El mundo de la percepción

Merleau Ponty y la filosofía de la percepción, continuadora de la Fenomenología de Husserl, que a su vez toma la idea de la intencionalidad de la psicología de Bergson, recuperan el significado intencional y sentido de las cosas en la vivencia de su aparición, que no puede ser definida ni conceptualizada ni descripta, y es personal e irrepetible y antes que seguir dogmatizando una realidad racional incompleta cartesiana dualista positivista clásica, el filósofo moderno, el artista moderno y la ciencia moderna tiene y reconoce que existimos en nuestras vivencias con nuestros cuerpos en un mundo que se nos manifiesta misterioso, inagotable y subjetivo.

La condición humana en el Budismo: El bien y el conocimiento. El deseo, la ignor

La condición humana en el Budismo: El bien y el conocimiento. El deseo, la ignorancia, el apego y el dolor; el despertar y la salvación.

En la religión budista nos encontramos con una Ética como ley universal que gobierna el destino de los seres y de todo el cosmos y un deseo que se le revela, causando perjuicio y dolor a los seres cuyo karma, ignorancia y carácter no le permiten evitarlo, es la única realidad y verdad que no cuestionan ninguna de las múltiples y desprejuiciadamente contradictorias corrientes del budismo, cuya figura central es el Buda, aquel que despertó y se liberó de ese eterno renacer en múltiples formas de existencia, todas fundamentalmente dolorosas, alcanzando el nirvana.

A la integral de las valoraciones éticas de todos los comportamientos -actos, pensamientos y sentimientos- en sus vidas pasadas, determinante de la suerte o del destino que nos toca se la llama karma. La valoración ética depende de la intención, la conducta con su efecto material y el efecto residual en  la mente del actor. Esto último está relacionado con los hábitos y la formación del carácter: un acto moralmente nocivo puede crear hábito que a su vez crea carácter dependiendo de ese efecto residual que varía en cada individuo.

La cosmología consta de infinitos sistemas de infinitos mundos. Todos los mundos pertenecen a alguna de las siguientes cinco formas de existencia: dioses, condenados, fantasmas hambrientos, animales y seres humanos. Una característica que comparten todas las existencias es el dolor, alternado en mayor o menor medida con placeres. Los dioses tienen más placeres, pero están demasiado distraídos en sus placeres. Los animales demasiado ocupados         por los peligros que los acechan. Los fantasmas, concentrados en el hambre que padecen. Los condenados, concentrados en sus padecimientos físicos. Los más  adecuados para huir de una existencia insustancial, impermanente y dolorosa son los seres humanos, cuya angustia está mejor equilibrada con los momentos de placer.

El legado del Buda, puede resumirse en la revelación de cuatro verdades que explican una condición humana insustancial, impermanente y dolorosa y una suerte de prescripción para la liberación, un remedio para la enfermedad. Las cuatro verdades son que el deseo es el origen del dolor: la ignorancia y la falta de carácter para enfrentar al deseo llevan a actos, sentimientos y pensamientos nocivos (éticamente reprobables) ocasionando un mal karma que ineludiblemente tendrá su efecto determinando un futuro modo de existencia de entre las más nefastas (condenados o animales) o humana, pero pobre o con enfermedades; no existe ni el yo ni lo mio; nada es eterno; no hay origen ni final del espacio ni de los tiempos. El remedio es mejorar el karma, con actos bondadosos y generosos, es decir, actos morales, pero para controlar el deseo es necesario comprender la insustancialidad e impermanencia de las cosas y que por ésto no existe el yo ni lo mio. Comprendiendo que no hay algo como la individualidad, es más fácil operar sobre el deseo, y con el hábito crearse un carácter moral. Es decir que en la medida que comprendemos la insustancialidad del ser del mundo más desprendidos podemos sentirnos.

Detrás de la prescripción para una liberación y de una justificación de los sufrimientos humanos, también hay una intencionalidad política para preservar el poder de los monjes budistas y evitar los reclamos sociales. Los cinco principales preceptos morales con ineludible y directo efecto en el karma, todos apuntan al cuidado y respeto hacia los monjes budistas.

Hay un sexto tipo de existencia, que es más mitológica. Se trata de dioses que por ambicionar inmortalidad perdieron su calidad de dioses, pasaron a ser semidioses cuyo destino es aprender y cuidar del Buda. Estos seres a veces descienden a los infiernos para intentar rescatar a alguien que lo merezca. Estos viajes caritativos además de mejorar su karma los motivan para mejorar aun más. De ahí que se los considere futuros budas y guías para el resto de los seres concientes. Y que protagonicen múltiples hazañas mitológicas, rescates incluidos, muchas de las cuales son representadas teatralmente.

Por lo dicho, tenemos un universo ético intencional en el cual cierta valoración ética colectiva determina el cosmos que se construirá en el siguiente ciclo cósmico a la vez que el cosmos pone condiciones sobre la eticidad alcanzable,  posible,  de las vidas según las circunstancias, su forma de existencia y su karma.

Las distintas corrientes del budismo variaron en la consideración del karma como fuerza determinante como condicionante del destino y de la virtuosidad posible, desde un extremo de descartarlo por completo y atribuir el destino al puro azar, otras atribuyendo como determinante a la física, otras al linaje, otras a los dioses y otras completamente al karma.

El estado mental intencional al momento de la muerte es crucial e incide fuertemente en la dirección que tomará la próxima vida, el renacimiento. Pero es difícil llegar con un estado armónico con el mundo , si se ha cultivado el odio o las ambiciones.

El budismo se extendió desde la India, hacia el Tíbet, Nepal,  Pakistan, China, Japón, Indonesia y Corea. En la India es una de las tres principales religiones junto con el Hinduismo y el Jainismo.

Como vemos, en la cosmogonía budista existe el bien y el mal. El universo se reconfigura según el comportamiento moral de los seres que lo habitan. A éstos les conviene seguir la senda del bien, ya que una historia personal correctamente moral, es decir un buen karma, corresponderá con un futuro de más placeres y menos dolores. Todos los seres vivos comparten la misma naturaleza existencial alternando según sus karmas entre las cinco formas de existencia,  en mundos distintos. Uno de estos seres despertó a este permanente padecimiento, es el Buda, quién por despertar se pudo liberar y al que todos han de imitar para alcanzar este estado de nirvana. Acá vemos que el Buda está sometido a las mismas leyes del bien y del mal que todos los seres. No hay un dios antropomórfico creador del universo y de una tabla de mandamientos ni del bien y del mal. Sino que el bien es parte constitutiva del universo, viene con él, es su esencia, tiene más realidad el concepto de bien, que todos los conceptos del mundo convencional y que el mundo convencional todo. De hecho, la gran enseñanza del Buda es que para liberarse hay que alcanzar un estado de vacuidad, un punto de vista crítico y escéptico respecto de todo punto de vista del mundo convencional. Pero sin caer en el error de construir una verdad en la vacuidad que se defina a sí misma ya que no dejaría de ser otro convencionalismo. Todo lo que se exprese en palabras no puede escapar a la tendencia con que fue creado el lenguaje del que se trate, por ese motivo la verdad es indecible, la verdad está en el silencio y eso es lo que enseño el Buda: el silencio, no impartiendo ninguna enseñanza y en cambio guardando silencio. Este escepticismo no debe llevar a un estado de mente vacía, o silencio literal, sino al cuestionamiento y replanteo permanente. Es un planteo filosófico similar al escepticismo pirrónico, perfectamente descrito y enseñado en los Esbozos pirrónicos por Sexto Empírico en la filosofía occidental sin embargo el pirronismo no niega,  sino que los pone en duda logrando ubicar a todos al mismo nivel de verosimilitud,  pero reconociendo que cualquiera podría ser que fuera el verdadero,  mientras que la postura budista les atribuye absoluta falsedad,  una falsedad que es su último sentido: expresar la falsedad del mundo convencional. La vacuidad está justificada en la creencia de que el deseo y su efecto doloroso tiene como responsable al carácter convencional de toda conceptualización. Luego, evitando cualquier conceptualización, evitamos la construcción del deseo. Sin embargo, lejos de proponer un nihilismo o destrucción del lenguaje, sugiere una mirada particular sobre el mundo: nada en el mundo tiene referente, todo nos expresa en su falsedad la ausencia de referente y esa es la última verdad, la falsedad o construcción convencional que es el mundo, no para anularlo, sino para mirarlo de esa manera. Una de las corrientes, la tántrica, plantea una reconceptualización de la sensualidad, abordando directamente al cuerpo desde una mirada religiosa y moral, pero redefiniendo la mirada ética sobre los placeres sensuales.



Guardar silencio es un signo en sí mismo, el silencio dice algo, luego no implica vacuidad. Los budistas van más allá de las palabras y del silencio, y más allá de su contradicción, hasta un lenguaje que usa palabras y de hecho está formado por ciertas palabras del lenguaje común y cuyo significado está expresado en lenguaje común, pero que expresa más que lo que se lee o se escribe,  expresa una experiencia, mística y psicofísica, por eso es un conocimiento que solo puede ser transmitido directamente por  boca de un maestro y solo puede ser comprendido en su verdadero significado por el iniciado, mediante entrenamiento, adquiriendo el hábito de normas prescritas y logrando el pensamiento sereno, enfocado y profundo con meditación. De modo que ni el silencio ni las palabras expresan la verdad, sino un modo de verlos a ambos, verlos como la prueba de la falsedad detrás de todo el lenguaje y de todas las cosas. 

Una verdad solo es verdad, si es útil para los seres que la reciben. La visión budista de la verdad es terapéutica, solo es verdad si sirve para salvar a los seres que la reciben y solo mientras está sirviendo. Por eso las enseñanzas del Buda se expresan dentro de lógicas con verdades condicionales, transitorias,  aun sin salirse del principio de no contradicción. De modo que si el mundo es falso, en sus silencios, en sus palabras, en todo su lenguaje, en todas sus conceptualizaciones, y no sirve rechazarlo, pues el rechazo en sí es una conceptualización, y este rechazo no evitaría lo que se quiere evitar: el apego, aunque más no fuera el apego al concepto de rechazo de la realidad convencional, lo que corresponde es usarlo como medio, emplear sus convencionalismos, pero viéndolos como lo que realmente son y resignificándolos, agregándole el significado de determinadas experiencias que acompañan a las convenciones, y este lenguaje nuevo, montado sobre un lenguaje convencional resignificado, no es ni una verdad en sí misma ni tampoco lo que explica, sino que son verdades que se adaptan al que las ha de recibir, y es acá donde se revela lo primordial de esta religión, la habilidad está en esta empatía con el que recibe, con aquel a quien hay que salvar, que le sirva de acuerdo a su constitución y contexto, y no en la enseñanza en sí, que no encierra ninguna verdad absoluna, ningún dogma, en oposición a la religión cristiana. Por eso es que son tan importantes las innumerables interpretaciones y reinterpretaciones de las enseñanzas del Buda. Como el Talmud es para el judaísmo, donde el libro de las interpretaciones supera con creces al del génesis. No hay un dogma. Solo una verdad transitoria que le sirva al rescatado para su salvación, para despertarlo y así liberarse del dolor del continuo renacer. Se vislumbran las influencias de la religión zen y el taoísmo. 

Nirvana. Distinción entre despertar y nirvana: "El nirvana es la dimensión efectiva, soteriológica y escatológica de la budeidad, que libera de la pasión, el deseo, la agitación, el odio, el nacimiento y la muerte y de cualquier renacimiento futuro. El despertar, por su parte, es la dimensión cognitiva de la experiencia: una visión penetrante y una perfecta comprensión que está libre del velo del deseo, la aversión y la confusión, y que, según algunas interpretaciones, es un estado omnisciente". Nirvana es sin duda el concepto más conflictivo, misterioso, desconocido y por eso mismo fascinante que ha dado el budismo para los occidentales, precisamente porque se brinda a todo tipo de imaginación y especulación y que ofrece la vinculación entre un estado, o no estado, de liberación en eterna e inmortal felicidad y el alcance de un estado mental, corporal y emocional sereno y desapegado del mundo y del yo. Pero más allá de la fascinación occidental, su genealogía está plagada de cuestionamientos, el más importante asemeja el estado de nirvana de un liberado del mundo y de sus sufrimientos con el nirvana de un cadáver y posicionan el despertar, en un escalón por encima, pues es el estado en que el semibuda renuncia a su propio nirvana quedándose en el mundo, por compasión, para ayudar a liberar a los otros. También se ha cuestionado que el nirvana en sí es una posesión o en todo caso un logro o una meta, que involucra al yo, y por tanto el que despierta y entrega el nirvana en lugar de recibirlo, está más cerca de renunciar al yo. A partir de estos cuestionamientos, algunas corrientes como la zen japonesa, la más crítica de un nirvana meditativo y tranquilo como un cadáver, se inclina por una liberación del mundo, pero en el mundo, válido tanto para el ámbito monástico como el laico. Respecto a comprender el concepto detrás de nirvana, se dice que es incomprensible, que es un no estado más allá de lo existente y lo no existente, hay propuestas de que se trata de algo anterior al tiempo, y más adoptado por la cultura tántrica es la idea de un embrión de buda en casi todos los seres vivos, que podría desarrollarse, es decir que el nirvana estaría innatamente en todas las cosas. También se lo define por lo que no es, por ejemplo, no se alcanza el nirvana logrando un no pensar, o un no desear y no sentir. Tampoco con la ausencia de discernimiento, o la incapacidad de distinguir el comportamiento moralmente. La consideración del despertar como un estado superior, tiene implícita la valoración de la salvación colectiva por sobre la individual. Aunque cabría preguntarse si el concepto de salvador, que trae aparejado como correlato  el concepto del que necesita ser salvado, ha mostrado históricamente para el colectivo ser más beneficioso o perjudicial. El altruismo del Bodhisattva o semibuda es tan perfecto, que abandona su nirvana, al cual relega a un segundo lugar, para salvar a los otos seres, a los seres sensibles, de su sufrimiento. Pero, como se sabe, el acto altruista puro es inhumano, en tanto que es imposible para un ser humano, luego,  como sucede con la prescripcion cristiana de la caridad, en su valoración social positiva, en su exigencia para alcanzar la realización humana, al igual que con ésta, estaríamos ante otro germen de creación de mundos más injustos. Aunque el precepto es lograr la salvación de la totalidad de los seres vivos sin excepción, no deja de hacerlo desde un punto de vista ético jerárquico, que puede conllevar la incentivación de adquirir poder para "poder" salvar a los otros, como sucede con la ética de la caridad.     

El budismo data del siglo sexto antes de la era cristiana. 

Bibliografía: Antropología del Budismo de Juan Arnau


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