expandirse. En su esencia el capitalismo descodifica y desterritorializa flujos en tanto que su axiomática -el capital en tanto sujeto- y su aplicación por las personas, desplaza los límites con representaciones subjetivas y re-territorializaciones, como el burro y la zanahoria. En el lugar del cuerpo lleno de la tierra y el cuerpo lleno del déspota, el cuerpo lleno del capital-dinero, sin cuerpos inscriptos, ni sobrecodificaciones, axiomática, regulación y aplicación precede y hace innecesario las inscripciones individuales, sin bloques finitos de mercancías, ahora abstracción de flujo infinito D-M-D descodificado desterritorializado, sin plusvalía de código, sino de flujo, apropiación de plusvalía al comparar flujos en su nueva apariencia monetaria abstracta descodificada comparables: trabajo versus capital como inscripción de la plusvalía humana esencial industrial del capitalismo, ingresos versus financiación como inscripción de la plusvalía monetaria, innovación versus mercado como inscripción de la plusvalía maquínica comercial y bancaria, es decir flujos de distintos órdenes de poderío y la plusvalía como inmanencia, clase dominante sirviente, menos rentista que administradora, flujo circular inmanente “gran flujo de financiación, reflujo de las rentas salariales, aflujo del beneficio bruto”, efusión de la antiproducción como absorción de la plusvalía, aparatos militar, burocrático y policial inserto en la economía y su catexis libidinal directa en la represión del deseo, producir por producir, pero en las condiciones del capital, racionalidad que funciona sin enloquecer por su carácter patológico, perfecta, sin-sentido, ni engañoso ni subjetivo, catexis pura de deseo.

La manipulación no opera a nivel consciente con lectura de salmos, sino a nivel inconsciente con la educación temprana, la confesión y la autoridad moral, la vigilancia antes el sacerdote, más recientemente, aprovechando los descubrimientos freudianos, el psicoanálisis, desde la unidad social, la familia reducida cristiana, controlando y acotando el flujo de deseos para evitar los torrentes de flujos descodificados (como esos guardapolvos naranjas sin significante)
Esta codificación represiva resulta intolerable y genera dos reacciones, una neurótica aceptando la castración psíquica y reservarse un espacio secreto para las perversiones y la otra de corte esquizo rebelarse en una descodificación total, disolviendo el yo completamente, que es similar a la forma que funcionaba originariamente el capitalismo. Por eso esta conducta descodificante es a la vez empática con el capitalismo y revolucionaria porque siempre un torrente descodificado arrasa con los órganos establecidos de las máquinas sociales. La literatura puede y suele saltar los muros sin embargo siempre regresa con una conclusión reformista moralizante, esperanzadora, romántica. El arte también es un lugar para los flujos esquizos. Esquizo no refiere a flujos disueltos debilitados manipulables, sino a libres, inmunes a la codificación represiva deseante
  
Libido es la energía de las máquinas deseantes y su transformación, Numen y Voluptas. La Libido es a la representación de los objetos y fines del deseo lo que el trabajo es al valor representable: su principio y unidad cuantitativa, de naturaleza subjetiva y abstracta. La reproducción se subordina al ciclo de la sexualidad, la cual por tanto es independente, es más razonable la teoría del orgón cósmico, la bipolaridad mecánica-eléctrica de Reich a pesar de su carácter esquizo-paranoica que el lamentable secretito familiarista, no es el neurótico acostado en el diván que nos habla del amor, su poder y sus desesperaciones, sino el mudo paseo del esquizo, la carrera de Lenz por las montañas y bajo las estrellas, el inmóvil viaje en intensidad sobre el cuerpo sin órganos. Se ama mundos, de sexualidad ubicua y múltiple, no existe tal cosa como uno o dos sexos humanos, eso es un mandato social antropomórfico, la fórmula esquizoanalítica de la revolución deseante será primero a cada uno su sexo. El deseo es máquina, síntesis de máquina, disposición maquínica, máquinas deseantes, no es representación -es falsa la versión psicoanalista: efecto sobre material consciente que la representación inconsciente ejerce a distancia, recurriendo al mito para penetrar en la zona de producción para resistir la producción deseante -, es producción, toda producción es deseante y social. La esencia subjetiva abstracta detrás de cualquier representación del deseo, libido (Freud), como el trabajo (Ricardo) lo es del valor, se unifican en la representación de la actividad productiva genérica, esta identidad entre deseo y trabajo no es un mito, es el descubrimiento del capitalismo y su utopía, pero su máquina social represiva los mantiene separados en abstracto desde una economía política y una economía libidinal, busca flujos descodificados que su axiomática rechazará, representa un movimiento de desterritorialización, pero lo conjura con reterritorializaciones ficticias y artificiales sobre las ruinas de representaciones territorial-mítica y despótica-trágica imágenes restauradas y reformadas al servicio del capital: la propiedad privada, con ella la alienación real del hombre exterior a sí mismo deja lugar al hombre en acto de alienación, desposesión. Desmorona las grandes representaciones objetivas en provecho de la producción como esencia interior universal, pero restaura la representación ahora una imagen subjetiva infinita. El trabajo subjetivo abstracto tal como es representado en la propiedad privada tiene por correlato al Deseo subjetivo abstracto tal como es representado en la familia privatizada. Reemplaza el elemento social, conflictivo, real, objetivo, público: la Tierra, el Déspota -que había detrás de la representación del mito- y la tragedia, por sueños y fantasmas del hombre privado, Homo familia, elevados al status de representación inconsciente, subjetiva, abstracta, fantasmal, onírica, privada y estructural, concebida como producción deseante, proyección de un teatro íntimo familiar (el mito reinterpretado en función del sueño, el mito como sueño de la humanidad). El sueño como camino del deseo y del inconsciente. El déspota caído del mito  se levanta como el complejo papá-mamá-yo de todo hombre de hoy en una ideología de la carencia y culto restaurado de la castración que movería al deseo, circularidad entre lo imaginario y lo simbólico, entre lo imaginario edípico y la estructura edipizante. El sueño y el fantasma son al mito y a la tragedia lo que la propiedad privada es a la propiedad común.

Las formaciones molares o grandes conjuntos estadísticos vuelcan la producción en la representación, la estructura se organiza alrededor de un elemento faltante o significante de la carencia que totaliza los signos simbolizando su propia ausencia, única posibilidad de representación de los signos no significantes del deseo, la esencial carencialidad del falo como emblema por excelencia de la diferencia irreductible de sexos garantiza su irreductibilidad como elemento sin lazo, la irreductibilidad de la carencia. El Gran ausente asegura la carencia, es decir asegura la existencia del objeto de deseo en una ideología de la carencia donde se desea lo que falta. Se estructura en torno al falo, escogido a ser el atributo elemental irreductible sin lazo cuya ausencia garantizada por los sexos asegura la única representabilidad posible de signos del deseo al representar su propia ausencia: el Significante fálico.
No es inconciente el imaginario Edipo, el sueño edípico producido por la edipizante estructura de la simbólica castración, re-territorialización perversa de un super-yo super-arcaizado con un componente irreductible de sinsentido, es decir hay componentes imaginarios estructurales, re-territorializantes y maquínicos desterritorializantes, no es el sueño y sus componentes estructurales el camino hacia el deseo inconsciente.
Al conducir a Edipo al punto de autocrítica, la estructura, más allá de la representación condicionante, descubre su reverso en un principio positivo de no consistencia que la disuelve. Destruir Edipo, la ilusión del yo, el fantoche del super-yo,la culpabilidad, la ley, la castración.
Edipo es el representado desplazado y la castración, el representante, desplazante, el significante, pero no es material inconsciente, es creencia y representación desplazando la producción social represiva y la producción deseante, es la creencia después de la creencia, el sueño como refugio privado después de haberla repudiado, el sueño como capital. La perversión en general es la re-territorialización de los flujos de deseo, cuyas máquinas al contrario son los índices de producción desterritorializada. El psicoanálisis reterritorializa en el diván, en la representación de Edipo y la castración. El esquizoanálisis debe desgajar los flujos desterritorializados del deseo, en los elementos moleculares de la producción deseante. La esquizofrenia en tanto línea de fuga molecular es opuesta a la catexis molar paranoica, y en tanto desterritorialización, a la re-territorialización perversa. El esquizoanálisis destruye creencias y representaciones. Ante el canto del mito o los versos de la tragedia, opone la fábrica y a Charlus "pero te importa un bledo tu abuela, eh, golfilla!". No hay material inconsciente para interpretar, solo resistencias y máquinas deseantes, el objetivo es traspasar el umbral de dispersión que permita acceder al elemento de las dispersiones maquíneas a nivel molecular, conocer qué máquinas deseantes soy yo, cuál es mi sexo no humano.



«En el momento que hace que caiga por segunda vez la plancha sobre su cabeza —gesto psicótico—, Charles Chaplin provoca la risa del espectador. Sí, ¿pero de qué risa se trata? ¿De qué espectador? Por ejemplo,
ya no se plantea la cuestión de saber, en ese momento del film, si el espectador debe ver venir el accidente o si debe sorprenderle. Todo ocurre como si el espectador, en aquel momento, ya no estuviese en su butaca, ya no
estuviese en la situación de observar las cosas. Una especie de gimnasia perceptiva lo ha llevado, poco a poco, no a identificarse con el personaje de Tiempos modernos, sino a experimentar de forma inmediata la resistencia de los acontecimientos que acompañan a este personaje, a las mismas sorpresas, los mismos presentimientos, las mismas costumbres de aquél. De ese modo, la célebre máquina de comer, que en cierto sentido, por su desmesura, es extraña al film (Chaplin la había inventado veintidós años antes que el film), no es más que el ejercicio formal, absoluto, que prepara la conducta, también psicótica, del obrero aprisionado en la máquina, del que sólo la cabeza
invertida sobresale y que se hace servir el almuerzo por Chaplin, puesto que es la hora. Si la risa es una reacción que toma ciertos circuitos, podemos decir que Charles Chaplin, a medida que avanzan las secuencias, desplaza progresivamente las reacciones, las hace retroceder, nivel por nivel, hasta el momento en que el espectador ya no es dueño de sus circuitos y tiende a tomar espontáneamente o bien un camino más corto, que no es practicable, que está obstruido, o bien un camino explícitamente anunciado que no lleva a ninguna parte. Después de haber suprimido al espectador en tanto que tal, Chaplin desnaturaliza la risa, y ésta se convierte en otros tantos cortocircuitos de
una mecánica desconectada. A veces se habla del pesimismo de Tiempos modernos y del optimismo de la imagen final. Ninguno de estos términos es adecuado a este film. Charles Chaplin, en Tiempos modernos, dibuja más bien, a una escala más pequeña, con un simple trazo, el diseño de varias manifestaciones opresivas. Fundamentales. El personaje principal, papel desempeñado por Chaplin, no tiene por qué ser activo o pasivo, consentidor o refractario, ya que es la punta del lápiz que traza el dibujo, es el trazo mismo... Por ello, la imagen final está desprovista de optimismo. Después de esa constatación no sabemos qué puede pintar ahí el optimismo. Ese hombre y esa mujer vistos de espaldas, completamente negros, cuyas sombras no son proyectadas por ningún sol, no avanzan hacia nada. Los postes sin hilos que bordean la carretera por la izquierda, los árboles sin hojas que la bordean por la derecha no se juntan en el horizonte. No hay horizonte. Las colinas peladas del
fondo no forman más que una raya confundida con el vacío que las domina. Ese hombre y esa mujer ya no están vivos, eso salta a la vista. Tampoco es pesimista. Lo que debía suceder ha sucedido. No se han matado. No han
sido abatidos por la policía. No hay por qué ir a buscar la excusa de un accidente. Charles Chaplin no insistió. Fue aprisa, como de costumbre. Trazó el dibujo». Michel Cournot, en Le Nouvel Observateur, 1 de noviembre de 1971.

  Edipo excusa la represión de cualquier deseo pues bajo un desplazamiento ficticio todo puede llevar a mamá-papá, en este sentido no importa un deseo en particular, sino un estado abstracto de represión culpabilizante ya que una organicidad de explotación estalla por los aires frente a la libertad deseante, mal que les pese a los revolucionarios, el deseo es revolucionario.
De ahí la relevancia que tiene para una sociedad la represión del deseo y aun mucho mejor, lograr que la represión, la explotación, las jerarquías, el avasallamiento mismo sean deseados. El deseo no amenaza a una sociedad porque sea deseo de acostarse con su madre, sino porque es revolucionario

   Sería coherente que el esquizo se sienta en el capitalismo como pez en el agua, pero también es el que se rebela y se niega a la codificación fascista, el último intento del capitalismo de una codificación de flujos, que consiste en mantener los flujos deseantes reprimidos a través de la familia reducida y el dios Edipo, para mantener estable una territorialización, un capitalismo cuya distinción precisamente había sido su axiomática sobre flujos descodificados tan temidos por las sociedades precapitalistas de codificación estable. Nace de una conjunción eventual de torrentes descodificados de dinero y de mano de obra, crea su propia axiomática sobre flujos descodificados. Intentará infructuosamente codificar su propia descodificación con represión inusitada sembrando un estado de culpabilidad generalizada del deseo con dios, Edipo y la familia autoritaria, el efecto es que los flujos no toleran esa rigidez y se rebelan, o bien devienen neurosis, flujos funcionales con su espacio privado oculto reservado a sus perversiones o bien se rebela abiertamente y retorna a una descodificación total de sus flujos, la esquizofrenia potencial, suerte de torrente arrasador de la máquina fascista


“Las funciones reguladoras del Estado no implican ningún tipo de arbitraje entre clases. Que el Estado esté por completo al servicio de la clase llamada dominante es una evidencia práctica, pero que todavía no entrega sus razones teóricas. Estas razones son simples: desde el punto de vista de la axiomática capitalista no hay más que una sola clase con vocación universalista, la burguesa. Plejanov señala que el descubrimiento de la lucha de clases y de su papel en la historia proviene de la escuela francesa del siglo XIX, bajo la influencia de Saint-Simon; ahora bien, precisamente esos mismos que cantan la lucha de la clase burguesa contra la nobleza y la feudalidad se detienen ante el proletariado y niegan que pueda haber diferencia de clase entre el industrial o el banquero y el obrero, sino sólo fusión en un mismo flujo como entre la ganancia y el salario. En verdad, ahí hay algo más que ceguera o denegación ideológicas. Las clases son el negativo de las castas y de los rangos, las clases son órdenes, castas y rangos descodificados.
Releer toda la historia a través de la lucha de clases es leerla en función de la burguesía como clase descodificante y descodificada. Ella es la única clase en tanto que tal, en la medida en que lleva la lucha contra los códigos y se confunde con la descodificación generalizada de los flujos. Por esta razón ella se basta para llenar el campo de inmanencia capitalista. Pues, en efecto, algo nuevo se produce con la burguesía: la desaparición del goce como fin, la nueva concepción de la conjunción según la cual el único fin es la riqueza abstracta, y su realización bajo otras formas que la del consumo. La esclavitud generalizada del Estado despótico al menos implicaba señores y un aparato de antiproducción distinto de la esfera de la producción. Pero el campo de inmanencia burgués, tal como es definido por la conjunción de los flujos descodificados, la negación de toda trascendencia o límite exterior, la efusión de la antiproducción en la producción misma, instaura una esclavitud incomparable, una servidumbre sin precedentes: ya ni siquiera hay señor, ahora sólo esclavos mandan a los esclavos, ya no hay necesidad de cargar el animal desde fuera, se carga a sí mismo. No es que el hombre sea el esclavo de la máquina técnica, sino esclavo de la máquina social, ejemplo de ello es el burgués, que absorbe la plusvalía con fines que, en su conjunto, no tienen nada que ver con su goce: más esclavo que el último de los esclavos, primer siervo de la máquina hambrienta, bestia de reproducción del capital, interiorización de la deuda infinita. Yo también soy esclavo, tales son las nuevas palabras del señor. «El capitalista sólo es respetable en tanto que es el capital hecho hombre. En ese papel está dominado, como el atesorador, por la pasión ciega por la riqueza abstracta, el valor. Pero lo que en uno parece manía individual en el otro es efecto del mecanismo social del que tan sólo es un engranaje». Se argüirá que no por ello deja de haber una clase dominante y una clase dominada, definidas por la plusvalía, la distinción entre flujo de trabajo y flujo de capital, flujo de financiación y flujo de renta salarial. Pero ello sólo en parte es cierto, puesto que el capitalismo nace de la conjunción de ambos en relaciones diferenciales y los integra en la reproducción sin cesar ampliada de sus propios límites. De tal modo que el burgués tiene el pleno derecho de decir, no en términos de ideología, sino en
la organización misma de su axiomática: sólo hay una máquina, la del gran flujo mutante descodificado, cortado, de los bienes, y una sola clase de siervos, la burguesía descodificante, la que descodifica las castas y los rangos y saca de la máquina un flujo indiviso de renta, convertible en bienes de consumo o de producción, en los que se basan los salarios y las ganancias. En una palabra, la oposición teórica no radica entre dos clases, pues es la noción misma de clase, en tanto que designa el «negativo» de los códigos, lo que implica que no haya más que una. La oposición teórica radica en otra parte: entre los flujos descodificados tal como entran en una axiomática de clase sobre el cuerpo lleno del capital y los flujos descodificados que se liberan tanto de esta axiomática como del significante despótico, que franquean este muro, y este muro del muro, y manan sobre el cuerpo lleno sin órganos. La oposición surge entre la clase y los fuera-clase. Entre los siervos de la máquina y los que la hacen estallar o hacen estallar sus engranajes.
Entre el régimen de la máquina social y el de las máquinas deseantes. Entre los límites interiores relativos y el límite exterior absoluto. Si se quiere: entre los capitalistas y los esquizos, en su intimidad fundamental al nivel de la descodificación, en su hostilidad fundamental al nivel de la axiomática (de donde la semejanza, en el retrato que los socialistas del siglo XIX hacen del proletariado, entre éste y un perfecto esquizo).” (Deleuze, El Anti Edipo)
   
El instinto de muerte neutraliza al deseo y su energía y delega el reino a una estructura dual idealista nula, la prueba de su inexistencia es que no podría tener energía propia y que existe la experiencia de muerte a nivel molecular, el olor a muerte sumado a la culpabilizante castración integran una axiomática disyuntivizante entre régimen libidinal y social, este último no va tras la muerte, pero sigue imágenes que están muertas.
Cuando las naturalezas de los niveles molecular y molar se identifican, sus regímenes se separan e inversamente. En los socius de la tierra y del déspota las grandes representaciones objetivas codificadas o sobrecodificadas con suplicio y creencias ocultan la naturaleza molecular, sin embargo sus regímenes se acercan, las máquinas deseantes y los flujos descodificados desterritorializados lo atraviezan todo, cuando la muerte está codificada parece venir de afuera. En la axiomática de flujos descodificados y desterritorializados capitalista las naturalezas se identifican y los regímenes van separados gracias a una subjetivización de muerte y culpa, la muerte descodificada se difumina en la máquina social.
Se distingue entre las catexis sociales, la catexis libidinal inconsciente de grupo o de deseo de la catexis preconsciente de clase o de interés, un conjunto tiene prácticamente una sola clase: la interesada del régimen, todo es objetivo o subjetivo según se desee, por eso se hace la revolución por deseo, no por deber, un grupo puede ser de catexis consciente de interés de clase revolucionario y de catexis inconsciente libidinal fascista, policíaco, sometido, incluso en el poder en tanto remite al mismo poder que somete al deseo, subordinado a un socius soporte fijo que se atribuye las fuerzas productivas y la plusvalía, efusionando el elemento mortífero y antriproductivo con superyoización, narcizismo y jerarquía de grupo reprimiendo el deseo. Las catexis libidinosas de un grupo sujeto, al contrario, son revolucionarias, hace penetrar el deseo en el campo social, subordina el poder a la producción deseante, productor de deseo que produce, inventa formaciones mortales que conjuran el instinto de muerte, a las determinaciones simbólicas de servidumbre opone coeficientes reales de transversalidad, sin jerarquía ni superyo de grupo, no dejamos de pasar de un grupo a otro, un hombre solo funciona como flujo-esquizia, gruposujeto, por ruptura con el grupo sometido del que se excluye o es excluido: Artaud el esquizo, el super-yo abuelo Freud y Reich el marginal, no es literatura, es política. Reconocer la inmanencia deseante de la producción y la inmanencia productiva del deseo, liberar el deseo de eso se trata, con la dificultad adicional de un régimen que en lugar de someter enarbola una libertad que no son más que barrotes coloreados. Solo contamos con alcanzar los índice libidinales, no es eso publicitar el secretito ni la liberalidad sexual, sino tocar la sexualidad no humana de infinidad de flujos diferentes e incluso opuestos debajo de las taxonomías y los aburridos papeles figurativos de un yo representativo definido por un triángulo padre madre yo por fijación, regresión, asunción, sublimación bajo la regla del gran Falo que nadie posee, significante despótico que anima la más miserable lucha, común ausencia para todas las exclusiones recíprocas, donde todos los flujos se agotan secados por la mala conciencia y el resentimiento. El familiarismo psicoanalítico heredado de la psiquiatría del SXIX es una declaración de inocencia respecto a la responsabilidad social por su proceso esquizofrenizante en su infraestructura, modos de producción, circuitos económicos,cargado por la líbido desde los flujos y cortes no familiares que hace pasar la familia, esta catexis socialdeseante es primaria y anterior a la catexis familiar, las alienaciones mental y social remiten a estas catexis, la social remitiendo por su cuenta a la catexis preconsciente de interés, escapando además a evaluarlo en relación con el esquizofrénico como enfermo, la misión de la familia es producir neuróticos por su edipización, sistema de atolladeros y represión delegada sin la cual la represión social nunca hallaría sujetos dóciles y resignados y no llegaría a obstruir las líneas de fuga de los flujos, curar para el psicoanálisis implica una conversación infinita, una resignación infinita, un acceso al deseo por la castración y transmitir el mal a su progenie antes que reventar célibe, impotente y masturbador. El padecimiento esquizofrénico evidentemente no consiste en el viaje, sino en su detención coaccionada, su continuación en el vacío o la exigencia de tomarse por un fin. La sociedad estimula el viaje y con la misma represión coacciona su detención. Entonces hace falta retomar el viaje, desarmar las identidades, los sexos y los yoes presupuestos, al psicoanálisis neurotizante oponer el análisis esquizofrenizante para conectar con nuestra sustancia deseante.

«Colocar a la mujer en un pedestal, por ejemplo, o al contrario volverla indigna de toda importancia: convertirla en un ama de casa modelo, una madre o una esposa modelo, son simples medios para eludir cualquier contacto con ella. Una mujer no representa algo, no es una personalidad distinta y definida... Una mujer es una extraña y dulce vibración del aire que avanza, inconsciente e ignorada, en busca de una vibración que le responda. O bien es una vibración pesada, discordante y dura para el oído que avanza hiriendo a todos los que se hallan a su alcance. Lo mismo ocurre en el hombre» DH Lawrence 1930 en Nos necesitamos unos a otros

 La catexis paranoica, subordina la producción deseante molecular al plano molar que forma sobre una cara del cuerpo lleno sin órganos, la esclaviza a cierto socius que funciona como cuerpo lleno. Maquina máquinas y grandes conjuntos, aparatos pesados para encuadramiento y represión de las máquinas deseantes, razonabilizado bajo intereses colectivos, reformas o revoluciones por hacer, reformista o reaccionaria y fascista la locura perfora por debajo del razonable preconsciente, produce extraños discursos dementes de organización social, se lo puede oír en un ministro, un general, un gerente de empresa o un técnico, se oye el gran rumor paranoico bajo el discurso de la razón que habla por los otros, los mudos, bajo los fines e intereses preconscientes invocados se levanta una catexis directo a un cuerpo lleno por sí mismo con su proprio grado de desarrollo independiente de todo fin y razón, ese grado y ese socius, no otros, amor desinteresado y goce y el odio a quienes no se someten a él: toda la líbido en su juego.  Reformistas, fascistas y ciertos revolucionarios solo distinguidos en el preconsciente, suscitando un poderoso amor anterior a fines e intereses, al fondo de la sociedad, el delirio, pues el delirio es la catexis del socius en tanto que socius, sea déspota, capital-dinero o revolucionario en tanto sea forma de poder y gregarismo, poseerlo y ser poseído, maquinar grupos sometidos siendo uno mismo piezas y engranajes, gozar en uno los mecanismos que muelen el deseo El inocente Edipo no nace en el diván, vive y se afirma en ese espacio médico mercantil, la catexis paranoica necesita una aplicación que desplace a la producción deseante que ha de ser esclavizada, el deseo queda preso entre la represión del conjunto social de partida y la del subconjunto familiar de llegada, el paranoico aplica su delirio a su propia familia, pero antes delira sobre razas, rangos, clases, sobre la historia universal. El índice de la catexis inconsciente de deseo es la sexualidad, no importa su fuente, fin ni objeto, sino la forma de su amor y su índice de carácter reaccionario o revolucionario, así la forma de Edipo es reaccionaria y lo son sus dependencias, las imágenes-modelo, madre, novia, querida esposa, santa y puta,  princesa y criada, mujer rica y mujer pobre, sus inversiones y sustituciones, desglose, relaciones, producto de un código de la axiomática social por el que la líbido ha de pasar para alcanzarla, las personas son simulacros de un conjunto social cuyo código está cargado inconscientemente por sí mismo. En la forma contraria, la persona hace lugar a flujos descodificados de deseo, líneas de vibración, cortes-imágenes hacen sitio a esquizias de puntos singulares, puntos-signos de varias dimensiones que dejan pasar los flujos. El índice de la catexis revolucionaria del campo social es el amor no figurativo.



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