Algo sobre el don, el europeo de hoy y su prestigioso lugar

La crisis del capitalismo en su representación más pura está golpeando a su propia cuna: Europa occidental. Aunque sus primeras manifestaciones dicen que data del Egipto de Ramsés, cuando la acumulación de trigo facilitada por aquel bondadoso Nilo creó esa nueva necesidad de una ciudad para administrarla. Pero el capitalismo despiadado, sustentado en una ética religiosa que luego se propagaría hasta en los rincones más laicos del cristianismo, nació en Europa. La banca internacional, convertida en supranacional, presiona a la comunidad europea en estos momentos para que los delitos corporativos sean juzgados en sus propios tribunales. Los Estados Nacionales han dejado de ser democracias, ya no son ni directas ni representativas. Porque hay figuras físicas y jurídicas que no son alcanzados por sus leyes. Ya no es el gobierno de las mayorías. Ni siquiera el despotismo de una mayoría. Hace mucho tiempo que Spinoza nos recomendaba , seguir la sabiduría de los pueblos antiguos, y evitar el surgimiento de poderosos ricos. Pues comprarían la ley muy fácilmente. Y eso es lo que está haciendo la banca supranacional.  La forma de evitarlo en una democracia capitalista es con fuertes impuestos progresivos que eduquen e incentiven a las personas a desear ubicarse en la clase media, que desincentive la riqueza extrema, que se lo considere demasiado esfuerzo e innecesario, ya que en una cultura cristiana capitalista, no se puede pedir que se valore a la clase media y se deje de valorar al rico y poderoso, ya que el rico y poderoso es el modelo prototípico a seguir en la forma de los dos tipos de intercambios que pregonan: la caridad y el libre mercado, el rico y poderoso es el más caritativo y el que hace los mejores intercambios comerciales. También hay otras formas de estar por encima de la ley: los fueros, ya sean parlamentarios, judiciales o diplomáticos. Los representantes de los estados nacionales son seres humanos y evidentemente solo pueden llevar a cabo actos humanos. No le podemos exigir un altruismo puro, de modo que si están bajo las leyes como todos mejor funcionará la democracia. Mientras estaba en pie la URSS, la sombra de la amenaza comunista mantenía en cierta forma a raya al capital. No porque como adoctrinaba el imperio capitalista, se tratara de una amenaza de invasión, sino  porque el capitalismo no sobrevive junto a alternativas, cualquier alternativa será escogida por la mano de obra libre para vender su fuerza de trabajo, y el capitalismo se quedará sin su plusvalía, por eso necesita someter a aquellos estados nacionales que no estén dispuestos a rendirse al mercado. Para que el capitalismo puro no desaparezca, es preciso que no sobreviva ningún ejemplo de otra cultura. Después de todo, qué alternativa puede ser peor que la anarquía despiadada del mercado culminando ciclo tras ciclo en la concentración extrema del capital en las manos de una pequeñisima minoría cuyo modo de intercambio se ubica en el extremo inhumano del egoísmo puro a favor del yo y del dios dinero en reemplazo del otro. El lector estará pensando en este momento, que una tiranía es una alternativa peor, pero las tiranías no son realmente preocupantes, porque un poder que no logra legitimación no puede perdurar en el tiempo y el capitalismo está permanentemente legitimizándose, todo acto es libre y voluntario y forma parte del contrato social, los individuos en la democracia capitalista, son seres con autonomía perfecta. Antes que intentar el aniquilamiento o la evangelización de la cultura alternativa, el capitalismo tiene un arma poderosa en la figura del acreedor, explotada al extremo, y ya utilizada en el SXVII por la banca inglesa para someter al parlamento, haciendo préstamos al Estado, y auto prestándose más tarde para cancelar los intereses de esos mismos préstamos que esa misma banca había hecho, es decir, se pagaba a sí misma los intereses, cobrando más intereses por un préstamo que nunca existió, y esos créditos eran cancelados aumentando los impuestos sobre la canasta básica, es decir, pagados por las clases media y baja, es decir, la banca dirigiendo la política del estado nacional. Más tarde la banca inglesa, ya entrenada, usará la misma estrategia para someter a los estados coloniales y neocoloniales en un sometimiento mezcla entre invasión y deuda. La crisis capitalista del año 30 del siglo XX, fue superada gracias a las recomendaciones de Keynes en lo que se llamó economía de bienestar, para que el Estado intervenga en el mercado asistiendo a la clase media y baja y demandando obra pública. De esta manera lograba con la asistencia, o técnicamente, con la transferencia de capital, sostener la demanda y con la obra pública incentivar a los capitalistas a sacar debajo del colchón o de los fondos especulativos e invertir su capital en actividades productivas demandando trabajo. Y así el capital y las maquinarias paralizadas y la mano de obra desocupada lograban unirse con la intervención de un jugador sin objetivo rentista individual: el Estado. Pero al caer la URSS, el capitalismo, volvió a dar riendas sueltas a su esencia, ahora llamada neoliberalismo, ya que la esencia del capitalismo es el intercambio racional orientado a la renta, maximizándola. Pero el intercambio frío y calculador despojado de toda buena intención hacia el otro, es tan inhumano como el acto altruista puro. Europa lo logró delegando el don en el fetiche dinero y perdiendo así todo contacto con el prójimo y depositando sus objetivos en el dios dinero al que había que proteger por sobre el cuidado del prójimo. El acto egoísta puro parecería que se consuma en el intercambio comercial capitalista.  Pero no es así, porque el acto egoísta puro es imposible para un ser humano y la necesidad de hacerlo humano se resuelve reemplazando al prójimo por el dios dinero al que se protege en cada transacción. Y este fetiche no es el yo ni es parte del yo. Es parte de lo otro y por eso funciona este reemplazo y este don es soportado por la conciencia. Dos enormes errores que surgen en la Europa cristiana capitalista: la exigencia del acto altruista puro y la del acto egoísta puro, el primero mediante la exigencia de la caridad para ser buenos y mejores, el segundo en el intercambio comercial para sobrevivir en el caso del proletariado o para tener dinero para poder donar en caridad para ser buenos y mejores en el caso del capitalista. Así para ser buenos y mejores hay que maximizar ganancias, y este sistema, cuando el mercado es libre y no tiene quien lo regule, no es estable, es anárquico y necesita estar en continua expansión, o bien para encontrar nuevos mercados para el exceso de mercancías, o bien para equilibrar los déficit comerciales internos ya que el capital acumulado no circula, se acumula y el poderoso lobby del capital, por encima de la ley, logra que las deudas de los capitalistas, aunque pueden ser saldadas por ellos con creces, se hacen públicas, las asumen los estados nacionales y luego necesitan invadir otros pueblos para cancelarlas. Así era tal la situación cuando la Europa cristiana capitalista salió a conquistar el mundo. Primero Holanda, después Inglaterra y Francia. Otro es el caso de España que, fuertemente católica, se negó al trabajo forzado de indios y de negros ya que sus antropólogos jesuitas les recomendaron que se trataba de seres humanos y nunca se industrializó, pues para industrializarse, el bondadoso capitalismo necesitaba mano de obra de costo cero. Aunque no por eso dejó de ingeniárselas en otro tipo de explotaciones a veces incluso tan convenientes, como el sometimiento de los indios a la ley de mita en las minas de plata del Potosí.  Los europeos que salían a la evangelización, con una cruz en una mano y una espada en la otra, y un cofre detrás, no eran dulces y nobles hijos de príncipes de sangre azul, se trataba del pueblo peor tratado por sus semejantes en la historia de la humanidad. El europeo del siglo XV, era el francés que inventaba los cuentos de caperucita roja, Hansel y Gretel y otros más sanguinarios, cuyas versiones originales son crudísimas y terríblemente sanguinarias, o el alemán y el inglés que luego los adaptaba, para lo cual no necesitaba recurrir a sus fantasías, lo sacaban de la realidad cotidiana, el caminante de las rutas que podía violar a las niñas, el padre que tenía que abandonar a sus hijos en el bosque porque eran seis viviendo hacinados en una sola habitación sin ventanas comiendo solo pan y menos libras que la ración mínima necesaria para la subsistencia y para no verlos morir de hambre en sus brazos los abandonaba. Mientras los príncipes o el próspero del pueblo lejos de acongojarse se aprovechaba de esta situación miserable, eran sus esclavos libres, la peor forma de esclavitud, entre lo malo, lo peor. El europeo que sale a conquistar el mundo sale a comérselo crudo, pues está literalmente muerto de hambre y lo que es mucho peor, es despiadadamente maltratado por su prójimo. Los pueblos que los ven llegar, jamás conocieron tamaña crueldad para con sus hermanos y no estarán preparados para el comportamiento infrahumano, despiadado, traicionero y cruel que recibirán, blandiendo una cruz, una espada y escondiendo un cofre. Estas comunidades, no conocían la palabra democracia, capitalismo, progreso ni evolución. Tampoco las palabras crueldad, ni juez, ni policía, ni propiedad privada. Sus luchas eran por mantener o ganarse o no perder el respeto o amor de su comunidad, del otro. Casi todo lo que hacían estaba centrado en mantenerse dentro de la comunidad querido y aceptado. Y no habían delegado la justicia, ni la salud, ni la administración, ni el cobro de los gastos o impuestos, ni la seguridad ni la defensa y protección en subculturas especializadas y profesionalizadas. Mantenían un intercambio o donaciones tan intenso que los llevaba a ser y sentirse muy necesarios y participantes activos del bienestar del conjunto y el solo temor por la amenaza de poder ser ignorados o en el extremo desterrados, abandonados por los otros, era todo el derecho negativo que necesitaban para disuadirlos de actos perjudiciales o delitos. Los ignorados podían llegar fácilmente al suicidio, tanto por el dolor inflijido en el otro como por asfixia emocional ante la ausencia del otro. No se trataba solo de la solución tecnológica a una necesidad material, el objetivo de este intenso intercambio era mantener lasos de solidaridad fuertes para que todos necesiten de todos y así mantener un intercambio humano es decir, ni altruista ni egoísta, sino una combinación de satisfacción del interés personal y de la necesidad de ayudar al bienestar del otro. Única forma de don humanamente posible cuyo ejemplo puede verse en el intercambio o acto sexual y toda la literatura freudiana.  Y así como el acto altruista puro o egoísta puro en el sexo son manifestaciones perjudiciales para los protagonistas, lo mismo ocurre con la caridad y el capitalismo. Y esos pueblos "primitivos", masacrados, aniquilados, por la cristianamente evangelizadora búsqueda de capital, mano de obra gratuita y mercados, ese amor que se expandía sobre esos pueblos bárbaros para domesticarlos, sí habían conocido y experimentado la acumulación y sí sabían que con el trigo o las canoas acumuladas solo llevaban al sometimiento dentro de su propio clan y por eso no acumulaban, y si acumulaban lo destruían, y en algunas poblaciones, mediante grandes ceremonias destruían lo que acumulaban en muestras de poder, o lo donaban, en un intercambio que dejaba a la otra parte en desventaja y en la obligación de retribuir cuanto menos lo donado como lo que sucede en la donación entre seres muy cercanos en la cultura europea occidental.  Altruismo puro y egoísmo puro. Humanamente imposibles. El primero porque exige absoluto desinterés y por tanto ausencia de testigos, pero no se puede evitar al yo como testigo. El segundo porque al ser humano se le hace insoportable el acto para pura satisfacción personal. Y lo que resulta es una comunidad esquizofrénica y escalofriantemente cruel. Por suerte que el europeo de hoy es culto y civilizado y que no usará nuevamente excusas racistas de algún tipo de superioridad divina o terrenal para conquistar otra vez el mundo ¿verdad? Y demos gracias que nadie está ocupando aquel antiguo lugar suyo...¿o si? y de suerte que ya no encuentra en su territorio judíos, negros, indios, gitanos, chinos, orientales, comunistas, indígenas u otro tipo de barbarie para culpar y perseguir, ya lo hicieron en el SXX. O tal vez sí, el nuevamente maltratado cristiano del capitalismo, maltratado por sí mismo, que ha perdido el estado de bienestar y se auto desprecia como en siglos anteriores, comienza a acumular indignación y a culpar a otros de los males que les ocasionan sus propios hermanos, y podemos ver cómo se comienza a perseguir nuevamente a los pocos pueblos que aun no fueron aniquilados ni evangelizados, y ahora se trata de la amenazante cifra de 1500 millones de conversos, descendientes de quienes no quisieron ver morir a sus familias por negarse a convertirse, y no me llama la atención la distinta bara con que miden conflictos de otros pueblos con los ocasionados por sí mismos que trístemente superiores en escala y perversión. La historia debería servir para evitar fatales repeticiones, pero el cristianismo reniega de su propia historia, y, sino oigamos como la confunden con una odisea llena de amor e inocencia y, además, el conocimiento humanístico no paga, no da renta, solo paga la tecnología, pero la tecnología, si no es complementada con conocimientos críticos sobre nuestro pasado, solo crea genios brutos que no saben a quién votar ni a quién acusar. Irónicamente, todos estos datos, los he sacado de pensadores de Occidente, y no es una contradicción, ya que esta ética montada sobre dos dioses, el dinero y el cristiano, exigiendo intercambios inhumanos extremos de altruismo puro y de egoísmo puro, llevando a una comunidad a someterse a sí misma, una única identidad social autosometiéndose y fermentando un alto grado de indignación, logra que buenos corazones sean instrumento de las peores matanzas que el hombre haya conocido, y la escalofriante cifra de cientos de millones de asesinatos en dos milenios.

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