La razón de Estado, ese régimen de Estado originario de la Europa mercantilista del SXVII que mutó primero de realeza a despotismo real y fue racionalizado, juridiccionado externamente y veridiccionado internamente en el SXVIII en una pluralidad de Estados externamente jurídicos en competencia y crecimiento colectivo simultáneo e infinito, simultaneidad e infinitud garantes de una paz a la vez necesaria, necesitando e invitando para su crecimiento colectivo infinito al resto del mundo o más bien a sus riquezas a apostar sin integrar esa banca y a la vez en correlato soberano absoluto en cada Estado internamente autoregulado de hecho por decisión racional y funcional a sí mismo en una suerte de frugalidad o minimalismo conveniente de acuerdo a ese ámbito creador de verdades de los economistas, el mercado, y su verdad primera, la utilidad, que hay que maximizar limitando la intervención estatal o en los términos del utilitarismo radical: limitando la pérdida de libertades a solo intervenciones en nombre del interés de tal o cuál individuo o grupo, siempre orientado a aumentar acompasadamente población y artículos de necesidad para mantenerse competente frente a los demás Estados de dicha pluralidad. Esto es lo que llamamos liberalismo. La cultura estableciendo las formas de un intercambio en la libre competencia garantizado por un régimen gubernamental policial de mínima intervención, el ganador alcanzará el cielo, aunque encierra una encrucijada pues el capital mayor al absorber al capital menor como el charco a la gota se concentra agotando irremediablemente las transacciones que necesitan multiplicidad a no ser que encuentre mercados infinitos como en su origen histórico de concentración de capital y expansión de mercados que se mundializaban sometiendo mediante custodiados monopolios recibiendo mano de obra gratuita y riquezas absorviendo otras economías, trabajo forzado y esclavitud de dos continentes, luego otra vez concentración, mercado muerto, paro, pérdida de una legitimidad sustentada en cada transacción, intervención gubernamental para destrabar, el capitalismo no solo es poder de policía, despotismo, conquista, sometimiento, masacres, necesidad de crecimiento infinito, acumulación y crisis, sino también paradógicamente redistribución, el capitalismo se auxilia cíclicamente en el socialismo, cuando un mercado muerto da lugar a un Estado de bienestar al que luego boicoteará cuando una cruzada o población sedienta de libertad le abra las puertas al capital libertario. El liberalismo tiene su patria la cual no sólo es el capital, sino también su cuna donde se vienen haciendo los repartos del mundo colonizado desde el SXV. Pero avancemos hacia el siglo XX. Estamos en la Alemania posguerra, destruida, sin Estado legítimo y en la Norteamérica de esa época. En un congreso se difinirá el futuro Estado a reconstruir. Aprovechando las fobias evidentes hacia todo lo estatal, aunque veremos más adelante, que conllevan un error, se establece que será un Estado de corte liberal. No deja de resultar paradójico, que si el estilo gubernamental será de corte liberal, y si el liberalismo reclama al Estado simplemente que lo deje hacer, declarándolo explícitamente como algo inútil, para qué y cómo podría ser ese nuevo Estado. La cuestión es que no existiendo un Estado, paradógicamente lo necesitaba y con necesidad esencia, por la razón que veremos más adelante, de modo que había que crearlo y limitarlo. Una breve explicación es que el intercambio utilitarista, esto es, sin interés por el otro, y el intercambio altruista, su extremo opuesto, por tratarse de acciones inviables para los seres vivos, necesitan instituciones y eticidades coercitivas. Por eso necesita el liberalismo de un Estado coercitivo aunque después tuviera que limitarlo.
Pero sigamos. Los impulsores del neoliberalismo en ese 1948, planteaban que el proteccionismo, el asistencialismo, la planificación y el intervencionismo del tipo keynesiano constituían una suerte de invariante determinista político-económica de tal manera que partiendo de cualquiera de ellos desembocaba inexorablemente en el totalitarismo, señalando que la crisis del nacionalsocialismo antes de su desenlase los había implementado a los cuatro, y ejemplificaban asimismo con la planificación soviética, con el New Deal en Norteamérica y el laborismo inglés. El totalitarismo habría sido la reacción en cadena de una invariante económica de proteccionismo, planificación estatal, asistencialismo e intervencionismo dirigido; lo cual habría llevado a la desintegración de la red social, la atomización del individuo frente a un Estado gigante y de crecimiento indefinido y todo originado por un liberalismo que, intimidado, intervino racionalmente sobre su comportamiento natural para autolimitarse, y estas intervenciones hicieron crecer al Estado hasta una administración con tipos de racionalidad técnica, que llevó a una burocratización y finalmente el desenlace, el totalitarismo, la masificación, atomización social y todos los efectos nocivos que se le achacaban antes a la economía de mercado. Esto era el pensamiento neoliberal en esa fecha que marcamos. El liberalismo que otrora era el mercado vigilado por un Estado, ahora era el mercado viglando al Estado.
Lo importante de lo nuevo del liberalismo no es que el foco pasa del intercambio a la competencia, ya que la derivación lógica política es la misma: dejar hacer, con una mínima intervención en el mercado, sólo para evitar monopolios y asegurar un ámbito para la competencia y sí intervenir en el ámbito de la produccion, protegiendo la propiedad individual de lo producido.
Pero lo que sí se destaca de lo nuevo es que la competencia pasa de ser algo primitivo, intuitivo a algo que hay que construir. La competencia es ahora algo formal, es una idea, y necesita un arte de gobernar direccionado a este ideal. Un arte de gobernar activo, vigilante, paradójicamente intervencionista. Un liberalismo positivo.
Ya no se trata de no tocar, sino de saber cómo tocar. Y plantean tres
aspectos principales: los monopolios, la acción económica conforme y la política social. El monopolio, dicen, lejos de ser la consecuencia natural de la competencia, en realidad es fruto de proteccionismos, deficiencias judiciales como la herencia y la reglamentación deficiente en las sociedades de acciones, su atractivo como facilidad recaudadora para un Estado concentrado, el apoyo judicial y el consenso social que logra. Además, en el mercado, la tendencia a la concentración es disuelta por la multiplicidad de variables dinámicas de la competencia, antes de llegar a una forma monopólica. Y de existir, se autoregula para mantener su privilegio, con lo cual tampoco en ese caso atenta contra el mecanismo regulador que son los precios. Solo hace falta una estructura para la competencia, eso sí, que sea rigurosamente formal en sus procesos, y un marco institucional antimonopolio para evitar que se fomente por afuera de esta estructura. En segundo lugar, las acciones conforme, reguladoras y ordenadoras, las primeras con prioridad en controlar la inflación para estabilizar los precios desestimando la importancia del poder adquisitivo, el pleno empleo y la balanza de pagos. Los instrumentos aceptados para intervenir son: en la política crediticia, la creación de taza de descuentos; en el comercio exterior, la reducción de saldo acreedor para regular el alza de precios externos; en la recaudación, la reducción moderada de la presión fiscal para influir sobre el ahorro y la inversión. Se prohiben los mecanismos usados por la planificación como fijación de precios, sostén de un sector del mercado, creación sistemática de empleos e inversión pública. De hecho, se reconoce cierto nivel de desempleo como esencialmente necesario, aunque el planteo sea que la estabilidad de precios es la forma de proteger el poder adquisitivo. Y después de todo ¿Que es un desocupado? ¿Una victima social, un discapacitado de la economía? Nada de eso. Es un trabajador en tránsito. Estas acciones reguladoras, son coyunturales. Pero la parte verdaderamente interesante está en las intervenciones de ordenación. El marco. Y es que para que este principio de la sociedad funcione bien, necesita de un verdadero mecanismo de relojería, por lo sofisticado y precisión, para ordenar a la sociedad. Hace falta intervenir masivamente en el orden cultural, jurídico, técnico y material. Es decir, intervención discreta a nivel económico y masiva a nivel social. Todo un orden de competencia. Y en tercer lugar, en lo referente a la política social. Recordemos que las intervenciones de los llamados Estados de bienestar, apuntan a hacerle de contrapunto a un mercado salvaje creador de desigualdad, apuntan a socializar, a equiparar el acceso a ciertos bienes de consumo, redistribuyendo los ingresos con asignaciones familiares y además se aplica el criterio de que a mayor crecimiento más activas son las políticas, pues se supone que corresponderia mayor recompensa. Pero esta igualación destruye el juego ordenador de las oscilaciones en la diferencia que es la competencia. Y para qué buscar esa igualación relativa, si después de todo, la desigualdad es igual para todos. Además, volcar al consumo, mediante esas transferencias, lo que sería ahorro e inversión, es un pecado, salvo una transferencia marginal de un máximo que de todos modos se hubiera destinado a sobreconsumo y a un mínimo sin posibilidad permanente de subsistir por su cuenta. No hay nada, en las medidas neoliberales, parecido a la búsqueda de la media del ingreso. En cambio, sí se pedirá a la sociedad, que trate de capitalizarse individualmente mediante seguros, mutuales y propiedad privada, para protegerse del peligro que son el accidente, la enfermedad y la muerte. La única política social es el crecimiento económico. Política social que guió a países que siguieron ese camino y llevó al anarcocapitalismo norteamericano. Paradógicamente, el Gobierno neoliberal, tiene que intervenir con igual intensidad que en un estilo de gobernabilidad de planificación, sólo que no interviene sobre el mercado ni sobre sus efectos nocivos, sino para protegerlo. Después el mercado se encargará de proteger a la sociedad, hará seres competitivos y ese será su aporte. Hace falta intervenir profundamente a la sociedad para que los mecanismos competitivos atraviecen su trama. El objeto no es la economía como era en el capitalismo clásico, es el entorno social. La sociedad del intercambio egoísta, dando lugar a la sociedad de la competencia. No es el consumo ni la masificación. Es la diferenciación, la productividad, la empresa individual, hasta en la unidad familiar. Y con ello se dará cabida al crecimiento del litigio y la sociedad judicializada. Históricamente, en donde no interviene el poder público, terminan resolviendo los tribunales. Al Gobierno le toca intervenir sobre cualquier reacción anticompetitiva, que surgirá humanamente, ya que, como sostengo, la exigencia del acto egoísta o altruista es contrainstintivo. Ya expliqué en otro contexto, pero recuerdo brevemente que el acto egoísta sólo satisface al ego y el acto altruista al prójimo, ambos contrariando la necesidad de todo acto de vida de significar a la vez en la misma vivencia cierto beneficio para el otro y cierto beneficio para uno mismo. El don es intercambio regulado. En las comunidades sanas son actos de vida. En el capitalismo es acto egoísta orientado al valor. En el cristianismo es acto altruista. En el neoliberalismo es acto egoísta orientado a la competencia. Requieren marcos jurídicos sumamente ordenados y estrictos, ya sea religiosos, éticos o racionales por su naturaleza contraria a la vida. Y son formadores de sociedades esquizofrénicas. Pero retomemos donde dejamos, el neoliberalismo tenía el desafío de probar que el capitalismo no había muerto y para eso explican que no se trata del fracaso de un orden natural fundado en el capital y la acumulación, sino de un orden de derecho económico consciente al que no es necesario mejorar ni su teoría económica ni su historia sociológica sino su marco jurídico institucional, el cual había tomado formas que limitaban en lugar de liberar a la economía de mercado y para eso buscarán definir una teoría del derecho que llamarán Imperio de la ley o Estado de derecho. En oposición al despotismo: poder público dirigido por la voluntad del soberano; y al Estado de policía: equiparación, aplicación del mismo grado de coerción, a la norma local o particular que a la ley general. El Estado de derecho coloca el origen del orden público en la ley y distingue entre la coerción legítima en la aplicación de un mandato público donde esté implicada la soberanía y el resto de las medidas administrativas. A lo que se suma la posibilidad de un arbitraje judicial entre los ciudadanos y el poder público. El Estado de derecho no es ni la completa libertad de circular todos libremente en todas direcciones ni que se le ordene a cada uno la hora de su salida y su recorrido, es una hoja de ruta, es decir, consideraciones puramente formales que hay que tener en cuenta. Lo que se busca de hecho, es que el poder público no tenga derecho a la planificación, y con ello, no habría entidad con suficiente visión global de la economía capaz de planificarla, influenciarla y dirigirla por ejemplo para nivelar los ingresos. Se necesitan leyes que digan solo qué no se puede hacer, que no se alteren según sus efectos y que den certidumbre a los agentes económicos y un Estado ciego a la economía. En una palabra: un juego. Un juego regulado de empresas, dentro de un marco jurídico institucional garantizado por el Estado. Eso es el capitalismo renovado. Ley y orden del midwest norteamericano, la creación de un orden económico de la espontaneidad en el marco de una ley únicamente formal. Sin planificación ni proteccionismo. El sujeto económico no es consumidor, productor o de intercambio. Es la libre empresa competidora y diferenciada con sus objetivos y estrategias propias, pronta a litigar multiplicando la superficie de rozamiento y fricción. Otra vez se olvida que somos seres para vivir y hacer vida, seres con conatus, y en este modo de intercambio, no hay lugar para el otro, el prójimo, la especie, la conmoción o el lazo solidario, y el poder judicial adquiere tal protagonismo cotidiano que se vuelve un árbitro interventor. Marx veía el origen del mal capitalista en su esencia material o económica: el capital y la acumulación. Todos los capitalistas, tanto intervencionistas socialistas como liberales, dirán que las normas son parte de la economía, pues establecen el modo del intercambio, de modo que ese problema que plantea Marx, los problemas históricos del capitalismo, se resuelven cambiando las normas. Los primeros, los intervencionistas del tipo keynesiano o socialistas, interviniendo para redistribuir el capital y con proteccionismo, intervenciones necesarias por la tendencia social a crear organizaciones centralizadas y concentrar el capital. Lo que están diciendo es que un socialismo es la derivación inevitable de la concentración y por otro lado y precisamente por esto, hay que extremar la vigilancia para no caer en un totalitarismo. Los neoliberales desecharán esta alternativa, dirán que la pérdida de libertad que conlleva la planificación es inevitable por el error económico racional que supone la planificación y que constantemente habrá que pagar con pérdida de libertad. En cambio, lo que habría que hacer es intervenir masivamente en la trama social contra su tendencia vital a evitar la competencia mediante organizaciones centralizadas, pero en la economía solo con reglas de forma y solo para garantizarla. El modelo aleman, ese que nos hace temblar, no el totalitario, sino del Estado de derecho, como sea, la democracia cristiana alemana difundida por el mundo, ese fue el resultado. La tragedia histórica dejó dos imaginarios fóbicos respecto al Estado: su capacidad expansiva infinita hasta dominar por completo a su objetivo, la sociedad civil y su suerte de continuidad entre Estado administrativo, benefactor, burocrático, fascista y totalitario. En este estado de cosas,cualquier análisis sobre la seguridad social y su necesidad de administración derivará en los campos de concentración. Y lo que se logra en el fondo es evitar una crítica real y actual. Y eso es lo que hacen los liberales: la crítica vacía al socialismo en todas sus formas. Lo cierto es que el totalitarismo, tanto en Alemania como en la Unión Soviética, no surgieron de un Estado burocrático ni de ninguna gubernamentalidad estatal, sino de una gubernamentalidad de partido. A grandes rasgos, las políticas sociales o solidarias de alguna de las formas socialistas o intervencionistas consisten en redistribución, subsidios y regulación de la economía, esto último para mantener el crecimiento y el pleno empleo. Y los objetivos puramente económicos de cualquier capitalismo desde el más abierto hasta el más socialista son pleno empleo, estabilidad de precios, saldo acreedor positivo de la balanza de pagos, a veces operando sobre el valor de cambio de la moneda y la tasa de descuento crediticia para que presten utilidad al ahorro, a la inversión y a la competitividad internacional. Las intervenciones de las gubernamentalidades del tipo keynesiano y de Estados de bienestar, son medidas proteccionistas: modificaciones a la tasa aduanera a modo de grifo del comercio exterior y subsidios a segmentos productivos. Como supondrán, el Plan Social no tiene que tener efectos nocivos sobre la economía, sobre todo ante la mirada neoliberal. El estilo neoliberal apunta primera y coyunturalmente a la estabilidad de precios y la original necesidad de asegurarse un cierto índice de desempleo, todo eso ya lo vimos. Pero agrega algo más al juego de partenaires. Ya sabemos que todos están invitados a jugar sin haberlo solicitado ni deseado. Pero además tiene otra novedosa regla: nadie puede posteriormente quedar excluido. Nadie puede perderlo todo de forma tal que quede imposibilitado de jugar. Esta es la idea del impuesto negativo. La única asistencia social es un dinero efectivo al que caiga por debajo de un umbral de ingresos sin importar la causa. El efecto es una población flotante, fluctuante en torno a dicho umbral, como mano de obra abundante de libre disponibilidad, y distinguida del resto en su calidad de pobre. No se busca resolver las causas de la pobreza ni reducir la pobreza relativa, es decir, la diferencia de ingresos, ni el pleno empleo, ni el crecimiento colectivo. Resulta llamativo que ni el más socialista de los modelos intenta desincentivar la riqueza desmedida, igual o más perjudicial que la pobreza y potenciando en su asociación sus efectos perjudiciales. El liberalismo norteamericano, protagonista desde la guerra de su independencia en la construcción del Estado, y presente en toda discusión, y que gracias a que las etapas socialistas del SXX buscaron establecer un imperialismo militar, se desarrolló tanto a izquierda como a derecha, construye utopías, está vivo, es en esa Norteamérica, verdaderamente, una forma de ser y de pensar. Recordemos que la economía clásica solo ve cosas y procesos y divide todo en tierra, capital y trabajo. Al trabajo lo abstrae al tiempo utilizado de su fuerza. Marx probó que esa porción de tiempo no retribuido, entre el valor producido y el salario, la plusvalía, y esa suerte de enmascaramiento sobre el trabajo, que solo permite valorar su fuerza y su tiempo, es el sentido del capitalismo. Pero nadie indagó sobre el trabajo. Los liberales, interesados en redefinir el objeto económico, ven conductas económicas, es decir, decidiendo en la asignación de recursos escasos a fines que se excluyen mutuamente. De esta forma, rescata el valor económico del principio de racionalidad estratégica, aplicado por el trabajador en la práctica. Retoma estas definiciones: ingreso es el rendimiento del capital y éste es potencial fuente de ingresos. La idoneidad del trabajador es su capital, capital humano, por su indisociabilidad. Y sus salarios, son su ingreso. Una empresa para sí mismo. Un universo de unidades empresa. Retorno al hommo económico, pero no será el socio del intercambio por necesidad y utilidad clásico. Es el empresario de sí mismo. Esto lleva al estudio de la acumulación del capital humano. Y su constitución innata y adquirida. Hereditaria o congénita la primera. Los efectos racistas de la genética deben ser temidos. Pero los análisis se concentran en la posibilidad de inversión en capital humano por acumulación de capacidad adquirida, y para esto, los informes ambientales de la vida del niño. Costos como Salud, higiene pública, movilidad, comunicaciones y educación pueden verse como inversión en ese capital humano. Un migrante es un inversor, su costo es su traslado y el lucro cesante, que busca aumentar su renta: aumento de salario. Es también renta del capital humano la innovación que corrige la baja de la tasa de ganancia. El nivel y las formas de inversión en capital humano es central en el desarrollo de los países. La amenaza política es la eficacia de esta incursión sobre este capital históricamente ignorado y la aplicación de esta grilla de análisis a todos los fenómenos sociales invirtiendo toda relación social en económica. La empresa individual es el concepto ético y vital que se busca oponer al frío y mecánico juego de la competencia que por sí solo llevaría a la alienación y desintegración social. Los norteamericanos han aplicado la grilla económica hasta para medir la renta para la madre, de la crianza de su hijo, un comportamiento humano que no puede abstraerse a una transacción económica en los términos de costo-beneficio. Pero el cinismo político surge en la crítica de una acción pública y por lo tanto no económica, sino social, por su costo económico. No es más que un mecanismo de presión y desgaste cuyos datos nada tienen que ver con la realidad. La lógica positivista aplicada al mercado como símbolo de validez para filtrar como contradictorias, inconsistentes o sin sentido, todas las medidas públicas. En lugar de un dejar hacer, un no dejar hacer al Gobierno desde una suerte de Tribunal económico.
La asimilación por parte del Estado de las deudas privadas, no es otra cosa que una transferencia negativa de capital, cuyo objetivo en lugar de ser la redistribución y nivelación de los ingresos, es lo opuesto, profundizar la concentración de la acumulación. Puesto que ninguna sociedad aceptaría tal perjuicio sobre sí misma, el mecanismo es el fraude, se le hace creer a la sociedad, que está siendo beneficiada y que la deuda tuvo destinos muy benéficos para sí misma, se esconde que hay una violación a la ley, a la soberanía, a lo colectivo, hay una transferencia, pero deudas, de los sectores de capital concentrado hacia los menores ingresos. Cabría evaluar si la licuación de las deudas privadas, absorvidas como públicas por el Estado, mediante lobby y fraude legal es considerado desde el punto de vista de la estrategia empresaria, la competencia y la utilidad, un intercambio ejemplar ¿El robo, el fraude, la estafa, es un intercambio económicamente perfecto?
Crimen es todo acto que conlleva al que lo comete, el riesgo de una pena. Aunque esta definición liberal se asemeja a la del código penal, presenta una sutil, pero importante diferencia: deja el foco del acto en sí para ponerse en el lugar del individuo, ¿ para mostrar qué ? Lo cruel, horripilante y patológico de la conducta no es relevante. Lo importante es que todos tienen en cuenta la ecuación costo beneficio de sus actos, incluyendo sus actos criminales. A la oferta criminal hay que balancearla con una demanda negativa, que se decide de acuerdo a la misma grilla de costos, teniendo en cuenta que hay una oferta de crimen elástica y una inelástica costosa muy costosa de contrarrestar con una demanda negativa. Esta demanda negativa, es todo lo que hace real la aplicación de la ley, el enforcement of law, el derecho negativo. El mismo objetivo economicista de Bentham y su universo panóptico donde todos se sintieran transparentes y vigilados a bajo costo, en la Inglaterra del el SXVIII, pero con ecuaciones muy distintas. En aquel liberalismo, una ley simplificada definía el delito y a la vez indicaba el cálculo del castigo que recuperara el daño social, y se hablaba de acto, no se mencionaba una conducta criminal que tuviera acarreado un costo mayor, pero en el SXIX se inventó al criminal, la cárcel: lugar de empoderamiento del tiempo como castigo, reemplaza al suplicio público, al escarnio y al destierro, y esta figura criminal fortalecida por pseudoteorías antropomórficas y que involucra expiación, reincidencia, recuperación, reinserción, está orientada a una sociedad disciplinada, mano de obra productiva, es más costosa, la ecuación económica había fallado cuando se la quiso aplicar a la criminalidad. Pero regresemos a los neoliberales. Los norteamericanos liberales tienen una ecuación donde no se vislumbran prácticas de disciplinamiento ni intenciones normalizadoras hacia el jugador, no se busca eliminar las diferenciaciones ni desalentar la conducta competitiva, sino reglas aplicadas al juego que permitan a cada uno hacer sus cuentas, que los lleven a considerar el costo del crimen como excesivo y así desestimarlo, más estudios económicos para calcular las reglas apropiadas que lleven a minimizar la oferta elástica de crimen Son los estudios y las medidas ambientales.
En la misma sociedad se establece un contrapunto entre utilitarismo y caridad, dos caras de la misma moneda, el templo y la bolsa, dos lugares raros si los hay, lugares donde el hombre se enceguece, ante el dios dinero que le pide frialdad y el dios caritativo que le pide entrega. Lugares donde la vida se queda afuera.
La Edad Media, desde Hobbes, Locke, introduce al hombre de interés, homo económicus, el que opta por salvar su meñique antes que al mundo (ADam Smith), el de la decisión irreductible e intransferible de Hume; al que hay que dejarlo hacer para que en la multiplicidad de las atomicidades en sus intereses egoístas produzcan inevitablemente el beneficio general, gracias a la mano invisible de Adam Smith, mano que confiesa la creencia en una finanidad o Dios proveedor, e invisibilidad nada casual, pues le está diciendo al soberano: no te metas porque no sabes y no sabes porque no puedes saber. ¿Hipocresía para poner un freno al despotismo? Como sea, racionalmente o por "creencia divina", se le está poniendo un freno a la razón de Estado y al Estado Policía y creando la verdad del interés individual al que hay que dejar hacer. Este Homo económicus no puede ser abarcado por el Homo jurídicus o sujeto de derecho del contrato social, otro homo diseñado contra el absolutismo soberano para atacarlo desde otro flanco: el reclamo de derechos indelegables, pues el económicus no podría ceder derechos para el beneficio propio y de todos como lo hace el jurídicus, en su esencia está el reclamo de libertad. El Homo económicus hace una crítica fundamental: la imposibilidad de una visión totalizadora del rumbo económico. Pero el Homo económicus del interés egoísta, del egoísmo salvador del mundo, no existe, como tampoco un Homo jurídicus que fuera a cumplir con un contrato acordado previamente aun si fuera a posteriori contra sus intereses. No son más que abstracciones fabricadas para enfrentar a una razón de Estado absolutista y un Estado de Policía. Y no pueden más que aparecer solo como parte de un hombre social más real, el hombre del vínculo espontáneo, tanto el del Palacio o el de la choza, el homo humanitis, el único hombre que existe desde que puede atribuirsele humanidad, el que se vincula estableciendo lazos de simpatía, o por compasión, y también el que disfruta con la angustia que sabe que padecerá un grupo al que piensa abandonar, o que se alía con un grupo con el que simpatiza al tiempo que desprecia a otro grupo, el que discute. Es la sociedad Civil, única posibilidad del hombre del interés egoísta y el hombre de derecho, y que surge en Europa como correlato del poder, pero que se va a terminar preguntando ¿para qué quiero un poder externo, un Estado, para qué quiero un gobierno? Y, en última instancia, la que va a ubicar al Estado como un anexo de sí, que podría no estar. Este proceso se da en el marco del pensamiento occidental predominante: el pensamiento liberal, aunque fuera desde una posición lateral a la gubernamentalidad, desde una posición crítica. El hombre del interés egoísta solo puede manifestarse dentro de la sociedad civil, pero a la que paradógicamente deshace, porque desarma los lazos solidarios espontáneos que establece el hombre intuitivamente al encontrarse con otros hombres. La ironía es que tras milenios de relaciones jefe-subordinado, amo-esclavo o siervo, que permitieron la aparición de polis, reinados y Estados, espacios externos de poder, en una palabra, gobernadores y gobernados, que han intentado sobrevivir con conceptualizaciones míticas-religiosas, morales, jurídica-racionales y políticas, el liberalismo del interés egoísta llega para cuestionar ese poder que irónicamente tiene su origen en el interés económicus, la primera vez que alguien accede a subordinarse y permitiéndo así dar rienda suelta a pretenciones egoístas. Las demás culturas, por ejemplo, los indios de América del Norte o del Sur, culturas africanas, trobriandesas, etc, no degeneraron en vínculos de subordinación,solo el vínculo espontáneo que se da entre alguien que decide seguir y otro que permite ser seguido, sin subordinación, y sin embargo aun sin la existencia de un apéndice gubernamental, nunca fallaba la formación de un consejo cuando había que enfrentar un peligro, decidir sobre un comportamiento interno que no se resolvía por sí solo, o comunicarse con alguien externo al grupo. La sociedad civil no había degenerado en mecanismos de Poder.
Pero sigamos. Los impulsores del neoliberalismo en ese 1948, planteaban que el proteccionismo, el asistencialismo, la planificación y el intervencionismo del tipo keynesiano constituían una suerte de invariante determinista político-económica de tal manera que partiendo de cualquiera de ellos desembocaba inexorablemente en el totalitarismo, señalando que la crisis del nacionalsocialismo antes de su desenlase los había implementado a los cuatro, y ejemplificaban asimismo con la planificación soviética, con el New Deal en Norteamérica y el laborismo inglés. El totalitarismo habría sido la reacción en cadena de una invariante económica de proteccionismo, planificación estatal, asistencialismo e intervencionismo dirigido; lo cual habría llevado a la desintegración de la red social, la atomización del individuo frente a un Estado gigante y de crecimiento indefinido y todo originado por un liberalismo que, intimidado, intervino racionalmente sobre su comportamiento natural para autolimitarse, y estas intervenciones hicieron crecer al Estado hasta una administración con tipos de racionalidad técnica, que llevó a una burocratización y finalmente el desenlace, el totalitarismo, la masificación, atomización social y todos los efectos nocivos que se le achacaban antes a la economía de mercado. Esto era el pensamiento neoliberal en esa fecha que marcamos. El liberalismo que otrora era el mercado vigilado por un Estado, ahora era el mercado viglando al Estado.
Lo importante de lo nuevo del liberalismo no es que el foco pasa del intercambio a la competencia, ya que la derivación lógica política es la misma: dejar hacer, con una mínima intervención en el mercado, sólo para evitar monopolios y asegurar un ámbito para la competencia y sí intervenir en el ámbito de la produccion, protegiendo la propiedad individual de lo producido.
Pero lo que sí se destaca de lo nuevo es que la competencia pasa de ser algo primitivo, intuitivo a algo que hay que construir. La competencia es ahora algo formal, es una idea, y necesita un arte de gobernar direccionado a este ideal. Un arte de gobernar activo, vigilante, paradójicamente intervencionista. Un liberalismo positivo.
Ya no se trata de no tocar, sino de saber cómo tocar. Y plantean tres
aspectos principales: los monopolios, la acción económica conforme y la política social. El monopolio, dicen, lejos de ser la consecuencia natural de la competencia, en realidad es fruto de proteccionismos, deficiencias judiciales como la herencia y la reglamentación deficiente en las sociedades de acciones, su atractivo como facilidad recaudadora para un Estado concentrado, el apoyo judicial y el consenso social que logra. Además, en el mercado, la tendencia a la concentración es disuelta por la multiplicidad de variables dinámicas de la competencia, antes de llegar a una forma monopólica. Y de existir, se autoregula para mantener su privilegio, con lo cual tampoco en ese caso atenta contra el mecanismo regulador que son los precios. Solo hace falta una estructura para la competencia, eso sí, que sea rigurosamente formal en sus procesos, y un marco institucional antimonopolio para evitar que se fomente por afuera de esta estructura. En segundo lugar, las acciones conforme, reguladoras y ordenadoras, las primeras con prioridad en controlar la inflación para estabilizar los precios desestimando la importancia del poder adquisitivo, el pleno empleo y la balanza de pagos. Los instrumentos aceptados para intervenir son: en la política crediticia, la creación de taza de descuentos; en el comercio exterior, la reducción de saldo acreedor para regular el alza de precios externos; en la recaudación, la reducción moderada de la presión fiscal para influir sobre el ahorro y la inversión. Se prohiben los mecanismos usados por la planificación como fijación de precios, sostén de un sector del mercado, creación sistemática de empleos e inversión pública. De hecho, se reconoce cierto nivel de desempleo como esencialmente necesario, aunque el planteo sea que la estabilidad de precios es la forma de proteger el poder adquisitivo. Y después de todo ¿Que es un desocupado? ¿Una victima social, un discapacitado de la economía? Nada de eso. Es un trabajador en tránsito. Estas acciones reguladoras, son coyunturales. Pero la parte verdaderamente interesante está en las intervenciones de ordenación. El marco. Y es que para que este principio de la sociedad funcione bien, necesita de un verdadero mecanismo de relojería, por lo sofisticado y precisión, para ordenar a la sociedad. Hace falta intervenir masivamente en el orden cultural, jurídico, técnico y material. Es decir, intervención discreta a nivel económico y masiva a nivel social. Todo un orden de competencia. Y en tercer lugar, en lo referente a la política social. Recordemos que las intervenciones de los llamados Estados de bienestar, apuntan a hacerle de contrapunto a un mercado salvaje creador de desigualdad, apuntan a socializar, a equiparar el acceso a ciertos bienes de consumo, redistribuyendo los ingresos con asignaciones familiares y además se aplica el criterio de que a mayor crecimiento más activas son las políticas, pues se supone que corresponderia mayor recompensa. Pero esta igualación destruye el juego ordenador de las oscilaciones en la diferencia que es la competencia. Y para qué buscar esa igualación relativa, si después de todo, la desigualdad es igual para todos. Además, volcar al consumo, mediante esas transferencias, lo que sería ahorro e inversión, es un pecado, salvo una transferencia marginal de un máximo que de todos modos se hubiera destinado a sobreconsumo y a un mínimo sin posibilidad permanente de subsistir por su cuenta. No hay nada, en las medidas neoliberales, parecido a la búsqueda de la media del ingreso. En cambio, sí se pedirá a la sociedad, que trate de capitalizarse individualmente mediante seguros, mutuales y propiedad privada, para protegerse del peligro que son el accidente, la enfermedad y la muerte. La única política social es el crecimiento económico. Política social que guió a países que siguieron ese camino y llevó al anarcocapitalismo norteamericano. Paradógicamente, el Gobierno neoliberal, tiene que intervenir con igual intensidad que en un estilo de gobernabilidad de planificación, sólo que no interviene sobre el mercado ni sobre sus efectos nocivos, sino para protegerlo. Después el mercado se encargará de proteger a la sociedad, hará seres competitivos y ese será su aporte. Hace falta intervenir profundamente a la sociedad para que los mecanismos competitivos atraviecen su trama. El objeto no es la economía como era en el capitalismo clásico, es el entorno social. La sociedad del intercambio egoísta, dando lugar a la sociedad de la competencia. No es el consumo ni la masificación. Es la diferenciación, la productividad, la empresa individual, hasta en la unidad familiar. Y con ello se dará cabida al crecimiento del litigio y la sociedad judicializada. Históricamente, en donde no interviene el poder público, terminan resolviendo los tribunales. Al Gobierno le toca intervenir sobre cualquier reacción anticompetitiva, que surgirá humanamente, ya que, como sostengo, la exigencia del acto egoísta o altruista es contrainstintivo. Ya expliqué en otro contexto, pero recuerdo brevemente que el acto egoísta sólo satisface al ego y el acto altruista al prójimo, ambos contrariando la necesidad de todo acto de vida de significar a la vez en la misma vivencia cierto beneficio para el otro y cierto beneficio para uno mismo. El don es intercambio regulado. En las comunidades sanas son actos de vida. En el capitalismo es acto egoísta orientado al valor. En el cristianismo es acto altruista. En el neoliberalismo es acto egoísta orientado a la competencia. Requieren marcos jurídicos sumamente ordenados y estrictos, ya sea religiosos, éticos o racionales por su naturaleza contraria a la vida. Y son formadores de sociedades esquizofrénicas. Pero retomemos donde dejamos, el neoliberalismo tenía el desafío de probar que el capitalismo no había muerto y para eso explican que no se trata del fracaso de un orden natural fundado en el capital y la acumulación, sino de un orden de derecho económico consciente al que no es necesario mejorar ni su teoría económica ni su historia sociológica sino su marco jurídico institucional, el cual había tomado formas que limitaban en lugar de liberar a la economía de mercado y para eso buscarán definir una teoría del derecho que llamarán Imperio de la ley o Estado de derecho. En oposición al despotismo: poder público dirigido por la voluntad del soberano; y al Estado de policía: equiparación, aplicación del mismo grado de coerción, a la norma local o particular que a la ley general. El Estado de derecho coloca el origen del orden público en la ley y distingue entre la coerción legítima en la aplicación de un mandato público donde esté implicada la soberanía y el resto de las medidas administrativas. A lo que se suma la posibilidad de un arbitraje judicial entre los ciudadanos y el poder público. El Estado de derecho no es ni la completa libertad de circular todos libremente en todas direcciones ni que se le ordene a cada uno la hora de su salida y su recorrido, es una hoja de ruta, es decir, consideraciones puramente formales que hay que tener en cuenta. Lo que se busca de hecho, es que el poder público no tenga derecho a la planificación, y con ello, no habría entidad con suficiente visión global de la economía capaz de planificarla, influenciarla y dirigirla por ejemplo para nivelar los ingresos. Se necesitan leyes que digan solo qué no se puede hacer, que no se alteren según sus efectos y que den certidumbre a los agentes económicos y un Estado ciego a la economía. En una palabra: un juego. Un juego regulado de empresas, dentro de un marco jurídico institucional garantizado por el Estado. Eso es el capitalismo renovado. Ley y orden del midwest norteamericano, la creación de un orden económico de la espontaneidad en el marco de una ley únicamente formal. Sin planificación ni proteccionismo. El sujeto económico no es consumidor, productor o de intercambio. Es la libre empresa competidora y diferenciada con sus objetivos y estrategias propias, pronta a litigar multiplicando la superficie de rozamiento y fricción. Otra vez se olvida que somos seres para vivir y hacer vida, seres con conatus, y en este modo de intercambio, no hay lugar para el otro, el prójimo, la especie, la conmoción o el lazo solidario, y el poder judicial adquiere tal protagonismo cotidiano que se vuelve un árbitro interventor. Marx veía el origen del mal capitalista en su esencia material o económica: el capital y la acumulación. Todos los capitalistas, tanto intervencionistas socialistas como liberales, dirán que las normas son parte de la economía, pues establecen el modo del intercambio, de modo que ese problema que plantea Marx, los problemas históricos del capitalismo, se resuelven cambiando las normas. Los primeros, los intervencionistas del tipo keynesiano o socialistas, interviniendo para redistribuir el capital y con proteccionismo, intervenciones necesarias por la tendencia social a crear organizaciones centralizadas y concentrar el capital. Lo que están diciendo es que un socialismo es la derivación inevitable de la concentración y por otro lado y precisamente por esto, hay que extremar la vigilancia para no caer en un totalitarismo. Los neoliberales desecharán esta alternativa, dirán que la pérdida de libertad que conlleva la planificación es inevitable por el error económico racional que supone la planificación y que constantemente habrá que pagar con pérdida de libertad. En cambio, lo que habría que hacer es intervenir masivamente en la trama social contra su tendencia vital a evitar la competencia mediante organizaciones centralizadas, pero en la economía solo con reglas de forma y solo para garantizarla. El modelo aleman, ese que nos hace temblar, no el totalitario, sino del Estado de derecho, como sea, la democracia cristiana alemana difundida por el mundo, ese fue el resultado. La tragedia histórica dejó dos imaginarios fóbicos respecto al Estado: su capacidad expansiva infinita hasta dominar por completo a su objetivo, la sociedad civil y su suerte de continuidad entre Estado administrativo, benefactor, burocrático, fascista y totalitario. En este estado de cosas,cualquier análisis sobre la seguridad social y su necesidad de administración derivará en los campos de concentración. Y lo que se logra en el fondo es evitar una crítica real y actual. Y eso es lo que hacen los liberales: la crítica vacía al socialismo en todas sus formas. Lo cierto es que el totalitarismo, tanto en Alemania como en la Unión Soviética, no surgieron de un Estado burocrático ni de ninguna gubernamentalidad estatal, sino de una gubernamentalidad de partido. A grandes rasgos, las políticas sociales o solidarias de alguna de las formas socialistas o intervencionistas consisten en redistribución, subsidios y regulación de la economía, esto último para mantener el crecimiento y el pleno empleo. Y los objetivos puramente económicos de cualquier capitalismo desde el más abierto hasta el más socialista son pleno empleo, estabilidad de precios, saldo acreedor positivo de la balanza de pagos, a veces operando sobre el valor de cambio de la moneda y la tasa de descuento crediticia para que presten utilidad al ahorro, a la inversión y a la competitividad internacional. Las intervenciones de las gubernamentalidades del tipo keynesiano y de Estados de bienestar, son medidas proteccionistas: modificaciones a la tasa aduanera a modo de grifo del comercio exterior y subsidios a segmentos productivos. Como supondrán, el Plan Social no tiene que tener efectos nocivos sobre la economía, sobre todo ante la mirada neoliberal. El estilo neoliberal apunta primera y coyunturalmente a la estabilidad de precios y la original necesidad de asegurarse un cierto índice de desempleo, todo eso ya lo vimos. Pero agrega algo más al juego de partenaires. Ya sabemos que todos están invitados a jugar sin haberlo solicitado ni deseado. Pero además tiene otra novedosa regla: nadie puede posteriormente quedar excluido. Nadie puede perderlo todo de forma tal que quede imposibilitado de jugar. Esta es la idea del impuesto negativo. La única asistencia social es un dinero efectivo al que caiga por debajo de un umbral de ingresos sin importar la causa. El efecto es una población flotante, fluctuante en torno a dicho umbral, como mano de obra abundante de libre disponibilidad, y distinguida del resto en su calidad de pobre. No se busca resolver las causas de la pobreza ni reducir la pobreza relativa, es decir, la diferencia de ingresos, ni el pleno empleo, ni el crecimiento colectivo. Resulta llamativo que ni el más socialista de los modelos intenta desincentivar la riqueza desmedida, igual o más perjudicial que la pobreza y potenciando en su asociación sus efectos perjudiciales. El liberalismo norteamericano, protagonista desde la guerra de su independencia en la construcción del Estado, y presente en toda discusión, y que gracias a que las etapas socialistas del SXX buscaron establecer un imperialismo militar, se desarrolló tanto a izquierda como a derecha, construye utopías, está vivo, es en esa Norteamérica, verdaderamente, una forma de ser y de pensar. Recordemos que la economía clásica solo ve cosas y procesos y divide todo en tierra, capital y trabajo. Al trabajo lo abstrae al tiempo utilizado de su fuerza. Marx probó que esa porción de tiempo no retribuido, entre el valor producido y el salario, la plusvalía, y esa suerte de enmascaramiento sobre el trabajo, que solo permite valorar su fuerza y su tiempo, es el sentido del capitalismo. Pero nadie indagó sobre el trabajo. Los liberales, interesados en redefinir el objeto económico, ven conductas económicas, es decir, decidiendo en la asignación de recursos escasos a fines que se excluyen mutuamente. De esta forma, rescata el valor económico del principio de racionalidad estratégica, aplicado por el trabajador en la práctica. Retoma estas definiciones: ingreso es el rendimiento del capital y éste es potencial fuente de ingresos. La idoneidad del trabajador es su capital, capital humano, por su indisociabilidad. Y sus salarios, son su ingreso. Una empresa para sí mismo. Un universo de unidades empresa. Retorno al hommo económico, pero no será el socio del intercambio por necesidad y utilidad clásico. Es el empresario de sí mismo. Esto lleva al estudio de la acumulación del capital humano. Y su constitución innata y adquirida. Hereditaria o congénita la primera. Los efectos racistas de la genética deben ser temidos. Pero los análisis se concentran en la posibilidad de inversión en capital humano por acumulación de capacidad adquirida, y para esto, los informes ambientales de la vida del niño. Costos como Salud, higiene pública, movilidad, comunicaciones y educación pueden verse como inversión en ese capital humano. Un migrante es un inversor, su costo es su traslado y el lucro cesante, que busca aumentar su renta: aumento de salario. Es también renta del capital humano la innovación que corrige la baja de la tasa de ganancia. El nivel y las formas de inversión en capital humano es central en el desarrollo de los países. La amenaza política es la eficacia de esta incursión sobre este capital históricamente ignorado y la aplicación de esta grilla de análisis a todos los fenómenos sociales invirtiendo toda relación social en económica. La empresa individual es el concepto ético y vital que se busca oponer al frío y mecánico juego de la competencia que por sí solo llevaría a la alienación y desintegración social. Los norteamericanos han aplicado la grilla económica hasta para medir la renta para la madre, de la crianza de su hijo, un comportamiento humano que no puede abstraerse a una transacción económica en los términos de costo-beneficio. Pero el cinismo político surge en la crítica de una acción pública y por lo tanto no económica, sino social, por su costo económico. No es más que un mecanismo de presión y desgaste cuyos datos nada tienen que ver con la realidad. La lógica positivista aplicada al mercado como símbolo de validez para filtrar como contradictorias, inconsistentes o sin sentido, todas las medidas públicas. En lugar de un dejar hacer, un no dejar hacer al Gobierno desde una suerte de Tribunal económico.
La asimilación por parte del Estado de las deudas privadas, no es otra cosa que una transferencia negativa de capital, cuyo objetivo en lugar de ser la redistribución y nivelación de los ingresos, es lo opuesto, profundizar la concentración de la acumulación. Puesto que ninguna sociedad aceptaría tal perjuicio sobre sí misma, el mecanismo es el fraude, se le hace creer a la sociedad, que está siendo beneficiada y que la deuda tuvo destinos muy benéficos para sí misma, se esconde que hay una violación a la ley, a la soberanía, a lo colectivo, hay una transferencia, pero deudas, de los sectores de capital concentrado hacia los menores ingresos. Cabría evaluar si la licuación de las deudas privadas, absorvidas como públicas por el Estado, mediante lobby y fraude legal es considerado desde el punto de vista de la estrategia empresaria, la competencia y la utilidad, un intercambio ejemplar ¿El robo, el fraude, la estafa, es un intercambio económicamente perfecto?
Crimen es todo acto que conlleva al que lo comete, el riesgo de una pena. Aunque esta definición liberal se asemeja a la del código penal, presenta una sutil, pero importante diferencia: deja el foco del acto en sí para ponerse en el lugar del individuo, ¿ para mostrar qué ? Lo cruel, horripilante y patológico de la conducta no es relevante. Lo importante es que todos tienen en cuenta la ecuación costo beneficio de sus actos, incluyendo sus actos criminales. A la oferta criminal hay que balancearla con una demanda negativa, que se decide de acuerdo a la misma grilla de costos, teniendo en cuenta que hay una oferta de crimen elástica y una inelástica costosa muy costosa de contrarrestar con una demanda negativa. Esta demanda negativa, es todo lo que hace real la aplicación de la ley, el enforcement of law, el derecho negativo. El mismo objetivo economicista de Bentham y su universo panóptico donde todos se sintieran transparentes y vigilados a bajo costo, en la Inglaterra del el SXVIII, pero con ecuaciones muy distintas. En aquel liberalismo, una ley simplificada definía el delito y a la vez indicaba el cálculo del castigo que recuperara el daño social, y se hablaba de acto, no se mencionaba una conducta criminal que tuviera acarreado un costo mayor, pero en el SXIX se inventó al criminal, la cárcel: lugar de empoderamiento del tiempo como castigo, reemplaza al suplicio público, al escarnio y al destierro, y esta figura criminal fortalecida por pseudoteorías antropomórficas y que involucra expiación, reincidencia, recuperación, reinserción, está orientada a una sociedad disciplinada, mano de obra productiva, es más costosa, la ecuación económica había fallado cuando se la quiso aplicar a la criminalidad. Pero regresemos a los neoliberales. Los norteamericanos liberales tienen una ecuación donde no se vislumbran prácticas de disciplinamiento ni intenciones normalizadoras hacia el jugador, no se busca eliminar las diferenciaciones ni desalentar la conducta competitiva, sino reglas aplicadas al juego que permitan a cada uno hacer sus cuentas, que los lleven a considerar el costo del crimen como excesivo y así desestimarlo, más estudios económicos para calcular las reglas apropiadas que lleven a minimizar la oferta elástica de crimen Son los estudios y las medidas ambientales.
En la misma sociedad se establece un contrapunto entre utilitarismo y caridad, dos caras de la misma moneda, el templo y la bolsa, dos lugares raros si los hay, lugares donde el hombre se enceguece, ante el dios dinero que le pide frialdad y el dios caritativo que le pide entrega. Lugares donde la vida se queda afuera.
La Edad Media, desde Hobbes, Locke, introduce al hombre de interés, homo económicus, el que opta por salvar su meñique antes que al mundo (ADam Smith), el de la decisión irreductible e intransferible de Hume; al que hay que dejarlo hacer para que en la multiplicidad de las atomicidades en sus intereses egoístas produzcan inevitablemente el beneficio general, gracias a la mano invisible de Adam Smith, mano que confiesa la creencia en una finanidad o Dios proveedor, e invisibilidad nada casual, pues le está diciendo al soberano: no te metas porque no sabes y no sabes porque no puedes saber. ¿Hipocresía para poner un freno al despotismo? Como sea, racionalmente o por "creencia divina", se le está poniendo un freno a la razón de Estado y al Estado Policía y creando la verdad del interés individual al que hay que dejar hacer. Este Homo económicus no puede ser abarcado por el Homo jurídicus o sujeto de derecho del contrato social, otro homo diseñado contra el absolutismo soberano para atacarlo desde otro flanco: el reclamo de derechos indelegables, pues el económicus no podría ceder derechos para el beneficio propio y de todos como lo hace el jurídicus, en su esencia está el reclamo de libertad. El Homo económicus hace una crítica fundamental: la imposibilidad de una visión totalizadora del rumbo económico. Pero el Homo económicus del interés egoísta, del egoísmo salvador del mundo, no existe, como tampoco un Homo jurídicus que fuera a cumplir con un contrato acordado previamente aun si fuera a posteriori contra sus intereses. No son más que abstracciones fabricadas para enfrentar a una razón de Estado absolutista y un Estado de Policía. Y no pueden más que aparecer solo como parte de un hombre social más real, el hombre del vínculo espontáneo, tanto el del Palacio o el de la choza, el homo humanitis, el único hombre que existe desde que puede atribuirsele humanidad, el que se vincula estableciendo lazos de simpatía, o por compasión, y también el que disfruta con la angustia que sabe que padecerá un grupo al que piensa abandonar, o que se alía con un grupo con el que simpatiza al tiempo que desprecia a otro grupo, el que discute. Es la sociedad Civil, única posibilidad del hombre del interés egoísta y el hombre de derecho, y que surge en Europa como correlato del poder, pero que se va a terminar preguntando ¿para qué quiero un poder externo, un Estado, para qué quiero un gobierno? Y, en última instancia, la que va a ubicar al Estado como un anexo de sí, que podría no estar. Este proceso se da en el marco del pensamiento occidental predominante: el pensamiento liberal, aunque fuera desde una posición lateral a la gubernamentalidad, desde una posición crítica. El hombre del interés egoísta solo puede manifestarse dentro de la sociedad civil, pero a la que paradógicamente deshace, porque desarma los lazos solidarios espontáneos que establece el hombre intuitivamente al encontrarse con otros hombres. La ironía es que tras milenios de relaciones jefe-subordinado, amo-esclavo o siervo, que permitieron la aparición de polis, reinados y Estados, espacios externos de poder, en una palabra, gobernadores y gobernados, que han intentado sobrevivir con conceptualizaciones míticas-religiosas, morales, jurídica-racionales y políticas, el liberalismo del interés egoísta llega para cuestionar ese poder que irónicamente tiene su origen en el interés económicus, la primera vez que alguien accede a subordinarse y permitiéndo así dar rienda suelta a pretenciones egoístas. Las demás culturas, por ejemplo, los indios de América del Norte o del Sur, culturas africanas, trobriandesas, etc, no degeneraron en vínculos de subordinación,solo el vínculo espontáneo que se da entre alguien que decide seguir y otro que permite ser seguido, sin subordinación, y sin embargo aun sin la existencia de un apéndice gubernamental, nunca fallaba la formación de un consejo cuando había que enfrentar un peligro, decidir sobre un comportamiento interno que no se resolvía por sí solo, o comunicarse con alguien externo al grupo. La sociedad civil no había degenerado en mecanismos de Poder.